Vamos
a considerar en 1° Corintios 16, versículos 1 a 4.
Una
de las metas que tenía Pablo para su tercer viaje misionero fue levantar fondos
para ayudar económicamente a los creyentes pobres de Jerusalén. Romanos
15:25-26 nos habla de esto: «Mas ahora
voy a Jerusalén para ministrar a los santos. Porque Macedonia y Acaya tuvieron
a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en
Jerusalén.»
Esto
permitió a Pablo dejar importantes principios que rigen el dar, no sólo para
ayudar a los pobres, sino para satisfacer las necesidades de la iglesia en
general. Si una iglesia está interesada en saber cómo se debe ser el dar al
Señor, es necesario que ponga mucha atención en esos principios que Pablo ha
dejado. Esto también nos debe hacer pensar, en que el dar, debe ser muy
importante para Dios, como para que haya dejado tantos principios que debemos
seguir, sin embargo, es triste que muchos de nosotros, tomamos el dar tan
ligeramente, pensando que solamente es cuestión de meter la mano al bolsillo,
sacar unas cuantas monedas y depositarlas en el plato de la ofrenda.
Miremos
con atención a los principios para el dar que Pablo nos deja en el pasaje bíblico
que tenemos para nuestro estudio de hoy. 1 Corintios 16:1-4 dice: «En cuanto a la ofrenda para los santos,
haced también vosotros de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada
primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya
prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces
ofrendas. Y cuando haya llegado, a quien hubiereis designado por carta, a éstos
enviaré para que lleven vuestro donativo a Jerusalén. Y si fuere propio que yo
también vaya, irán conmigo.»
En
este pasaje bíblico encontramos algunos principios que rigen el dar.
Primero, tenemos que reconocer que al ofrendar somos el
medio para que Dios supla determinada necesidad. Los santos de Jerusalén
estaban atravesando por profunda pobreza. A lo mejor esta pobreza fue el
resultado de una hambruna que por esa época se abatió sobre Judea, o tal vez
por la persecución que estaban padeciendo los creyentes en Judea. En todo caso,
entre los creyentes de Jerusalén había gran necesidad. Dios sabía lo que estaba
pasando y es natural que Dios trate de suplir esa necesidad.
Dios
tiene a su disposición todos los medios imaginables para suplir esa necesidad,
hasta podría hacer que lluevan billetes, pero en su gracia maravillosa, da a
los creyentes la oportunidad de satisfacer la necesidad de otros creyentes y de
la iglesia en general. Cada vez que entregamos una ofrenda, bien sea a la
iglesia local, o a un ministerio, o a una persona en necesidad, estamos siendo
instrumentos de Dios para satisfacer determinada necesidad. Dar es por tanto un
privilegio. Pablo había dado instrucciones sobre cómo contribuir a ese fondo de
ayuda a los necesitados en algunos lugares donde había estado, como en Galacia,
por ejemplo, y está por entregar las mismas instrucciones a los creyentes de
Corinto.
En
segundo lugar, el dar es un acto de adoración.
Cada creyente que se reunía en la iglesia en Corinto debía venir a la reunión
dominical preparado para dar su porción de esa semana. La iglesia primitiva se
reunía el primer día de la semana, no el séptimo día de la semana. ¿Por qué?
Pues, en conmemoración de la resurrección de Cristo. Recuerde que Cristo
resucitó en un primer día de la semana. También en conmemoración de la venida
del Espíritu Santo sobre la iglesia. Recuerde que el Espíritu Santo descendió
por primera vez con poder sobre la iglesia, el día de Pentecostés, que coincide
con el primer día de la semana.
Es
muy lamentable notar que una buena porción de los creyentes entrega sus
ofrendas por obligación y olvida que la ofrenda es en realidad un sacrificio
acepto que se entrega en adoración al Señor. Filipenses 4:18 dice al respecto:
«Pero todo lo he recibido, y tengo
abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis;
olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios» Dar debe ser un acto de
adoración a nuestro Salvador resucitado y ascendido. Así como disponemos el
corazón con anticipación para adorar al Señor en el culto dominical, también
debemos disponer el bolsillo con anticipación para adorar al Señor en el culto
dominical por medio de dar la ofrenda.
En
tercer lugar, el dar debe ser sistemático. El
texto habla de: «cada primer día de la semana». Eso significa: Cada domingo. No
era cuestión de que un domingo si, otro domingo tal vez, otro domingo no, otro
domingo si, etc. Pablo quería que como resultado de esta manera sistemática de
dar, se tenga listo el fondo para la iglesia de Jerusalén, de modo que cuando
Pablo llegue a Corinto, no sea necesario volverse locos para completar el fondo
para la iglesia de Jerusalén. Si los creyentes practicaran el principio de
ofrendar sistemáticamente, la iglesia no tendría que padecer necesidad como
ocurre con tanta frecuencia.
En
cuarto lugar, el dar debe ser personal e
individual. Cada uno de vosotros, dice el texto. Como en cualquier iglesia
local, en la iglesia en Corinto había creyentes ricos, creyentes ni tan ricos
ni tan pobres y creyentes pobres. Sin embargo, cada uno de los creyentes debía
dar algo al Señor. De esto aprendemos que el privilegio de dar no es sólo para
ricos, sino también para los pobres. No estoy diciendo que todos los creyentes
deben dar la misma cantidad, sino que todos los creyentes deben dar algo.
En
quinto lugar, el dar debe ser proporcionado.
En relación con el cuánto se debe dar, el Nuevo Testamento simplemente dice:
Según haya prosperado. Esto significa en proporción directa a lo que el Señor
haya dado al creyente. Los creyentes que tienen más, darán más, los creyentes
que tienen menos darán menos. Jesús alabó a una viuda pobre que dio dos
blancas, pero bien pudo haber condenado a un rico que hubiera dado dos blancas,
porque no está dando conforme a lo que ha prosperado. En otra parte del Nuevo
Testamento, se instruye a dar como se ha propuesto en el corazón. Note que no se
fija determinado porcentaje, sino que se deja abierta la posibilidad para que
el creyente sea tan generoso como quiera. Lo menos que se debería dar, tal vez
sea el popular diezmo, pero lo deseable sería que alguien dé el 15, o el 20 o
el 30 o el 50 o el 90 por ciento de sus ingresos. A más porcentaje, más promesa
de bendición. 2 Corintios 9:6 dice: «Pero
esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que
siembra generosamente, generosamente también segará.»
En
sexto lugar, el dar debe ser preparado con
anticipación. El texto dice: Ponga aparte algo. Durante la semana, el creyente
debe ir apartando lo que va a entregar como ofrenda el domingo, de modo que el
momento de recoger la ofrenda, no se vea en la obligación de decidir en ese
instante cuánto va a dar. Con demasiada frecuencia se ve en las iglesias
locales, una total falta de preparación de la ofrenda que se va a entregar al
Señor, al punto que inclusive algunos creyentes se atreven a solicitar cambio.
Usted sabe, quieren dan un dólar, pero tienen sólo un billete de cinco dólares.
Pues ponen el billete de cinco dólares y demandan cuatro dólares de cambio.
¡Qué vergüenza! ¡Qué falta de preparación! Es preferible no dar a hacer este
ridículo.
En
séptimo lugar, el dinero que se recoge debe
ser manejado con absoluta honestidad. Después de los problemas de inmoralidad
sexual, los problemas más comunes en las iglesias locales son los de malos
manejos del dinero que los creyentes entregan como ofrenda. Pero note lo que
Pablo recomendó a los creyentes en la iglesia de Corinto. Debían guardar el
dinero que recogían.
Esto
significa poner en un lugar seguro, de modo que nadie que no esté autorizado,
tenga acceso a ese fondo. Por otro lado, Pablo habla de que la iglesia de
Corinto debía designar por carta, a los que iban a llevar el donativo a
Jerusalén. Inclusive, si fuera propio, Pablo estaba dispuesto a formar parte de
ese grupo. Esto habla de un manejo diligente y transparente de los fondos de la
iglesia. Siempre será riesgoso que sea una sola persona quien maneje los fondos
de una iglesia. Debe haber más de una, por la elemental razón de seguridad de
todos.
El
diablo es muy astuto para incentivar la codicia aun en los creyentes más
maduros. Para evitar sorpresas desagradables hace falta tener un buen sistema
de contabilidad, para saber cuánto se recibe, cuánto se gasta, cuánto es el
saldo. Los líderes son los que establecen un presupuesto y aprueban los gastos
que sobrepasan determinado nivel, pero es aconsejable que sean los diáconos
quienes se encarguen de administrar la ofrenda de la iglesia. Como habrá
notado, lo que se da a la iglesia en calidad de ofrenda, demanda que se sigan
al menos estos principios fundamentales. Si se violan estos principios, la
iglesia local siempre vivirá en necesidad y los creyentes perderán la bendición
resultante de dar al Señor como él se merece.