El que hiriere a alguno, haciéndole así morir, él morirá.”, v.12.
Éxodo
21. 12-14; Génesis 9. 1-6; Romanos 13. 1-4. Leer.
Este
mandato confirma que para el delito de homicidio, la pena capital es una
institución divina. El contexto muestra que el asesinato accidental no atrae la
pena capital, pero el asesinato premeditado sí. Fue después del diluvio que
Dios dio por primera vez el mandato de infligir una sentencia tan severa, (Génesis
9. 6). La vida humana ha de ser respectada, porque el hombre fue creado a la
imagen de Dios, por lo que quitar la vida es una flagrante falta de respeto
hacia Él, por lo tanto Su insistencia en la pena máxima.
Es
responsabilidad del estado mantener esta institución divina, porque un hombre
en el gobierno es visto como un "servidor de Dios", (Rom. 13. 4).
"No en vano lleva espada" y es "un vengador"; estas
declaraciones indican el deber del gobierno de mantener la ley y el orden en la
forma divinamente ordenada.
Muchos
santos tienen un problema con la idea de la pena capital y declaran que nunca
se atreverían a tirar de la palanca de la trampilla, ni accionar el
interruptor, ni inyectar la dosis letal. No se le pide que lo haga; esa
responsabilidad recae en el estado.
Los
críticos de la Biblia alegan que el libro es inconsistente, ya que un versículo
de la Escritura insiste en ojo por ojo, diente por diente y vida por vida,
mientras que otro nos instruye a poner la otra mejilla. Cuando se tiene en cuenta
el contexto, no hay contradicción. En el primero, se brinda orientación al
sistema judicial de Israel; Según lo “juzgaren los jueces", (Éxodo 21. 22).
En el segundo, el Señor Jesús está instruyendo a Sus discípulos acosados
para que eviten un espíritu de venganza, (Mat. 5. 38-42).
Se
ha discutido mucho sobre si la pena capital es un factor disuasorio o no. Desde
una perspectiva bíblica, ese tema no es parte del debate. Puede haber la
sugerencia de que el factor miedo puede frenar la conducta imprudente, (Rom.
13.1-5), pero, en la Biblia, ¡el castigo estaba destinado a ser un castigo!
Para delitos menores habría una pena adecuada, pero no era tratamiento,
reeducación o rehabilitación: era un castigo. Ignorar el mandato de Dios
nunca vale la pena. David cerró los ojos ante el hecho de que Absalón era un
asesino y, en consecuencia, miles más perecieron, (2 Sam. 13 al 20). Del
asesino se dice que "seguramente será condenado a muerte".
Precious
Seed. Traducido.
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