viernes, 21 de junio de 2019

El Equilibrio Perfecto


El Equilibrio Perfecto

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14) 

Los extremos son dañinos. Una de las cosas más difíciles en la vida, y en la vida cristiana también, es precisamente mantener el equilibrio. El Señor Jesucristo vivió una vida perfecta, y esa perfección involucraba un equilibrio perfecto entre estas dos grandes virtudes: gracia y verdad. Hay quienes muestran mucha gracia, pero a costa de la verdad para no ofender a otros. Hay quienes dicen toda la verdad, pero sin ninguna gracia en sus palabras y causan heridas profundas.

El Señor no podía ser acusado de ninguno de estos dos extremos. El apóstol Juan fue un testigo que quedó maravillado por tal equilibrio. Ni siquiera era mitad gracia y mitad verdad. Está lleno de ambas virtudes. El salmista dice de Él, proféticamente, “La gracia se derramó en tus labios” (Salmo 45:2). La multitud subió al monte, se sentaron y Cristo “abriendo su boca les enseñaba” (Mateo 5:2). El solo atractivo eran sus palabras y discursos. “Gran multitud del pueblo le oía de buena gana” (Marcos 12:7). Le provocaron para hacerle caer en sus palabras, le insultaron para hacerle reaccionar con insultos, sin embargo, nunca lograron hacer que el Señor perdiera el control sobre su lengua o con alguna actitud inapropiada. “Cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23).Además, el Señor siempre habló con la verdad. No sacrificaba la verdad para hacer ganar la gracia. Tampoco  

hablaba la verdad sin gracia. A la mujer samaritana le señaló directamente su pecado, pero ella no se sintió atacada sino maravillada, “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Juan 4:29). En algunas ocasiones los fariseos y religiosos se ofendieron por las palabras del Señor, pero no fue por la manera en que Cristo lo dijo sino más bien porque sus malas obras quedaron expuestas a los ojos de Aquel que todo lo ve. La verdad es una persona, y esa persona es Cristo. Él dijo “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6).
Que seamos más como Él, siguiendo su ejemplo, buscando y mostrando este equilibrio tan importante: llenos de gracia y de verdad.
Miguel Mosquera

Contento con lo que tengo ahora


Contento con lo que tengo ahora

“Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5) 

El mundo de la publicidad siempre quiere hacernos creer que no somos felices, pero el momento que compremos aquello que están promocionando inmediatamente encontraremos la felicidad. Las imágenes y videos se ven muy bien, el slogan es convincente. Damos lugar al pensamiento y, antes que nos imaginemos, ya estamos convencidos que ciertamente lo necesitamos. Nos afanamos por comprarlo o sino vivimos tristes y frustrados porque no lo tenemos. Las publicidades están diseñadas para eso, ya que el objetivo es: “crea la necesidad y luego ofrece el producto”. 

Si esta escena ocurriera una sola vez en la vida no representara tanto problema. El asunto es que somos bombardeados a diario con publicidad y con este mismo pensamiento de que necesitamos más, cuando realmente no es cierto. Vivimos insatisfechos y ansiosos. Nos cuesta estar agradecidos por lo que el Señor nos da, debido a que nuestra mirada está puesta en lo que no tenemos. 

El concepto de contentamiento que nos enseña la Biblia no es lo que nos muestra la publicidad. La publicidad nos dice: “estarás contento cuando tengas...”, mientras que las Escrituras nos dicen “contentos con lo que tenéis ahora”. ¿Hay algo por lo que puedas dar gracias hoy? Si te es difícil pensar en algo quizás entonces debes ponerlo en práctica. Cuando nos quejamos por lo que no tenemos estamos dudando de las promesas de Dios y cuestionando su fidelidad, porque Él ha prometido, “no te desampararé, ni te dejaré”. Pablo nos enseña, “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Timoteo 6:6-8).  

Por eso el sabio dice que “el de corazón contento tiene un banquete continuo” (Proverbios 15:15). No olvides hoy “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18). 

Cuando tempestades hay en derredor 
y desanimados sois y con temor, 
ved las bendiciones que el Señor os da, 
y contadlas todas; son de Jehová. 

Ved lo mucho que el Señor os da. 
Ved lo mucho que el Señor os da. 
Bendiciones: son de nuestro Dios. 
Ved las bendiciones que el Señor os da. 
Miguel Mosquera

Caminando por lo desconocido


Caminando por lo desconocido

“Cuando veáis el arca del pacto de Jehová vuestro Dios... vosotros saldréis de vuestro lugar y marcharéis en pos de ella, a fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir; por cuanto vosotros no habéis pasado antes de ahora por este camino” (Josué 3:3-4) 

 
Este es el verdadero andar de fe. “Es, pues, la fe... la convicción de lo que no se ve”; “Por fe andamos, no por vista” (Hebreos 11:1; 2 Corintios 5:7). Toda nuestra vida es un andar de fe, andando por el camino de la voluntad de Dios requiere de dependencia en Él. 

En cuanto a la salvación, Dios nos da la seguridad y confianza que estamos andando en el camino correcto. 
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna” (1 Juan 5:13). No hay por qué estar inseguros en cuanto a la salvación. Pero, en el andar cristiano, Dios nos hace vivir experiencias desconocidas para enseñarnos lecciones importantes acerca de Él. 

Nos gusta saber el camino por donde andamos, nos da seguridad y confianza. El Señor puede cambiar el curso de nuestra vida, bien sea por una noticia inesperada, el diagnóstico de una enfermedad, o por una mudanza a otro lugar, o por un nuevo rol en la vida, como el ser padres, o en la iglesia, como el de llevar una responsabilidad. Lo desconocido puede causarnos ansiedad y nuestra fe es puesta a prueba. 

El pueblo de Israel iba a cruzar el Jordán y entrar en la tierra prometida. Dependían mucho de Dios. No sabían por dónde empezar la conquista. La última vez que habían sabido sobre esta tierra, escucharon que estaba llena de gigantes y ciudades amuralladas. Dios les había dado promesas de las cuales podían aferrarse y también les dio el arca del pacto que iba a marcar el paso por dónde debían andar. 
Ellos debían poner sus ojos en el arca y marchar en pos de ella. El arca iba a marcar el camino, dejaría las huellas qué seguir. Con su mirada en el arca no tenían que temer lo desconocido, Dios iba adelante. 

Me hace pensar en el versículo de Hebreos 12:2, que habla de la seguir la carrera con paciencia, 
“puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2). Si sientes que estás caminando por lo desconocido no pierdas de vista a Cristo, siguiéndole a Él estarás seguro. 
Miguel Mosquera

Su fidelidad y constancia

Su fidelidad y constancia

“Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente; de generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca.” (Salmo 89:1) 

 
El salmo 89 es el salmo de la fidelidad de Dios. La palabra hebrea emuná aparece 7 veces en este salmo, más que en cualquier otro capítulo del Antiguo Testamento. La vemos en los versículos 1, 2, 5, 8, 24, 33 y 49. Aunque en nuestra traducción aparece cinco veces traducida como “verdad” es la idea del primer versículo la cual es desarrollada a lo largo del salmo.  

Es usada por primera vez en la Biblia en Éxodo 17:12 cuando Israel estaba peleando contra Amalec y Moisés se encontraba en la cima del monte con la vara en su mano y sus manos levantadas. Cuando Moisés bajaba sus manos Amalec prevalecía en la batalla, cuando Moisés levantaba sus manos Israel prevalecía. Las manos de Moisés se cansaban, así que Aarón y Hur le sostuvieron sus manos de manera que “hubo en sus manos firmeza [emuná=fidelidad] hasta que se puso el sol”. Como hombre Moisés se cansaba, ¡qué contraste con nuestro Gran Sumo Sacerdote en los cielos! El Señor Jesús "no desfallece, ni se fatiga con cansancio” (Isaías 40:28). 

En este salmo aprendemos varias cosas acerca de la fidelidad de Dios. La fidelidad de Dios no cambia con el tiempo (v.1). Aunque las generaciones pasan, Dios siempre permanece fiel. Está establecida en los cielos (v.2) porque no se ve alterada por las circunstancias terrenales. Es su fidelidad que guarda los pactos (vv.3-5), y a pesar de los errores de David y de su descendencia, esto no hizo que Dios cambiara ni fallara a su pacto. La fidelidad y la misericordia de Dios van íntimamente relacionadas (v.24). Dios no es fiel como premio a nuestra conducta, sino que a pesar de ser indignos y sin merecer su cuidado, Él está siempre a nuestro lado e intercede a nuestro favor. Nunca hará fallar su fidelidad (v.33) ya que es parte del carácter de Dios. A pesar de que las circunstancias parezcan decir lo contrario (v.49) Dios siempre será firme y fiel a su palabra, a sus promesas y a su pacto. 

Con razón el salmo termina, “Bendito sea Jehová para siempre. Amén, y Amén”. 
Miguel Mosquera

martes, 18 de junio de 2019

Magnificando a Cristo


Magnificando a Cristo

 
“... ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte” (Filipenses 1:20) 

Hay al menos dos tipos de lentes que nos ayudan a magnificar una imagen. Tenemos lentes telescópicos, para poder ver algo que está muy lejos (y por lo tanto se ve muy pequeño) y también tenemos los lentes microscópicos con los que vemos en detalle algo muy pequeño. Cada uno de estos lentes nos permiten apreciar y valorar una imagen que de otra manera sería imposible verla. 

Esa es la función que cumple un creyente cuando otros están interesados en ver a Cristo. Podemos ser usados por el Señor como lentes magnificadores. Algunos de quienes te rodean pueden pensar que Cristo es alguien que está muy lejos y, por lo tanto, imposible de apreciar. Al ver a Cristo a través de ti, ¿siguen pensando igual? Cuando reflejamos el carácter de Cristo en nosotros estamos magnificando al Señor. Podemos mostrar su amor, compasión, gracia, luz, paz, cuidado y paciencia con otras personas, amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Dios quiere reproducir el carácter de su Hijo en cada uno de los creyentes, de manera que otros puedan percibir como si fuera al mismo Señor Jesucristo viviendo entre ellos. También podemos hablar de las virtudes de nuestro Señor y mostrar en detalle quién es Él realmente. 

Vivimos en un mundo donde muchas personas tienen un falso concepto de la persona de Cristo y también de los cristianos. Cuando algo está lejos no se distingue y cuando algo es muy pequeño no se aprecia. Nuestra vida debe magnificar a Cristo. Mientras más tiempo estemos con Él, obedeciendo su Palabra y voluntad, ocupándonos en Él, podremos mostrar a otros una mejor imagen de nuestro Redentor que ellos puedan apreciar y valorar, e incluso llevar a quienes no son salvos a conocer a Cristo como el Salvador de sus almas. 
Miguel Mosquera

Bosquejos

LAS ONDAS Y LAS OLAS DEL MAR
Nos hablan de:

  • El poder de Dios, el único que puede sosegarlas Sal. 89: 9
  • La voz de Dios que es más poderosa que ellas Sal. 93: 4
  • El control que Dios tiene sobre lo creado Is. 51:15
  • Lo incuestionable de su autoridad Jer. 31:35
  • La divinidad y el poder del Hijo de Dios Lc. 8:25
  • Lo variable que es la voluntad del hombre Jud. 13


CUANDO HAY HAMBRE…
Se pueden cometer estos errores:

  • Descender a Egipto (el mundo) a buscar satisfactores Gn. 12:10
  • Cometer el mismo error de nuestros padres Gn. 26: 1
  • Buscar cómo escapar de la disciplina de Dios Rut 1: 1
  • Comer lo que es abominable 2 R. 6:25
  • Volverse profano y fornicario Heb. 12:16
  • En vez de orar con corazón arrepentido y buscar el perdón de Dios (1 R. 8:37-39), porque
  • Jehová no dejará padecer hambre al justo (Pr. 10:3).
  • Una historia con una lección para cuando hay hambre (2 R. 4:38-44).

Una sola flecha – Saúl


Una sola flecha – Saúl
“Y arreció la batalla contra Saúl, y le alcanzaron los flecheros, y tuvo gran temor de ellos” (1 Samuel 31:3) 
Cuatro reyes en Israel murieron por una sola flecha. Saúl (1 Samuel 31:3), Acab (1 Reyes 22:34) y Josías (2 Reyes 35:23). Todos estos murieron a causa de una flecha tirada por el enemigo. El cuarto de los reyes, Joram, murió por la flecha de Jehú, como parte del juicio de Dios (2 Reyes 9:24). 

Una sola flecha con un gran poder destructivo. Nuestro enemigo también tiene sus flechas, por eso nos dice la Biblia que debemos tomar toda la armadura de Dios, la cual incluye “el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno” (Efesios 6:16).  Una desobediencia puede traer terribles consecuencias, un solo desvío puede ser fatal en nuestra vida (Romanos 5:19), por eso debemos estar alerta y no descuidar nuestra vida espiritual.  

¿Se caracteriza tu vida por la obediencia a Dios y su Palabra? El pecado nunca debe ser el estilo de vida de un cristiano ni debe ser permitido bajo la premisa “nadie es perfecto”. Recordemos las palabras del sabio, “Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable” (Eclesiastés 10:1). 

Saúl parecía ser el hombre indicado para el cargo de ser el primer rey en Israel. Era pequeño en sus propios ojos (1 Samuel 15:17), pero su corazón rápidamente se llenó de orgullo. “Pequeños descuidos” que Saúl permitió en su vida le fueron alejando cada vez más de Dios, al punto que lo vemos al final de su vida disfrazado para ir a consultar una adivina. Dios había mandado a Saúl a exterminar a Amalec. Saúl cumplió parcialmente el mandamiento de Dios, pero dejó vivo “lo mejor” de Amalec. Amalec es una figura de la carne en el creyente. Ese impulso dentro de nosotros que se inclina y responde al pecado y la tentación.

Si no hacemos “morir lo terrenal en nosotros” (Colosenses 3:5) tarde o temprano nos pasará factura. Saúl fue descuidado en su vida espiritual. Luego de su muerte, David lamenta que “fue desechado el escudo de los valientes, el escudo de Saúl, como si no hubiera sido ungido con aceite” (2 Samuel 1:21). Los soldados cuando salían a la batalla ungían sus escudos con aceite para que las flechas no golpearan con ímpetu, sino que resbalaran. ¿Qué pasó con Saúl? Por lo que dice David, parece que Saúl se descuidó y no ungió su escudo con aceite. No estaba preparado para la batalla, el enemigo le alcanzó y con una sola flecha le destruyó. 

La carne no advierte cuando ataca. El maligno no avisa cuando va a lanzar los dardos de fuego. Tenemos que siempre estar preparados. La carne se enfoca en mirar hacia adentro, para confiar en nosotros mismos. La fe pone su mirada arriba, de donde viene nuestro socorro, para confiar en nuestro Señor Jesucristo que fue perfecto y sin pecado, quien es nuestro Gran Sumo Sacerdote en los cielos. 

No comiences tu día sin estar preparado con el escudo de la fe.
 

¿Quién reina?


¿Quién reina?

“Y Jonatán se quitó el manto que llevaba, y se lo dio a David, y otras ropas suyas, hasta su espada, su arco y su talabarte” (1 Samuel 18:4)
Saúl era el rey en Israel y Jonatán, su hijo, era el heredero al trono. Jonatán era un hombre muy diferente a su padre. Saúl era un hombre carnal, desobediente y orgulloso, mientras que Jonatán era un hombre humilde, obediente y espiritual. Dios ya había desechado a Saúl para que no reinara por causa de su desobediencia, pero él no daría su brazo a torcer tan fácilmente. Intentó matar a David con el fin de que no hubiese impedimento para Jonatán reinar. 
Sin embargo, es llamativo ver que Jonatán, sabiendo que David había sido ungido como el próximo rey en Israel, cedió voluntariamente a David el derecho al trono. Jonatán no se unió a su padre en el complot para matar a David, más bien le protegió de su padre, y el alma de Jonatán quedó ligada a la de David. Una muestra de esto es lo que hace Jonatán al entregarle su manto, espada, arco y talabarte. Estaba reconociendo que David era el rey. Estaba cediendo el trono que le correspondía a Jonatán ocupar. Un tiempo más tarde Jonatán le pide a David que haga misericordia de él y no lo trate como a uno de sus enemigos.

¿Cómo eres tú? ¿Serás como Saúl que no quieres dejar que el Señor sea quien gobierne tu vida, o serás como Jonatán que voluntariamente te consagras a Él y dejas que Cristo sea quien tome el control? A veces no queremos dar nuestro brazo a torcer, queremos ser quien tome las decisiones, quien dé los pasos, quien se siente en el trono y reine en nuestra propia vida. Así las cosas no van a ir bien. Tenemos que rendiros voluntariamente al señorío de Cristo. “a este Jesús... Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hechos 2:36). 
¿Es Cristo el Salvador de tu alma? Si no lo es, no le sigas rechazando. Él venció la muerte y el pecado para salvarte de la condenación. Si Cristo es tu Salvador, entonces también es tu Señor. Como dijo Tomás, “Señor mío, y Dios mío” (Juan 20:28), y también Pablo, “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hechos 9:6).

Para que el reino de David fuera estable Jonatán tuvo que morir en batalla. Para que Cristo controle verdaderamente nuestra vida debemos hacer “morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” (Colosenses 3:5). “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30). Es así como el Señor Jesucristo tendrá la libertad de reinar en tu corazón y llevarte por el camino de su voluntad.
Entonces, en tu vida, ¿quién reina? 
Miguel Mosquera

martes, 4 de junio de 2019

Si el Señor viniera a tu casa

Si el Señor viniera a tu casa
Si el Señor viniera a tu casa a pasar algunos días;
si viniera sin aviso, ¿cómo le recibirías?
¡Ah! Yo sé que le darías tu mejor habitación,
y la mejor comida, sazonada a perfección.
Le asegurarías que es un gozo sin igual
tener un huésped tan honrado visitando tu hogar.

Pero al ver a tu puerta al Visitante tan distinguido,
¿correrías, complacido, a decirle: ¡Bienvenido!?
¿O tendrías que cambiarte antes de dejarle entrar,
esconder esas revistas, y poner la Biblia en su lugar?
¿Y qué del aparato que sueles contemplar?
¿Dónde lo pondrías, o lo tendrías que tapar?

Y esa última palabra, que en tu ira pronunciaste,
¿desearías que la Visita, al llegar, no la captase?
Y si por unos días se quisiera Él quedar,
con lo que siempre haces ¿podrías continuar?
¿Aún pronunciarías lo que sueles tú hablar?,
y la forma de tu vida, ¿la tendrías que cambiar?

¿No sería diferente toda tu conversación,
la lectura de la Biblia y los ratos de oración?
¿Dejarías que Él oyera tu cántico usual
y los libros que a tu alma son comida espiritual?
¿Llevarías a tu Amado a todos los lugares
dónde ibas tú a ir, o cambiarías tus planes?

¿Te daría pena si Él llegara a conocer
tus mejores amistades, o sería un placer?
¿Muy contento estarías si Él viniera a quedarse,
o estarías aliviado cuando al fin se marchase?
Sería interesante saber lo que harías,
si Él viniera a tu casa a pasar algunos días.
- Copiado, pero no sé de quién

Su fidelidad y constancia


Su fidelidad y constancia

“Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente; de generación en generación haré notoria tu fidelidad con mi boca.” (Salmo 89:1) 

El salmo 89 es el salmo de la fidelidad de Dios. La palabra hebrea emuná aparece 7 veces en este salmo, más que en cualquier otro capítulo del Antiguo Testamento.

La vemos en los versículos 1, 2, 5, 8, 24, 33 y 49. Aunque en nuestra traducción aparece cinco veces traducida como “verdad” es la idea del primer versículo la cual es desarrollada a lo largo del salmo.  

Es usada por primera vez en la Biblia en Éxodo 17:12 cuando Israel estaba peleando contra Amalec y Moisés se encontraba en la cima del monte con la vara en su mano y sus manos levantadas. Cuando Moisés bajaba sus manos Amalec prevalecía en la batalla, cuando Moisés levantaba sus manos Israel prevalecía. Las manos de Moisés se cansaban, así que Aarón y Hur le sostuvieron sus manos de manera que “hubo en sus manos firmeza [emuná=fidelidad] hasta que se puso el sol”.

Como hombre Moisés se cansaba, ¡qué contraste con nuestro Gran Sumo Sacerdote en los cielos! El Señor Jesús "no desfallece, ni se fatiga con cansancio” (Isaías 40:28). 

En este salmo aprendemos varias cosas acerca de la fidelidad de Dios.
·        La fidelidad de Dios no cambia con el tiempo (v.1). Aunque las generaciones pasan, Dios siempre permanece fiel.
·        Está establecida en los cielos (v.2) porque no se ve alterada por las circunstancias terrenales.
·        Es su fidelidad que guarda los pactos (vv.3-5), y a pesar de los errores de David y de su descendencia, esto no hizo que Dios cambiara ni fallara a su pacto.
·        La fidelidad y la misericordia de Dios van íntimamente relacionadas (v.24).
·        Dios no es fiel como premio a nuestra conducta, sino que a pesar de ser indignos y sin merecer su cuidado, Él está siempre a nuestro lado e intercede a nuestro favor.
·        Nunca hará fallar su fidelidad (v.33) ya que es parte del carácter de Dios.
·        A pesar de que las circunstancias parezcan decir lo contrario (v.49) Dios siempre será firme y fiel a su palabra, a sus promesas y a su pacto. 

Con razón el salmo termina, “Bendito sea Jehová para siempre. Amén, y Amén”. 
Miguel Mosquera

EJERCICIOS COTIDIANOS
“Cada día” se nos instruye:
Velar Pr. 8:34
Tomar la cruz Lc. 9:23
Orar a Dios Lc. 18: 1
Testificar Hch. 5:42
Leer la Biblia Hch. 17:11
Entregarse 1 Co. 15:31
Regocijarse Fil. 4: 4
Exhortar Heb. 3:13

“EL FIN DE TODAS LAS COSAS
SE ACERCA”
(1 Pedro 4:7)
Se acabará la:
Oración a Dios Is. 55: 6
Oferta de salvación Lc. 13:25
Obrar para el Señor Lc. 19:13
Ocasion para servir Ro. 13:11
Oscura visión nuestra 1 Co. 13:12
Oportunidad de invitar 2 Co. 6: 2
Observancia de su orden Heb. 10:25

Serie: Mandamiento Bíblico

Estos son los animales que comeréis,   no comeréis éstos:”, v. 2-3. Levítico 11. 1-8, 43-47; 1 Timoteo 4, 3-4. Leer. En Levítico 11 tene...