EL
ADORNO DEL CRISTIANO: LA
INTEGRIDAD.
Indiferente
partes de las Escrituras se nos habla de la INTEGRIDAD como un
especial atributo que forma parte de la personalidad de Dios mismo y que por lo
tanto, como hijos de Dios, estamos obligados a practicarla.
Integridad
es sinónimo de honradez, rectitud, pureza, y justicia, virtudes estas que deben
adornar la vida y acciones de cada cristiano. “Ahora, pues, temed a Jehová, y
servidle con integridad y en verdad”, Josué 24:14. Así se refirió Josué a las
tribus de Israel que había reunido en Siquem. Y David en el Salmo 15 dice que
para poder disfrutar de la dulzura y del abrigo de la casa de Dios, es
necesario andar en integridad, hacer justicia, hablar verdad, no calumniar ni
hacer mal al prójimo.
Lamentablemente muchas veces olvidamos que somos hijos de
Dios, ofrecemos y no cumplimos; hablamos mal de nuestro hermano y luego negamos
lo que hemos dicho. Cometemos un error y no somos capaces de admitirlo ni
corregirlo, debemos y no pagamos y en muchos aspectos procedemos con engaño
como los hijos de tinieblas. Tales hechos deben llamarnos a reflexión porque el
Señor dijo: “por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se
recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” Mateo 7:16.
Cuando niño se oía muy a menudo decir de los
inconversos que los evangélicos eran personas honradas, gente en la que se podía
confiar con los ojos cerrados, cuyas palabras era “un documento”. Pero atendida
que el tiempo pasa y la maldad se multiplica, el espíritu de engaño, de mentira
y de maldad ha llegado ha influenciar a los mismo creyentes.
Cuando hablamos de esta manera no nos estamos
refiriendo a la regla sino a las excepciones (para sastifaccion de los hermanos
que procuran practicar la integridad). Tenemos la completa convicción que el
“Lavacro de la regeneración” (Tito 3:5) es suficiente para transformar y
renovar al hombre; pero para que esta verdadera transformación ocurra en
nuestra vidas tenemos que darle cabida al Espíritu del Señor para que inunde
todo nuestro ser y tenga lugar aquella maravillosa promesa del Señor en Juan
14:21: El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el
que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a
él.
Cuando el cristiano ha permitido que su cuerpo sea “templo
del Espíritu Santo” (1 Corintios 6:19) es imposible que Satanás se adueñe de el
para incitarle a a practicar las obras de la tinieblas. Este deseo de que el Señor more en nosotros también
formaba parte del anhelo de David cuando en el Salmo 101 dijo: “Entenderé el
camino de la perfección Cuando vengas a mí. En la integridad de
mi corazón andaré en medio de mi casa. No pondré delante de mis ojos
cosa injusta. Aborrezco la obra de los que se desvían”; mientras que el
Señor inspiro a su siervo para dejarnos este precioso mensaje: “mis ojos pondré
en los fieles de la tierra, para que estén conmigo; El que ande en el
camino de la perfección, éste me servirá.”,v 6.
R.G.M.
Tomado del folleto Mensajes de
Aliento, Paz y Acción.
Junio Año 1981.
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