El Siervo de Jehová
He
aquí mi siervo, yo le sostendré…
en quien mi alma tiene
contentamiento.
Isaías
42.1
Dios
llama al universo entero a que se fije en “mi Siervo”. Hubo otros que sirvieron
a Dios, y hay una larga lista de aquellos a quienes Dios llama “mi siervo”.
Hombres como Moisés, Job, David y otros. Sin embargo, en cada uno de ellos, las
fallas y limitaciones eran obvias en su servicio para Dios. No es sorprendente,
entonces, que Dios llame a las naciones a que le presten atención y miren al
Siervo diferente y único.
Aquí hay
un Siervo marcado por la dependencia absoluta de su Amo. “Mi Siervo, yo
le sostendré”. La palabra que se traduce como “sostener” puede tener dos
significados diferentes: de sustentar y apoyar, o de mantener en un lugar de
afecto. Ambas verdades son apropiadas aquí. Pero tal vez en el contexto aquí el
pensamiento es más bien que hubo un Siervo que vivió su vida en total
dependencia de su Amo.
Nunca
hizo una acción independiente o interesada. Igualmente no hubo un acto de
servicio que no fuera hecho precisamente como se debía. Todo hecho. Todo hecho
como se le había pedido. Todo hecho a la perfección.
Todo
hecho sin efectos colaterales. En las palabras de Juan 5.19: “lo que ve hacer
al Padre… también lo hace el Hijo igualmente”.
Hubo
también devoción completa a la casa del Amo. Todos recordamos las
palabras del siervo hebreo en Éxodo 21 donde él confirma su amor hacia su amo y
su familia. Pero, ¿alguna vez ha amado un siervo tanto la casa de su Amo como
para ofrecer, no solo su oreja relativamente desprovista de nervios, sino su
ser entero en servicio y sacrificio? Los discípulos recordaron luego las
palabras del salmista cuando meditaban en la vida del Señor Jesucristo: “El
celo de tu casa me consume” (Juan 2.17). Ellos reconocieron en retrospectiva
que todo lo que Él hizo fue hecho en la energía plena de su devoción a Otro, al
Amo y su casa. Nunca hubo una acción interesada ni un acto para promoverse a Sí
mismo. El único Hombre desinteresado que jamás ha vivido fue el mismo con quien
habían caminado durante esos tres años.
Pero
también fue marcado por traer deleite al corazón de su Amo. “Mi
escogido, en quien mi alma tiene contentamiento”. El corazón infinito de Dios,
con su capacidad infinita para gozarse y entristecerse, encontró deleite
infinito en su Siervo. He aquí el Único cuyo servicio fue una fuente
suficientemente grande como para llenar el corazón de Dios. El ojo penetrante y
escrutador de Dios, sus exigencias rigurosas, y sus estándares elevados no
pudieron encontrar ningún defecto, deficiencia, ni daño en el servicio de este
Siervo. ¡Todo lo
contrario!
Todo lo que hizo trajo placer al corazón de su Amo. Pero más allá de lo que
hizo, cómo lo hizo y por qué lo hizo también cautivó su corazón. Todo motivo
era puro y honesto. Libre de todo lo que podría quitarle valor y virtud, subió
como un olor grato a Dios –no visto por los hombres, pero un tesoro en el
corazón de Dios.
Hay un
último pensamiento que se ve en estos versículos. Hubo diligencia en la
mies de su Amo. Mateo cuenta una parábola dicha por el Señor en que un hombre
envió a sus dos hijos al campo para trabajar en la cosecha (Mateo 21). Uno dijo
que sí, y no fue. Otro dijo que no, y después se arrepintió y fue. El Señor no
actuó como ninguno de ellos dos. Fue diligente en cumplir lo que su Amo le
pidió: fue al campo a cosechar adoradores para su Dios.
por el
Dr. Alejandro Higgins
Nueva Jersey, EE.UU.
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