¿Qué
es el pecado de muerte y del pecado que
no sea de muerte?
por
David Logacho
Cuando
la Biblia habla del pecado de muerte y del pecado que no sea de muerte, lo hace
en el contexto de la necesidad de orar conforme a la voluntad de Dios. Leamos
lo que dice el texto en 1 Juan 5:14-17
“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme
a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que
pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. Si alguno
viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará
vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de
muerte, por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay
pecado no de muerte.”
Los
creyentes deben tener absoluta certeza de que Dios oye y contesta la oración,
siempre y cuando esta oración sea hecha conforme a su voluntad. Orar conforme a
la voluntad de Dios significa orar de acuerdo con lo que a Dios le gustaría, no
de acuerdo con lo que a nosotros nos gustaría o de acuerdo a lo que nosotros
quisiéramos que Dios haga a nuestro favor. Para que Dios responda las oraciones
es también necesario que obedezcamos sus mandamientos y evitemos el pecado.
Salmo 66:18 dice: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor
no me habría escuchado.” Por el hecho que un genuino creyente conoce la palabra
de Dios y hace las cosas que a Dios le agradan, no procurará imponer su
voluntad sobre la voluntad de Dios, sino que buscará siempre orar según los
deseos o la voluntad de Dios.
Es
en esta coyuntura que a manera de ilustración Juan introduce el asunto del
pecado que no sea de muerte y del pecado de muerte. La frase que se ha
traducido como “pecado que no sea de muerte” en la versión Reina Valera, es la
frase “jamartían mé prós thánaton” la cual también pudo haber sido traducida
como “pecado que no lleva, o no conduce a la muerte”. De igual manera, la frase
que se ha traducido como “pecado de muerte” en la versión Reina Valera, la
frase jamartía prós thánaton”, se pudo haber traducido como “pecado que lleva o
conduce a la muerte”
Al
hablar de pecado de muerte, estamos refiriéndonos por tanto a determinado
pecado, el cual no se especifica, que hace, o lleva, o conduce a que el
creyente que lo comete tenga que morir físicamente. No todo pecado que comete
el creyente tiene este desenlace fatal, por eso Juan tiene toda la razón al
afirmar que toda injusticia es pecado, pero hay pecado no de muerte. El pecado
no de muerte, tiene que ver entonces con un pecado que comete el creyente que
no hace o lleva, o conduce a que muera físicamente el creyente que lo comete.
También en este caso, no se especifica cuál es el pecado que no lleva a la
muerte.
Así
que, el pecado de muerte, o el pecado que lleva o conduce a la muerte puede ser
cualquier pecado premeditado y no confesado que comete un genuino creyente, por
el cual Dios determina la muerte física de ese creyente como una medida de
disciplina.
No
se trata de un pecado en particular como la homosexualidad o la mentira, etc.,
sino cualquier pecado que, por decirlo así, es la última gota que hace derramar
el agua del vaso, en el criterio de Dios. Sólo Dios sabe qué pecado para cada
creyente en particular y en qué momento se ha llegado a colmar su medida. Es
ampliamente conocido, que la falla en confesar un pecado y apartarse de él por
parte de un genuino creyente, perfectamente puede acarrear la muerte física
como castigo de parte de Dios.
Eso
fue lo que aconteció con Ananías y Safira, según el relato que aparece en
Hechos 5:1-11 donde dice: “Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su
mujer, vendió una heredad, y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer;
y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Y dijo Pedro:
Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu
Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba
a ti? Y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón?
No has mentido a los hombres, sino a Dios. Al oír Ananías estas palabras, cayó
y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. Y levantándose
los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron. Pasado un lapso como
de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido.
Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendiste en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí,
en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del
Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te
sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando
entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a
su marido. Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que
oyeron estas cosas.”
Este
es justamente un pecado que lleva a la muerte. Para Ananías y Safira fue la
mentira cuando trataron de engañar a los apóstoles fingiendo que estaban
entregando todo el monto de lo que recibieron al vender su propiedad, cuando a sabiendas,
estaban entregando sólo una parte.
Ninguna
oración intercesora será efectiva en aquellos creyentes que han cometido ese
pecado que colmó la medida de Dios. La disciplina de Dios con la muerte física
en este caso es inevitable, por cuanto Dios busca preservar la santidad en su
iglesia. Esto es lo que la Biblia enseña acerca del pecado de muerte y el
pecado que no sea de muerte.
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