“El Señor no habría Escuchado”
Estas palabras que podemos leer en el Salmo
66:18, son el resultado y las consecuencias del pecado no confesado al Señor: “Si en mi corazón hubiese yo
mirado a la iniquidad,
El Señor no me habría escuchado”.
Los cristianos debemos a diario
hacernos un examen de nuestros pensamientos, acciones, palabras y hechos
delante de Dios, confesándolo.
Esto con el propósito de que no
nos habituemos al pecado, teniéndolo en poco. En todos los hombres de Dios hubo
la preocupación por hacer un examen continuo de su corazón delante del Señor.
Por ejemplo, el Salmo 139:23-24, hallamos las siguiente expresión, “Examíname,
oh Dios, y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno”.
Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno”.
Cuando oramos al Señor es necesario que
tengamos limpieza de corazón, porque de lo contrario, nuestras oraciones serán
abominación delante de Dios, y el tapara sus oídos a nuestro clamor.
El pecado cuya barrera se interpone debe ser
extirpado y desechado; no permitiendo
que se enseñoree de nosotros, como dice la palabra de Dios.
Además, existen cosas guardadas muy
profundamente en nuestros corazones, que algunas veces no nos damos cuenta de
ellas, tales como: raíz de amargura, murmuración, envidia, celos, contiendas,
etc. Creyendo que aun en tales condiciones andamos bien.
Las alabanzas y oraciones de un creyente en
tal situación son echadas de la presencia de Dios por cuanto hay iniquidad en
el corazón, esto lo confirma el Salmo 66:20, “Bendito sea Dios, Que no echó de sí mi oración,
ni de mí su misericordia”.
Es necesario que hagamos de corazón
una evaluación de nuestra vida diaria y pidamos al Señor que nos ayude a
expulsar de nuestra vida, todo aquello que nos estorbe nuestra comunión con el.
Tomado del folleto: Mensaje de Aliento, Paz y
Acción.
R.G.M. Agosto de 1981.
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