martes, 4 de septiembre de 2018

El Siervo de Jehova


El Siervo de Jehová
            He aquí mi siervo, yo le sostendré…
en quien mi alma tiene contentamiento.
Isaías 42.1
Dios llama al universo entero a que se fije en “mi Siervo”. Hubo otros que sirvieron a Dios, y hay una larga lista de aquellos a quienes Dios llama “mi siervo”. Hombres como Moisés, Job, David y otros. Sin embargo, en cada uno de ellos, las fallas y limitaciones eran obvias en su servicio para Dios. No es sorprendente, entonces, que Dios llame a las naciones a que le presten atención y miren al Siervo diferente y único.
Aquí hay un Siervo marcado por la dependencia absoluta de su Amo. “Mi Siervo, yo le sostendré”. La palabra que se traduce como “sostener” puede tener dos significados diferentes: de sustentar y apoyar, o de mantener en un lugar de afecto. Ambas verdades son apropiadas aquí. Pero tal vez en el contexto aquí el pensamiento es más bien que hubo un Siervo que vivió su vida en total dependencia de su Amo.
Nunca hizo una acción independiente o interesada. Igualmente no hubo un acto de servicio que no fuera hecho precisamente como se debía. Todo hecho. Todo hecho como se le había pedido. Todo hecho a la perfección.
Todo hecho sin efectos colaterales. En las palabras de Juan 5.19: “lo que ve hacer al Padre… también lo hace el Hijo igualmente”.
Hubo también devoción completa a la casa del Amo. Todos recordamos las palabras del siervo hebreo en Éxodo 21 donde él confirma su amor hacia su amo y su familia. Pero, ¿alguna vez ha amado un siervo tanto la casa de su Amo como para ofrecer, no solo su oreja relativamente desprovista de nervios, sino su ser entero en servicio y sacrificio? Los discípulos recordaron luego las palabras del salmista cuando meditaban en la vida del Señor Jesucristo: “El celo de tu casa me consume” (Juan 2.17). Ellos reconocieron en retrospectiva que todo lo que Él hizo fue hecho en la energía plena de su devoción a Otro, al Amo y su casa. Nunca hubo una acción interesada ni un acto para promoverse a Sí mismo. El único Hombre desinteresado que jamás ha vivido fue el mismo con quien habían caminado durante esos tres años.
Pero también fue marcado por traer deleite al corazón de su Amo. “Mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento”. El corazón infinito de Dios, con su capacidad infinita para gozarse y entristecerse, encontró deleite infinito en su Siervo. He aquí el Único cuyo servicio fue una fuente suficientemente grande como para llenar el corazón de Dios. El ojo penetrante y escrutador de Dios, sus exigencias rigurosas, y sus estándares elevados no pudieron encontrar ningún defecto, deficiencia, ni daño en el servicio de este Siervo. ¡Todo lo
contrario! Todo lo que hizo trajo placer al corazón de su Amo. Pero más allá de lo que hizo, cómo lo hizo y por qué lo hizo también cautivó su corazón. Todo motivo era puro y honesto. Libre de todo lo que podría quitarle valor y virtud, subió como un olor grato a Dios –no visto por los hombres, pero un tesoro en el corazón de Dios.
Hay un último pensamiento que se ve en estos versículos. Hubo diligencia en la mies de su Amo. Mateo cuenta una parábola dicha por el Señor en que un hombre envió a sus dos hijos al campo para trabajar en la cosecha (Mateo 21). Uno dijo que sí, y no fue. Otro dijo que no, y después se arrepintió y fue. El Señor no actuó como ninguno de ellos dos. Fue diligente en cumplir lo que su Amo le pidió: fue al campo a cosechar adoradores para su Dios.
por el Dr. Alejandro Higgins
Nueva Jersey, EE.UU.

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