14 APRENDIENDO
DE LA BIBLIA.
Con
la pregunta: "¿Es lícito dar tributo a César, o no?", los judíos
intentaron atrapar a Jesús en la explosiva lucha política de su tiempo.
Básicamente
querían que Jesús haga lo que cualquier político de su tiempo haría, esto es
tomar partido bien sea por los judíos o por los romanos, pero Jesús les
contestó: "Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de
Dios" según Mateo 22:17-21.
De
esta manera, el Señor Jesús enseñó el respeto a las autoridades terrenales y la
obligación de pagar los impuestos que imponen sin descuidar por supuesto que en
el fondo los judíos debían lealtad a Dios por ser su pueblo escogido.
Por
otro lado, el Señor Jesús habló muy duro en contra de los ricos. Dijo:
"difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos" según Mateo
19:23.
Sin
embargo, nunca habló de organizar una revolución para eliminar la pobreza, como
tal vez haría un político. También es digno de notar que Jesús jamás incitó al
pueblo a organizarse en contra de la injusticia, más bien enseñó diciendo:
"No os preocupéis por lo que habéis de comer... vuestro Padre sabe que
tenéis necesidad..." según Lucas 12:29,30.
Esto
jamás haría un político, porque de por sí, la política piensa que tiene la
llave para resolver el problema de la injusticia social.
Algunas
personas consideran a Jesús como el primer comunista porque enseñó la igualdad
entre los seres humanos, pero en el sentido de amar al prójimo y ayudar al
necesitado.
Esto
nada tiene que ver con teorías económicas como el comunismo, o el socialismo o
el capitalismo. Cristo no se hizo partidario de ningún sistema económico. Jesús
jamás se unió a la lucha de las clases.
Habló
con un rico cobrador de impuestos llamado Zaqueo y al escuchar el mensaje de
Cristo, Zaqueo declaró: "La mitad de mis bienes doy a los pobres" De
igual manera Jesús habló con ciegos, leprosos y proscritos de la sociedad.
Jesús trató con todos por igual.
El
Señor Jesús jamás luchó para cambiar las leyes civiles. Al contrario, luchó
para cambiar los corazones. Enseñó mucho sobre la obligación de ayudar a los
pobres, no por la fuerza, ni por el cambio del sistema político-económico, sino
por medio del amor de Dios derramado en sus corazones.
Jesús
rehusó entrar en la lucha por los "derechos humanos". Todo su interés
lo puso en los deberes humanos.
Una
vez pretendieron las multitudes apoderarse de Jesús para hacerle rey. Pero
Jesús rotundamente rehusó aceptar este poder político. Al día siguiente Jesús
condenó a todos los materialistas, llámense comunistas, socialistas, o
capitalistas, sean ricos o pobres.
Dijo:
"Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida
eterna permanece" según Juan 6:15, 27.
Más
tarde explicó: "Mi reino no es de este mundo" según Juan 18:36. El
reino del Señor Jesús no es político; es espiritual, es del corazón.
Cristo
no vino para reformar los gobiernos del mundo. Al contrario, Cristo vino para
cambiar a los hombres individualmente. "Vino a buscar y a salvar lo que se
había perdido" según Lucas 19:10.
Vino
a prepararnos para la muerte y el encuentro con nuestro Dios. Para esto era
necesario que muera en la cruz, tomando el lugar del pecador. ¿Qué político
está dispuesto a sacrificarse por alguno de quien no puede obtener nada a
cambio?
Bueno
el Señor Jesús lo hizo. A la luz lo expuesto, que no es todo lo que se podría
argumentar, es obvio que Jesús de ninguna
manera fue un político de su
tiempo.
--
srhr
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