¿Quién reina?
“Y Jonatán se quitó el manto que llevaba, y se lo dio a David, y otras ropas suyas, hasta su espada, su arco y su talabarte” (1 Samuel 18:4)
Saúl era el rey en
Israel y Jonatán, su hijo, era el heredero al trono. Jonatán era un hombre
muy diferente a su padre. Saúl era un hombre carnal, desobediente y
orgulloso, mientras que Jonatán era un hombre humilde, obediente y
espiritual. Dios ya había desechado a Saúl para que no reinara por causa
de su desobediencia, pero él no daría su brazo a torcer tan fácilmente. Intentó
matar a David con el fin de que no hubiese impedimento para Jonatán
reinar.
Sin embargo, es
llamativo ver que Jonatán, sabiendo que David había sido ungido como el próximo
rey en Israel, cedió voluntariamente a David el derecho al trono. Jonatán no se
unió a su padre en el complot para matar a David, más bien le protegió de su
padre, y el alma de Jonatán quedó ligada a la de David. Una muestra de esto es
lo que hace Jonatán al entregarle su manto, espada, arco y talabarte. Estaba
reconociendo que David era el rey. Estaba cediendo el trono que le correspondía
a Jonatán ocupar. Un tiempo más tarde Jonatán le pide a David que
haga misericordia de él y no lo trate como a uno de sus enemigos.
¿Cómo eres tú? ¿Serás como Saúl que no quieres dejar que el Señor sea quien gobierne tu vida, o serás como Jonatán que voluntariamente te consagras a Él y dejas que Cristo sea quien tome el control? A veces no queremos dar nuestro brazo a torcer, queremos ser quien tome las decisiones, quien dé los pasos, quien se siente en el trono y reine en nuestra propia vida. Así las cosas no van a ir bien. Tenemos que rendiros voluntariamente al señorío de Cristo. “a este Jesús... Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36).
¿Cómo eres tú? ¿Serás como Saúl que no quieres dejar que el Señor sea quien gobierne tu vida, o serás como Jonatán que voluntariamente te consagras a Él y dejas que Cristo sea quien tome el control? A veces no queremos dar nuestro brazo a torcer, queremos ser quien tome las decisiones, quien dé los pasos, quien se siente en el trono y reine en nuestra propia vida. Así las cosas no van a ir bien. Tenemos que rendiros voluntariamente al señorío de Cristo. “a este Jesús... Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36).
¿Es Cristo el
Salvador de tu alma? Si no lo es, no le sigas rechazando. Él venció
la muerte y el pecado para salvarte de la condenación. Si Cristo es
tu Salvador, entonces también es tu Señor. Como dijo Tomás, “Señor mío, y Dios
mío” (Juan 20:28), y también Pablo, “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hechos
9:6).
Para que el reino de David fuera estable Jonatán tuvo que morir en batalla. Para que Cristo controle verdaderamente nuestra vida debemos hacer “morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” (Colosenses 3:5). “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30). Es así como el Señor Jesucristo tendrá la libertad de reinar en tu corazón y llevarte por el camino de su voluntad. Entonces, en tu vida, ¿quién reina?
Para que el reino de David fuera estable Jonatán tuvo que morir en batalla. Para que Cristo controle verdaderamente nuestra vida debemos hacer “morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” (Colosenses 3:5). “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30). Es así como el Señor Jesucristo tendrá la libertad de reinar en tu corazón y llevarte por el camino de su voluntad. Entonces, en tu vida, ¿quién reina?
Miguel Mosquera
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