Mirando hacia adelante,
31 de diciembre de 2018
¡Qué rápido se ha acabado el año viejo y qué pronto
ha llegado el nuevo! Mirando hacia atrás, decimos con Samuel: “Hasta aquí nos
ayudó Jehová” (1 S 7.12). Mirando hacia adelante, decimos: “En tu mano están
mis tiempos” (Sal 31.15). En medio de los dos tiempos miramos hacia arriba,
hacia Aquel que ha de venir, “[que] vendrá y no tardará” (He 10.36). ¡Qué
maravilloso año sería si fuera el de la venida de nuestro amado Salvador!
En Josué 1, Josué
y los israelitas estaban frente a la tierra prometida. Moisés ya había muerto y
también casi toda su generación; murieron fuera de sus fronteras. Moisés (la
ley) no pudo hacer entrar al pueblo de Dios a su herencia. Se necesitaba a
Josué (o Jesús en griego), representante de la gracia, el principio de
poder. “El pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la
ley, sino bajo la gracia” (Ro 6.14).
Le esperaban a
Josué obstáculos imposibles, enemigos fuertes y la tremenda responsabilidad de dos
o tres millones de personas. Dos veces Dios le dio la promesa de su
presencia (vv 5, 7). Tal promesa le fue dada a Jacob cuando huía de su
hermano (Gn 28.15), así como a los hijos de Israel poco antes de la muerte de
Moisés (Dt 31.6, 8), a Salomón antes de edificar el templo (1 Cr 28.20), y a
los hebreos a punto de sufrir mucha persecución (He 13.5). Cristo se la dijo a
sus discípulos al mandarlos a evangelizar un mundo perdido: “Y he aquí que
estoy yo con vosotros siempre, hasta la consumación del siglo” (Mt 28:20 VM).
Grandes retos requieren grandes recursos.
Tres veces en
Josué 1 la misma palabra hebrea describe la tierra como regalada: v. 2 “doy”,
v. 3 “entregado”, y v. 6 “daría”. No obstante, tuvieron una gran pelea
para poseerla. ¡Imagínese que algún amigo le regala un helicóptero de
juguete pero nunca lo abre, ni lo saca, ni lo prueba y al final lo pone en un
clóset! ¡Imagínese tener una casa regalada sin jamás habitarla! ¿Así es Cristo,
la Biblia, la asamblea, la herencia espiritual para usted? Josué tuvo que
repartir la tierra a las nueve tribus y media. Gracias a Dios por hombres
capaces que nos ayudan a disfrutar nuestra porción en Cristo.
Dios le prometió a
Israel su protección para prevalecer contra sus enemigos (v.
5). Aunque fallamos, no estamos destinados al fracaso. Al contrario, somos más
que vencedores por medio de Aquel que nos amó (Ro 8.37).
¡Josué, tú eres un
líder! ¡Practica lo que predicas! Solamente esfuérzate y sé
muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés
te mandó (v. 7). No podemos conducir a otros por un camino por donde no vamos
nosotros mismos primero.
¡La palabra es
primordial! Nunca (continuamente) se apartará de tu boca
(conversacionalmente) este libro de la ley, sino que de día y de noche
meditarás en él (contemplativamente), para que guardes y hagas conforme a todo
lo que en él está escrito (cumplidamente); porque entonces harás prosperar tu
camino (crecidamente), y todo te saldrá bien (contentamente), (v. 8).
Dios le dijo a Josué que pasara el Jordán, algo
completamente imposible (v. 2). Josué no sabía cómo, pero les dijo a los
oficiales que en tres días lo iban a cruzar (v. 11). No titubeó en
incredulidad, pues el justo vivirá por la fe (He 10.28). En 2018 lo imposible
es hecho posible porque Él mismo ha dicho: “NUNCA TE DEJARÉ NI TE DESAMPARARÉ,
de manera que decimos confiadamente: “EL SEÑOR ES EL QUE ME AYUDA; NO TEMERÉ.
¿QUÉ PODRÁ HACERME EL HOMBRE?” (He 13.5, 6 NBLH).
Por Tomás Kember
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