viernes, 31 de mayo de 2019

Peregrinos en la tierra

Peregrinos en la tierra

 
“Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1 Pedro 1:17) 

 
El apóstol Pedro les escribe a cristianos que están dispersos en el mundo, lejos de su tierra natal, para animarlos a continuar fieles a pesar de las circunstancias que están pasando. De la misma manera nos recuerda que todo creyente, sin importar donde se encuentre, es un peregrino, transitando por este mundo hacia nuestra patria celestial.
 
En este peregrinar debemos conducirnos como ciudadanos del cielo. Debemos reflejar el carácter de nuestro Padre, “como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Pedro 1:15). Al principio de su carta el apóstol Pedro nos habla de la seguridad que tiene cada creyente de “una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”, por la “herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible” y por la Palabra de Dios que es fiel (1 Pedro 1:10-11). Lo que creemos tiene un fundamento firme, y también tiene un impacto sobre nuestra vida diaria, nuestra conducta, sobre nuestro testimonio al mundo. Como peregrinos no nos comportamos de acuerdo al lugar donde estamos sino de acuerdo al lugar al que pertenecemos y a donde vamos.
 
Por eso debemos “conducirnos en temor”. No significa con miedo a Dios, sino con respeto, reverencia y aprecio hacia Él. Conscientes de su presencia con nosotros cada momento y con nuestros pensamientos centrados en Él. Un ejemplo de las Escrituras sería José. Viviendo en Egipto, sin que nadie de su familia viera lo que estaba haciendo o cómo se estaba comportando, José se condujo en temor, consciente que la presencia del Señor siempre estaba con él, observándolo en todo momento. Esto le llevó a ser responsable en su trabajo, honesto en sus palabras, paciente en la prueba y firme en las tentaciones.
 
Aunque otros no nos vean, Dios siempre nos ve. Que esto nos estimule a conducirnos en temor todo el tiempo de nuestra peregrinación. 


Miguel Mosquera

Aborreced lo malo, seguid lo bueno


Aborreced lo malo, seguid lo bueno

“Aborreced lo malo, seguid lo bueno” (Romanos 12:9) 
            
Esta es una de las expresiones que bien describen el carácter de nuestro Señor Jesucristo. Su correcta perspectiva y actitud hacia en cuanto al mal y el bien fue consistente durante toda su vida. 

Aborreced lo malo 

Fue tentado por Satanás mismo, pero lo venció por medio de la Palabra: “está escrito”. Se indignó al ver la dureza de los corazones (Marcos 3:5), al ver la mercadería en el templo (Mateo 21:12), a la mujer sorprendida en adulterio le dijo, “vete, y no peques más” (Juan 8:11), se mantuvo a distancia de la política (Mateo 22:21). En una oportunidad Dios le dijo a Jeremías: “Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos” (Jeremías 15:19). Así fue en el caso del Señor, aunque estaba rodeado de publicanos y pecadores nunca se convirtió en uno de ellos, sino que se relacionó con ellos para darles libertad del pecado. 

En contraste, el salmista dice en cuanto al impío, diciendo, “Medita maldad sobre su cama; está en camino no bueno, el mal no aborrece” (Salmo 36:4). Así no debe ser el creyente. 

Seguid lo bueno 

El aborrecer lo malo va seguido de su contraparte, seguir lo bueno. El Señor dijo: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad” (Hebreos 10:7), y también, “Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?” (Juan 10:32). Nunca se refrenó de hacer el bien, cualquiera fueran las circunstancias. Dijo: “Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo” (Mateo 12:12). 

Que nuestra vida también esté caracterizada por este mismo principio: “aborreced lo malo, seguid lo bueno”. 

Amor sincero


“El amor sea sin fingimiento... Amaos los unos a los otros con amor fraternal” (Romanos 12:9-10) 

Romanos 12 es uno de los pasajes que muestra el alto estándar que Dios tiene para el cristiano. El apóstol usa frases cortas donde cada una de ellas agrega dificultad a la carrera cristiana. Veremos en los próximos artículos estas frases un poco más en detalle. 

La primera de las frases tiene que ver con el amor. En ocasiones vemos el amor mencionado de último (como 2 Pedro1:5-7), como el objetivo final que anhelamos alcanzar. En este caso es mencionado de primero, ya que el amor es el móvil que nos impulsará a lograr todo lo demás. Sin amor, todo lo demás se convertirá en una carga pesada imposible de llevar. 

El Señor Jesucristo habló que el amor debe demostrarse en dirección vertical: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón” (Marcos 12:30) y en dirección horizontal: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos 12:31). Es imposible desligar el amor a Dios con el amor al prójimo. Van de la mano. "Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Juan 4:20). 

Un amor sin fingimiento es un amor que va más allá de las palabras. Las palabras son necesarias para expresar amor, los hechos son necesarios para mostrar que ese amor es verdadero. “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:16-18). 

Si digo que amo a mi hermano, entonces ¿qué estaría dispuesto a hacer por él? El amor sea sin fingimiento.
Miguel Mosquera


Para que la Escritura se cumpliese

 “Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes” 
“...dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed” 
“...para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron” 
 (Juan 19:24,28,36,37) 
 
Juan escribe su evangelio para que creamos “que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (Juan 20:31), así que las profecías que menciona en la crucifixión tienen este mismo propósito.

Repartieron entre sí mis vestidos 
Hablando humanamente, Jesús no tendría ningún control sobre lo que harían con sus vestidos al ser crucificado. Además, era necesario que se cumplieran dos cosas: repartir y echar suertes. Así fue como lo hicieron estos soldados al pie de la cruz. Tal era la indolencia de estos crueles hombres que frente al sufrimiento y dolor del Señor ellos estaban jugando los dados con Sus pertenencias. Cuatro soldados, cuatro partes, así que se las repartieron. Después de llevarse cada uno su parte, faltaba la túnica, la cual era sin costura, así que echaron suertes (Salmo 22:18). ¿Casualidad? No, para que la Escritura se cumpliese.

Tengo sed 
Él dijo: Tengo sed. La profecía era mucho más que beber algo en la cruz. “Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre” (Salmo 69:21). Estaba allí una vasija llena de vinagre. ¿Casualidad? No, para que la Escritura se cumpliese.

No será quebrado hueso suyo 
Esta es una profecía que no deja de maravillarnos. A pesar la crueldad y el horror de la crucifixión, como método de ejecución, estaba el cuidado de Dios en cumplir su Palabra. Los puñetazos en la casa de Caifás (Mateo 26:67), la violencia de los azotes de Pilato, la brutalidad de la compañía de soldados haciendo escarnio del Señor con la corona de espinas y la caña golpeándola en la cabeza, los grandes clavos en las manos y los pies pasando a través de una gran cantidad de huesos pequeños, pero sin romper ninguno, y, finalmente, el destino de muchos crucificados en romperles las piernas para acelerar su muerte, son algunas de las formas en que se pudo haber roto alguno de los huesos del Señor Jesucristo. Sin embargo, esto no ocurrió. ¿Casualidad? No, para que la Escritura se cumpliese.

Mirarán al que traspasaron 
Aun muerto, se siguen cumpliendo las Escrituras. Los soldados pagaban con su vida si no era cumplida una sentencia. Cristo debía morir y aquel soldado se iba a asegurar de que así fuera. Juan dice que “le abrió el costado”. No era simplemente penetrar la lanza, sino hacer una herida severa y mortal, de manera que, si el Señor no hubiese tenido ninguna otra herida, la sola herida de la lanza le hubiera ocasionado la muerte.
Ninguno de estos eventos ocurrió por casualidad, sino para que la Escritura se cumpliese. Era imposible que todas estas profecías se cumplieran a no ser que Dios lo haya hablado de antemano y lo cumpliera en su debido momento y en la Persona correcta. Todas, sin faltar ninguna, se cumplieron en Jesús. Él es el Cristo, el Hijo de Dios. ¡Qué gran Salvador!
 
En el monte Calvario estaba una cruz,
emblema de afrenta y dolor.
Mas yo amo a Jesús, que murió en la cruz
por salvar al más vil pecador.
Miguel Mosquera

Serie: Mandamiento Bíblico

Estos son los animales que comeréis,   no comeréis éstos:”, v. 2-3. Levítico 11. 1-8, 43-47; 1 Timoteo 4, 3-4. Leer. En Levítico 11 tene...