Personajes del Antiguo Testamento. N° 4.
Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
en los años 1970 en la revista Truth
& Tidings
Job, el hombre perfecto y recto
Le dijo Dios a
Satanás: "¿No has considerado a mi siervo Job?" Nosotros
"consideraremos" a Job de varias maneras: su carácter, conocimiento, conflicto,
compañeros, Señor y fin.
El libro y el hombre
El Libro de Job es un
tratado sobre una de los enigmas de la vida: ¿Por qué sufren los justos?
Reconocemos que nos deja perplejos el hecho de que Dios permita a Satanás tocar
a un hombre como su siervo Job y que hoy "todos los que quieren vivir
piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución", 2 Timoteo 3.12. Muchos
del pueblo de Dios sufren de maneras inexplicables, ¿pero por qué Job? Sus
experiencias han sido un estímulo a muchos que han llevado cargas pesadas por
razones ajenas a su control.
En cuanto a los
tiempos de este varón, es evidente que el Libro de Job es uno de los más
antiguos, si no el más antiguo, en la Biblia. Parece que Job vivió antes de Abraham, o
antes de que Dios llamara a éste, y ciertamente antes de Moisés. No se conocían
las ceremonias ni el sacerdocio levítico cuando Job vivía. Él era sacerdote en
su propio hogar, ofreciendo holocaustos según el número de su prole, ya que
"quizás habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus
corazones". Esto lo hacía continuamente.
Es muy poco lo que
sabemos de sus antepasados y nacionalidad; este libro no incluye fechas.
Aprendemos del 12.15 que fue escrito después del diluvio, "Si él detiene
las aguas, todo se seca; si las envía, destruyen la tierra"; y de
22.15,16, "¿Quieres tú seguir la senda antigua que pisaron los hombres
perversos, los cuales fueron cortados antes de tiempo, cuyo fundamento fue como
un río derramado?"
Job vivía en Uz. Nada
indica que era peregrino, como eran Abraham, Isaac y Jacob. No hay mención de
él en Hebreos 11, donde dice que los patriarcas confesaban que eran extranjeros
y peregrinos sobre la tierra. Job no recibió ningún llamado a separarse, y por
cierto esto sugiere que vivía antes de que Abraham haya sido mandado a hacerlo.
No hemos sido
informados quién escribió el Libro de Job. Algunos opinan que Moisés lo hizo,
pero especular sobre el punto tal vez no sea provechoso.
Convicción y Fe
Nos capta la atención
el reto de Dios a Satanás: " ¿No has considerado a mi siervo Job?"
Con estas palabras Dios lo presentó al acusador de una manera innegable, aunque
Satanás sí cuestionaba su motivo: "¿Acaso teme Job a Dios de balde?"
Los detalles acerca
de sus riquezas y dignidad dejan en claro que era hombre poco común. "No
hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y
apartado del mal". Perfecto,
desde luego, no quiere decir que era sin pecado; nadie puede aspirar a eso. El
hombre perfecto del Antiguo Testamento era uno que estaba en la debida posición
ante Dios, y el recto era uno que vivía piadosamente. Tanto Dios como Satanás
tenían un interés especial en Job; Dios lo contemplaba con agrado y Satanás con
malicia. En este libro encontramos el concepto que Dios, Satanás y Job mismo
tenían de Job.
Aun cuando no está
mencionado directamente en Hebreos 11.13, "conforme a la fe murieron todos
éstos". Job tenía un conocimiento de Dios muy llamativo. Su gran y hermosa
declara- ción está en 19.25,26: "Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se
levantará sobre el polvo; y después de
deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios". Obsérvese qué sabía
de las verdades divinas:
1.
Tenía un
Redentor personal. No está relatado cómo lo fue revelado al patriarca. Al haber
conocido el himno, él hubiera cantado: "Redentor, Redentor, ¡qué alegría
tuyo ser!"
2.
Sabía que
su Redentor vivía. Es una prueba irrefutable de que el Hijo de Dios existía
antes de su encarnación.
3.
Job sabía
que su Redentor se levantaría sobre la tierra. Al fin nos lleva más allá del primer advenimiento del Señor, cuando
el niño nació de la virgen.
4.
Tenía
conocimiento de la resurrección; a saber, que en su cuerpo vería a Dios. Sabía
que su cuerpo iba a morir y ser sepultado, pero Dios le daría otro y en ése lo
iba a contemplar.
No dudaba; dijo: Yo sé. La fe lo sostenía en la prueba
severa y él vivía a la luz y en el disfrute de la esperanza bienaventurada de
ver a su Redentor cara a cara.
Sus conflictos o pruebas
Habiendo tomado nota
de la fe y la convicción de Job, veamos ahora sus pruebas. Uno puede pensar que
el favor divino le era negado en cada una de sus aflicciones; él tuvo que
enfrentar un desastre tras otro. Merodeadores llevaron sus bueyes, ovejas y
camellos; sus siervos cayeron a espada; y, peor, sus diez hijos murieron
violentamente. Job se levantó, quitó su manto, se arrodilló y adoró. "En
todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno". Luego él
fue obligado a sufrir en cuerpo propio, con sarna maligna de pies a cabeza. Lo
vemos sentado en ceniza, rasgándose con un tiesto.
Además, y
posiblemente lo peor de todo, su esposa le dijo: "¿Aún retienes tu
integridad? Maldice a Dios, y muérete". Ella ha debido ser una ayuda, un
apoyo; es un golpe duro cuando la esposa traiciona a uno. Cierto, ella recién
había perdido a todos sus hijos, pero mejor hubiera sido conversar con Job para
consolarlo. Pero él le dio una respuesta excelente: "¿Qué? ¿Recibiremos de
Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?"
El objetivo de la
aflicción de este hombre fue el de descubrir la falsedad de la acusación de
Satanás al decir: "Extiende ahora tu mano y toca lo que tiene, y verás su
blasfemia contra ti". De manera que Job sufrió rechazo de parte de su
esposa, extremo dolor en su cuerpo, la actitud por demás chocante de sus amigos
y las acusaciones de Eliú. Entonces Dios intervino y esto puso fin al proceso.
Sus compañeros en el intercambio.
Es de notar que la
mayor parte del libro relata la conversación entre Job y sus amigos. Contamos
con una trascripción fiel de sus disputas, pero esto no quiere decir que
Elifas, Bildad y Zofar hayan hablado por inspiración divina. El relato es
inspirado, pero no así los criterios. Debemos llevar en mente la distinción
entre lo que las Escrituras enseñan y los dichos que narran. Por ejemplo,
leemos en 1 Reyes 13.18, "le dijo, mintiendo", y sin duda así fue,
pero esto no quiere decir que la mentira haya sido inspirada.
Sin duda los amigos
de Job dijeron mucho que era cierto en sí, pero no aplicable al hombre a quien
acusaban. Es más, mucho de aquello fue refutado fácilmente. Alguien ha dicho
que lo único amigable de los amigos de Job fue el hecho de visitarlo en su enfermedad
y tribulación. La bondad los llevó pero su falta de comprensión del porqué de
las cosas resultó en que fuesen impedimento en vez de ayuda.
Estos tres amaban a
Job pero no lograron comunicar la simpatía que él anhelaba. Se desvistieron,
echaron polvo sobre sus cabezas, lloraron y se sentaron en el suelo con él. Se
dieron cuenta de que su angustia era grande, y guardaron silencio por una
semana.
Esto dio lugar a la
primera intervención de Job. Exclamó: "Perezca el día en que yo nací, y la
noche en que se dijo: Varón es concebido". Prosiguió con acusaciones
indecorosas. Por supuesto, la teoría de los amigos era que Job había pecado y
que todo su sufrimiento era castigo por su pecado. Nada sorprende que haya
protestado "consoladores molestosos sois todos vosotros". Estos
hombres descorteses no tenían nada; sus palabras eran frías, negativas y
abstractas. Percibían a Job como un hipócrita.
Las respuestas de Job
fueron contenciosas más que todo. El problema era que Job no conocía a Job.
Dijo: "Atribuiré justicia a mi Hacedor", y "Mi justicia tengo
asida, y no la cederé; no me reprochará mi corazón en todos mis días".
Parece que le costaba involucrar a Dios en todo el asunto. Si bien Dios lo iba
a vindicar ante sus amigos, su lamento era: "¡Quién me diera el saber
dónde hallar a Dios! Expondría mi causa delante de él, y llenaría mi boca de
argumentos".
Otro hombre se
presenta en el capítulo 32 en la persona de Eliú, y él le habla a Job de una
manera diferente de como habían hecho los tres. Eliú estaba muy molesto con Job
y procuró justificar a Dios en todo el asunto. Su intervención tuvo un efecto
muy profundo sobre Job, y éste no podía contestarle como había hecho con los
amigos.
Su Señor y su fin
El Señor respondió
desde un torbellino. Cómo lo hizo, no sabemos; probablemente fue en voz
audible. Job había expresado el deseo de tratar directamente con Él, y Dios lo
concedió. En vez de razonar Job con Dios, o procurar justificarse como había
hecho ante sus amigos, Dios razonó con Job para su mayor incomodidad y pena. La
majestad del Creador lo hizo sentir su propia indignidad; ahora exclama:
"He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pondré sobre mi boca
… me arrepentiré en polvo y cenizas". Todo ha cambiado ahora; él ha dejado
de decir "mi justicia tengo asida". El camino fue largo, pero llegó a
su fin previsto.
"Bendijo Jehová
el postrer estado de Jacob más que el primero". Las consecuencias de este
drama divino fueron asombrosas, dejándonos ver "el fin del Señor", el
objetivo que Dios había tenido en mente.
Siglos más tarde
Santiago escribió: "Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el
fin del Señor; que el Señor es muy misericordioso y compasivo". La secuela
se conformó con toda la prueba experimentada. Los amigos de Job se quedaron reprendidos,
llevados al arrepentimiento y mandados a ofrecer los sacrificios que Dios
exigió. Fueron asegurados que Job oraría por ellos, cosa que les caería como
gran reprensión, porque pensaban que él necesitaba las oraciones suyas.
"Quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y
aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job".
La bendición vino
repentinamente y la restauración quedó realizada. De nuevo nuestro protagonista
era el mayor en el Oriente. Pensamos en Ana: "Jehová empobrece, y él
enriquece; abate y enaltece. Él levanta del polvo al pobre". Así con Job:
"Vinieron a él todos sus hermanos y todas sus hermanas, y todos los que
antes le habían conocido, y cada uno de ellos le dio una pieza de moneda".
La lección
La lección que
aprendemos está en cómo se portó durante esta catástrofe un gran hombre,
"perfecto" en su relación con Dios, recto en su conducta, con una
actitud correcta ante sus hijos y benévolo con sus prójimos. Haríamos bien en
preguntarnos cómo nos hubiéramos portado en circunstancias tan extremadamente
difíciles. Para el hijo de Dios es un gran consuelo saber que somos objetos de
su incesante amor y cuidado.
La disciplina divina
no siempre es con miras a castigar, sino puede ser con el fin de prevenir, o en
las palabras del 33.17, "para quitar al hombre de su obra, y apartar del
varón la soberbia". Puede ser instructiva; "les señala su
consejo", dice el versículo anterior. Es decir, la disciplina lo hace a
uno ver qué le conviene.
El punto clave para
el hijo de Dios que está bajo la mano aleccionadora es el de Hebreos 12.11:
"los que en ella han sido ejercitados". Y, tiene su
"después": da fruto apacible de justicia. Job salió del proceso con
el doble de lo que tenía al entrar, y su vida es un cuadro de cómo se logra
"el fin del Señor". Este "fin" fue un final muy feliz para
Job. El Señor quiso llevar a Job a no confiar en sí, y luego bendecirlo.
"Después de esto vivió Job ciento cuarenta años, y vio a sus hijos, y a
los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación. Y murió Job viejo y lleno
de días".
Exclamó el salmista
en el 119.71: "Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus
estatutos".