jueves, 22 de febrero de 2018

Abisai, el principal entre tres

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 24.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Abisai, el principal entre tres

Abisai, sobrino de David, era hermano de Joab y Asael. Joab era general del ejército y Asael "fue de los treinta". Estos tres hermanos se dedicaron a la causa de David y se caracterizaban por gran celo en su lealtad a él.
Gracias a un acto de valor, Joab ascendió a la posición que tenía, pero es evidente que Abisai era más dedicado a David que lo era Joab. Él compartió el destierro con David, cosa que Joab no hizo, y estaba siempre cerca de él en momentos críticos. Sus hazañas incluyeron acompañar a David solo de noche en el campamento de Saúl, 1 Samuel 25.5 al 9; la matanza de trescientos filisteos; el rescate de David del gigante Isbi-benod, 21.16,17; y la derrota de los edomitas, 1 Crónicas 18.12.
Si bien Abisai no tenía la relevancia que disfrutaba su hermano, se ve que era el más honorable de los dos. Con todo y ser general, el nombre de Joab no está incluido en las listas de los notables, mientras que Abisai está entre los primeros.
Sus manos no estaban manchadas de la sangre de gente inocente, pero las de Joab más de una vez. No lo encontramos promocionándose a sí mismo. Su nombre, encontrado veinticuatro veces en los Libros de Samuel y Crónicas, quiere decir "padre de dones", "bondadoso", o también "fuente de riqueza". Él cumplió con estos apelativos.
La primera mención de Abisai es una clave al resto de su vida. "Dijo David ... ¿Quién descenderá conmigo a Saúl en el campamento? Y dijo Abisai: Yo descenderé contigo",
1 Samuel 26.6. David estaba siendo cazado como una perdiz por los montes, y Saúl estaba dormido en su campamento. Acercándose al rey rendido en sueño, Abisai dijo, "Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano", pero David respondió, "No lo mates".
Ameritan atención las palabras de cada cual. ¿Quién irá? Yo. Abisai era valiente y devoto; su bienestar personal no entró en consideración. David hablaba de descender, no de ascender, y Abisai lo sabía, pero su descenso resultaría en su ascenso.
Ahora 2 Samuel 23.18: "Este alzó lanza contra trescientos [filisteos], a quienes mató ... Era el más renombrado de los treinta ..." No tuvo que tramar mal contra otros, al estilo de Joab, para ser reconocido; Dios le promovió.
Una vez terminada la enemistad generalizada contra David y coronado él rey sobre todo Israel, Abisai gozó de prestigio en el reino. Nos hace recordar que "si sufrimos, también reinaremos con él", 2 Timoteo 2.12. Abisai había sufrido con David. Nunca pidió ascenso y más adelante estaba dispuesto a ocupar un lugar secundario cuando su hermano era el general. En el 10.9 leemos de una guerra contra los sirios y los amonitas. Al ver que tenía el enemigo delante y atrás, Joab desplegó los escogidos del ejército bajo su propio mando y entregó el resto en manos de Abisai. Este aceptó aquello sin quejarse, y Dios lo honró; los amonitas huyeron delante de él y se refugiaron en la ciudad.
En nuestros tiempos hay aquellos que servirían con gusto si se les diera el primer lugar, pero no hay tantos que trabajan de muy buena gana cuando tienen una asignación secundaria. En la asamblea debe ser asunto de comunión, sirviendo juntos con Dios sin codiciar el liderazgo. El amo en Marcos 13.34 dio a cada uno su obra, y los soldados de Gedeón en Jueces 7 "estuvieron firmes cada uno en su puesto".
Abisai estaba dedicado a David en su rechazamiento y siguió fiel a él cuando llegó a ser rey. Luego surgió la rebelión de Absalón, cuando de nuevo Abisai se identificó con David. Un hombre llamado Simei se presentó repentinamente cuando David huía de Jerusalén y llovió maldiciones sobre él. Abisai estaba junto al rey, y esto fue más de lo que podía tolerar. "¿Por qué maldice este perro muerto a mi Señor?" protestó Abisai. "Le quitaré la cabeza". ¡Pero David no lo quería! Abisai quiso hacer lo que creía procedente, pero fue demasiado impulsivo. Los hombres buenos no siempre son hombres sabios.
Se sometió a la voluntad del rey pero no estuvo de acuerdo. Tenía este abuso en su mente aun cuando David volvió en paz. "¿No ha de morir por esto Simei, que maldijo al ungido de Jehová?"
Este buen hombre desapareció poco después. Nada sabemos de su fin, pero podemos estar seguros de que no fue innoble, como lo fue el de su hermano Joab, quien fue muerto junto al altar.


Joab, capitán de la hueste de Jehová

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 23.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Joab, capitán de la hueste de Jehová

El nombre de Joab figura ciento treinta y nueve veces en el Antiguo Testamento, cien de ellas en 2 Samuel. Posiblemente ningún otro estaba asociado tan de cerca con David, mientras era rey de Israel, que Joab hijo de Sarvia, hermana de David. Joab era uno de los soldados más hábiles de los tiempos del Antiguo Testamento, y a la vez uno de los hombres más inescrupu-losos en Israel, dispuesto a caer abajo a cualquier cosa, inclusive el asesinato, para lograr sus propios fines. Era leal a David cuando le convenía a sí mismo.
En las vidas de hombres como este hay generalmente alguna característica positiva, algo que alumbra el cuadro oscuro, pero en la vida de Joab buscamos en vano para una cosa que sea honorable. La excepción sería la ocasión cuando David censó a Israel y Joab preguntó: "¿Por qué se complace en esto mi señor el rey?" Acontecimientos posteriores dieron a ver que  Joab fue el más prudente de los dos.
No leemos de Joab en los días cuando David estaba rechazado y necesitaba apoyo moral. Más adelante, su nombre está omitido de las listas de los hombres valientes. A veces el silencio de las Escrituras habla en voz tan alta como la de sus palabras escritas. Joab desconocía una comunión con David en sus sufrimientos; no lo atraía la cueva de Adulam.
"David había dicho: El que primero derrote a los jebuseos será cabeza y jefe. Entonces Joab hijo de Sarvia subió primero, y fue hecho jefe", 1 Crónicas 11.6. Esto fue precisamente lo que Joab quería: ser cabeza y jefe. El premio era tentador. David ya era rey sobre Israel, y ser capitán del ejército le apelaba a Joab. Sin duda era un gran soldado y poseía muchas dotes de líder. Aunque parecía que había ganado su rango de una manera honorable, ¿actuó por lealtad a David o para provecho propio? Ganó toda batalla donde participó, y para asegurar su posición mató a todo enemigo y amigo a quien se oponía. Es evidente que Joab no tolerable un rival.
Primero Abner. "Vino, pues, Abner a David en Hebrón, y con él veinte hombres; y David hizo banquete a Abner y a los que con él habían venido ... Y cuando Abner volvió a Hebrón, Joab lo llevó aparte para hablar con él en secreto; y allí, en venganza de la muerte de Asael su hermano, le hirió por la quinta costilla, y murió", 2 Samuel 3.20,27.
Vemos cuán celoso era Joab. Toleraba a otros hombres solamente mientras asumían un lugar inferior al suyo. Abner también era un gran soldado, pero cuando Joab vio que, con o sin razón, le estaba superando, tomó la determinación de aniquilarlo. Fue fácil encontrar excusa; podía matarlo para vengarse de la muerte de su hermano Asael. Parece haber sido un manto para encubrir su motivo verdadero, ya que al haber vivido Abner él ha podido llegar a ser capitán.
Este acto de cobardía no le permitió a David tener buen concepto de Joab. Fue un golpe duro para el rey, posiblemente el más severo hasta ese momento, y sería superado sólo por otro asesinato de parte de Joab, esta vez de Absalón, hijo de David.
"Escribió David a Joab una carta, la cual envió por mano de Urías ... diciendo: Poned a Urías al frente, en lo más recio de la batalla, y retiraros de él, para que sea herido y muera", 2 Sa-muel 11.14,15. Cuando Joab mató a Abner, unos trece años antes de esto, David protestó: "Yo soy débil hoy ... los hijos de Sarvia son muy duros para mí". Estas palabras describen el concepto que David tenía de Joab, pero ahora el rey quiere que haga algo muy similar; había encontrado el instrumento indicado para lo que tenía en mente. Este hombre estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal que se mantuviera en las buenas con el rey; su conciencia no presentaba problema, porque quería guardar su posición a todo costo.
Veamos otro episodio. "Conociendo Joab hijo de Sarvia que el corazón del rey se inclinaba por Absalón", 14.1, él ideó una intriga. De una vez tomó medidas para promover una reconciliación, sabiendo que esto agradaría al rey y a la vez favorecería a Absalón. En su papel de pacificador hizo caso omiso de las demandas de la justicia. La ley demandaba que Absalón fuese castigado por su transgresión, pero a Joab no le importaba. Desprovisto de escrúpulos, hizo lo que parecía recto en sus propios ojos.
Absalón robaba el corazón de los de Israel. Joab se quedó con David, aunque la conjura cobraba fuerza y aumentaba el pueblo que seguía a Absalón, 15.12. Conociendo el carácter de Joab, hemos podido esperar que apoyara a Absalón. No fue por amor a David ni por ser leal a él que estaba dispuesto a compartir este rechazo. Joab era sagaz y experimentado en la guerra. Sabía que David contaba con hombres fuertes y podía ganar la pelea. Este hombre no era seguidor de David, sino ambicioso para su propio bien. 
Joab fue tajante con el hombre que no quería dar el golpe de gracia a Absalón cuando moribundo: "No malgastaré mi tiempo contigo", 18.14. Tomó tres dardos y los clavó en el corazón del hijo de David, quien estaba aún vivo en medio de una encina. Mientras más seguimos esta historia, más negra la encontramos. En este caso Joab tenía más celo que sabiduría. Es difícil entender por qué mato a Absalón con sus propias manos, sabiendo que esto no le agradaría al rey. David más bien les había exigido a Joab, Abisai e Itai tratar benignamente al joven, y leemos que todo el pueblo oyó cuando dio esta orden a todos los capitanes. Un día Joab estaba intentando reconciliar a padre e hijo, y el día siguiente estaba matando al menor.
Ahora le toca a Amasa. Joab le pregunta: "¿Te va bien, hermano mío?" y le tomó de la barba para besarlo. "Pero Amasa no se cuidó de la daga que estaba en la mano de Joab; y este le hirió con ella en la quinta costilla ... y cayó muerto", 20.9,10. Amasa era estorbo para Joab, razón suficiente para eliminarlo. "La envidia es carcoma de los huesos. ¿Quién podrá sostenerse delante de la envidia?" Proverbios 14.30, 27.4.
Finalmente, el rey dijo: "Haz como él [Joab] ha dicho; mátale y entiérrale, y quita de mí ... la sangre que Joab ha derramado injustamente", 1 Reyes 2.31. Lo que el hombre sembrare, esto también segará. Los pecados de Joab le habían descubierto, y su final fue acorde con su vida. Hemos seguido su curso y visto cómo lograba sus triunfos, aunque ni una vez lo elogió David. Las palabras del rey que ya hemos citado revelan su evaluación de Joab.
Estas cosas de la antigüedad fueron escritas para nuestra enseñanza. El tenor de la vida de Joab es una advertencia. Mucho éxito en el servicio no necesariamente quiere decir que uno sea de carácter espiritual o de motivos puros. Lo cierto es que no debemos juzgar los motivos; es prerrogativa de Dios. Damos gracias por aquellos que Él emplea en su servicio, y nos alegramos ante la salvación de almas. Estimamos a aquellos que son usados en la obra del Señor, cuando sus aspiraciones se fundamentan en la gloria de Dios.
David no rechazaba el botín que Joab traía de sus hazañas, pero nunca leemos que aprobó lo que había hecho. El nombre de Joab brilla por su ausencia en las dos listas de los valientes que tuvo David y de las referencias a nobles en Hebreos 11. Joab logró su posición por habilidad propia y la preservaba por política sin principios. Al final, su suerte fue miserable, muy diferente a la del varón de Salmo 37.37: "Considera al íntegro, y mira al justo; porque hay un final dichoso para el hombre de paz".


Gedeón, hombre fuerte y valiente

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 22.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Gedeón, hombre fuerte y valiente

El sentido del nombre Gedeón es uno que tumba, y esto es lo que Gedeón llegó a ser bajo la mamo de Dios. Veamos brevemente algunos de sus características.
El primer punto de interés es su oscuridad. Dios levantó a trece hombres para liberar a Israel en los días de los Jueces, pero ni uno era de la aristocracia. Este hombre dijo: "Mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre", Jueces 6.15. El mensajero angelical de parte de Dios lo encontró sacudiendo trigo en un lagar para que los madianitas no le quitaran lo poco que había segado. Por poco los madianitas y los amalecitas habían despojado a la tierra, llevando los animales y las cosechas.
El ángel encontró a Gedeón en Ofra, que quiere decir polvo o polvoriento. Gedeón comprendía plenamente el reproche que estaba sobre el pueblo de Dios y lo encontramos en el lugar del polvo. Allí el ángel le saludó con las palabras: "Jehová está contigo, varón esforzado y valiente". Al ojo humano él hubiera parecido todo lo contrario, pero 1 Samuel 16.7 nos asegura que "Jehová no mira a lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón".
Su humildad es otra característica notable. Está registrado que Jehová le dijo: "Vé con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas". Y respondió Gedeón: "Ah, Señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre ..." Pero el visitante celestial no estaba interesado en esta debilidad confesa, sino en que el hombre se dio a sacudir a mano un poco de trigo en medio de aquella pobreza. Dios vio en esta ocupación escondida las cualidades escondidas que Él iba a emplear. Y así ha sido siempre; "El levanta del polvo al pobre ... para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor", 1 Sa-muel 2.8.
Gedeón recibió su comisión: "Vé ..." y "¿No te envío yo?" Era solamente humano, un hombre sujeto a las mismas pasiones que nosotros, de manera que quería una señal que Dios lo había llamado de veras. Además, sería necesaria más preparación antes de emprender la gran obra que Dios tenía por delante para él. Gedeón no se dejó convencer fácilmente, y pidió las señales que quería y que confirmaron su fe.
No obstante los reparos que él percibía, puso su confianza en la confirmación que Dios le dio. En todo esto hay lecciones importantes para nosotros. A menudo Dios llama a su servicio a aquellos que son casi desconocidos. Muchas veces ellos confiesan indignidad e incapacidad propia, y requieren no poca ratificación de su llamamiento. Necesariamente habrá penalidades y pruebas para prepararlos adecuadamente para la obra por delante. Dios no pone como maestros a aquellos que han sido instruidos nada más que en el saber humano, sino de hombres y mujeres que en el pasado fueron llamados a abrir surcos nuevos para el evangelio y conocer los contratiempos que esto conlleva. La experiencia no tiene sustituto. Gedeón, hemos visto, se ocupaba en preparar alimento para sí y estaba ejercitado acerca de lo que veía en derredor.
Era hombre obediente. El servicio auténtico para Dios comenzará siempre con destronar a todo ídolo en el corazón de uno, y en el caso de Gedeón el valor tenía que ser puesto por obra en casa. Pablo, en su discurso de despedida de los ancianos efesios, les exhortó: "Mirad a vosotros mismos". Esto vino antes de mencionar su responsabilidad a la grey. El padre de Gedeón había levantado un altar a Baal, y debía ser quitado. Así Gedeón, "el que tumba", fue de noche e hizo como el Señor mandó. "He aquí que el altar de Baal estaba derribado, y cortada la imagen ... que estaba junto a él".  ¡El hombre estaba a la par de su nombre!
Esto perturbaba al pueblo; aparentemente había algo en Gedeón que les hizo sospechosos. Consultaron entre sí y sentenciaron a Gedeón a morir. Pero Dios estaba con su servidor. Su padre, Joás, aparentemente reconoció su pecado e idolatría, y de una vez defendió a su hijo de una manera prudente. "¿Contenderás vosotros por Baal?  Si es un dios, contienda por sí mismo con el que derribó su altar". El sentido de Joás es "el Señor ayuda". Esta iniciativa pública de Gedeón lo puso ante la mirada del pueblo.
La fe era otra de sus cualidades sobresalientes. Pronto estaba ante una crisis: "Los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente estaban tendidos en el valle como langostas". El audaz hombre de valor se acordó de las palabras del Señor: "Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre". Como resultado de esto, Gedeón tocó una trompeta y pronto contaba con un ejército de 32 000 hombres. Pidió más consejo a Dios. Obsérvese que tres veces emplea la palabra si en Jueces 6: "si Jehová está con nosotros",
v. 13;  "si he hallado gracia delante de ti", v. 17;  "si has salvar a Israel por mi mano", v. 36.
Sigue el conocido relato del vellón. Por fin Gedeón estaba dispuesto a salir contra la hueste de madianitas, pero primero tenía que aprender otra lección. Dijo Dios: "El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado". Entonces el ejército quedó disminuido: 22 000 que eran temerosos volvieron a casa, quedando sólo 10 000. Es humillante reconocer que las dos terceras partes de aquellos que se ofrecieron para la guerra volvieron atrás cuando puestos a prueba. Y así fue en los días del Señor: "Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él", Juan 6.66. Esto sucedió cuando Él echó un poco de sal en su ministerio, y frecuentemente es el caso en nuestros días; el precio es más de lo que algunos están dispuestos a pagar.
Si Gedeón hubiera contado con 32 000 para la pelea, posiblemente Dios hubiera sido robado de su gloria. Dios le dijo al principio: "Vé en esta tu fuerza", y él contaría con el apoyo de Dios y no del hombre. Y ahora otro mensaje: "Aún es mucho el pueblo; llévalos al agua, y allí los probaré". Se doblaron sobre sus rodillas 9 700 de ellos, poniendo la mano a la boca para beber agua. 300, en cambio, se quedaron parados y lamieron llevando el agua con la mano a su boca. La lección es esta: 9 700 estaban pensando en función de beber agua pero solamente 300 querían estar listos siempre para actuar por Dios. Gedeón estaba bajo severa prueba, su ejército reducido a solamente 300. No pidió otra señal, pero Dios le animó de una manera muy singular.
La batalla decisiva estaba por librarse, y Dios le dijo en la noche: "Levántate, y desciende al campamento; porque yo lo he entregado en tus manos". Dios usó el sueño de un soldado madianita para mostrar cómo la victoria sería realizada, y Gedeón escuchaba cuando éste relataba su sueño a un compañero. "Veía un pan de cebada que rodaba  hasta el campamento de Madián, y llegó a la tienda, y la golpeó de tal manera que cayó, y la trastornó de arriba abajo, y la tienda cayó". El compañero respondió: "Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón ... Dios ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento". Gedeón ha debido estar conmovido al oir la mención de su nombre y el de su padre.
De esta manera extraña Dios lo dio ánimo a su siervo. El pan de cebada era el alimento de los pobres. El mensajero celestial le había dicho a Gedeón que iba a salvar a Israel de la mano de los madianitas, y este hombre había protestado que era demasiado pobre. Dios oyó y ahora le muestra que está por usar la pobreza y la debilidad, en vez de un gran ejército, para derrotar al enemigo. "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos". Él era suficientemente humilde como para ser ese pan de cebada, y fue fortalecido por el hecho de que lo representaba como siendo usado de Dios para conquistar la hueste de Madián.
Con este aliento Gedeón se dispuso a entrar en la batalla. Esa misma noche él comenzó, sin más demoras. Dividió su pequeña tropa en tres compañías de cien hombres cada una. Cada uno estaba armado de la misma manera: en una mano un cántaro de barro que tenía una tea por dentro, y en la otra mano una trompeta. No portaban ni espada ni lanza, sino esas armas tan extrañas con que enfrentar un ejército tan numeroso como langostas. Los trescientos rodearon al campamento, dejando abierta una brecha por donde el enemigo podría volver por la misma vía en que llegó. Repentinamente, los madianitas dormidos fueron despertados por la descarga de trescientas trompetas y por el brillo de trescientas lámparas.
¡Pandemonio! Los madianitas no podían distinguir entre los suyos y los israelitas, y se auto destruyeron "en todo el campamento". Un detalle que debemos notar es que cada uno de los hombres de Gedeón se quedó firme en su lugar. Hubo confusión entre los madianitas, pero no así en los tres escuadrones.
El apóstol emplea este incidente en 2 Corintios 4. Les dice a los santos que "Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo". Y prosigue: "Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros". La luz brilla a través del cántaro. A veces el vaso es costoso y tenemos que romper lo que más apreciábamos para dejar brillar nuestra luz.
Aun cuando Dios le dio la victoria a Gedeón, nuestro esbozo de su vida tiene que terminar con una mención de su defección. "Gedeón hizo ... un efod, el cual hizo guardar en su ciudad [Ofra]; y todo Israel se prostituyó tras de ese efod en aquel lugar; y fue tropezadero a Gedeón y a su casa".
Hay mucha diferencia de criterio sobre por qué él hizo esto. El efod de oro era un componente de la vestidura del sumo sacerdote. Lo cierto es que Gedeón no tenía ninguna palabra de Dios para justificar hacer uno. Desde luego, tenía ya su altar, y Dios le había instruido ofrecer un sacrificio sobre él, pero esto no justificaba hacer un efod.
No pensamos que este hombre valeroso tenía la intención de apartar al pueblo de Dios, pero lo hizo. Sus hermanos deseaban hacerle rey, pero él sabía mejor y negó la propuesta. "Jehová señoreará sobre vosotros", replicó. Él rechazó aquella oferta, pero aceptó sus aportes de zarcillos, y con estos hizo el efod.
No se nos dice qué era su objetivo, pero está dicho claramente que descarrió al pueblo de Dios. Gedeón, como muchos otros, se alejó en su madurez. Algunos que han corrido bien la carrera cristiana llegan a introducir innovaciones en su servicio por el Señor. Prácticas que superficialmente han parecido acertadas se vuelven pasaderas de alejamiento de la senda recta de la Palabra. Gedeón había derrumbado un altar y cortado un bosquecillo idolátrico, pero ahora, posiblemente sin querer, él vuelve a construir lo que había eliminado. Es un fin triste para un hombre bueno, y desde entonces muchos han comenzado bien, continuado bien, pero no terminado bien.
"Murió Gedeón hijo de Joás en buena vejez ... pero aconteció que cuando murió Gedeón, los hijos de Israel volvieron a prostituirse tras los baales". ¿Fue en parte el resultado del cambio de proceder de Gedeón? Ha podido ser.


miércoles, 14 de febrero de 2018

Jabes, el bebé de tristeza

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 21.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Jabes, el bebé de tristeza

"... al cual su madre llamó Jabes, diciendo: Por cuanto lo di a luz en dolor. E invocó Jabes al Dios de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieres bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe!  Y le otorgó Dios lo que pidió", 1 Crónicas 4.9,10.
El Primer Libro de Crónicas comienza con "Adán, Set, Enós" y continúa con 141 versículos que contienen muchos nombres, algunos de ellos difíciles de pronunciar.  Después de ellos hay una referencia abrupta a Jabes y su oración. Su biografía consta de sesenta y dos palabras. Es una historia breve como un oasis en el desierto, una fuente de agua refrescante en un desierto, o por lo menos en medio de genealogías que muchos considerarían tediosas.
El nombre de una persona en la Palabra de Dios suele ser significativo. Su madre le llamó Jabes – "él trajo tristeza" – porque le parió con dolor. Poco pensaba ella en ese momento que él iba a ocupar un puesto de honor en las crónicas inspiradas de los hombres de Israel.
Todo lo que sabemos de este hombre se encuentra en estos versículos. Era conocido por su humildad, oración y justicia. Era más ilustre que sus hermanos, aun cuando no leemos que ellos no eran honorables. A lo mejor sí eran. No nos está dicho de qué manera él era más ilustre, pero su oración nos da la clave.
No sabemos precisamente dónde vivía Jabes, aunque parece que fue en un tiempo en que se estaba tomando posesión de la tierra de promisión. Es probable que haya sido contemporáneo de Caleb y Josué. El Espíritu Santo le señala como uno que invocaba al Dios de Israel. Aun cuando nacido en tristeza, Jabes buscaba mejorarse; no era un hombre cualquiera.
El primer versículo del capítulo parece dar a entender que era de la tribu de Judá. Ahora, al nacer Judá, su madre Lea dijo: "Esta vez alabaré a Jehová"; por esto llamó su nombre Judá. Es de notar el contraste entre los dos nacimientos y entre los nombres que las madres escogieron.
Algunas vidas comienzan en tristeza y terminan en gozo. Sea cual fuere que haya faltado en la vida de Jabes, él lo llevó a Dios en oración. Invocó a Dios del pacto, el de Abraham, Isaac y Jacob. Hoy en día nos dirigimos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, orando al Padre a través del Hijo.
Sería difícil encontrar en las Escrituras una oración más enfocada y específica que la de Jabes. Se caracteriza por confianza, sencillez, precisión y brevedad. En pocas palabras él pidió prosperidad, preservación y paz. Jabes manifestó humildad, incapacidad y confianza en Dios. Él deseaba estar bien ante Dios, gozar de comunión y estar en buena condición de alma.
Dios le concedió lo que pidió. Quizás si tuviéramos más del espíritu de Jabes al orar, más de lo que pedimos sería concedido. Este hombre sabía qué quería, y presentó sus peticiones de una manera seria y confiada. ¿Pedimos y no recibimos, por pedir mal? Santiago 4.3.
Veamos el texto de su oración.
Oh, si me dieres bendición   Esto nos hace recordar las palabras de su antepasado Jacob, cuando el Varón luchaba con él, diciendo: "No te dejaré si no me bendices", Génesis 32.26. Jabes sabe el valor de una bendición divina, y comienza con esta nota. Estaba rogando, como hace entender el uso de la Oh.
ensancharas mi territorio [mis linderos]     Esta petición complementa la primera. Estaba ajustada al día en que Jabes vivía, porque Josué había recibido órdenes de poseer la tierra. Aun cuando Jabes había recibido su herencia, quedaba mucha tierra por tomar y él quería poseerla para Dios. Un deseo por más posesiones terrenales no es en sí un deseo terrenal no más. Es cierto que suele ser, pero el caso de Jabes nos hace ver que no siempre es así.
Hay aquí una lección espiritual para nuestra instrucción; debemos desear que nuestro "territorio" sea ensanchado en el conocimiento de la Palabra de Dios para que estemos en condiciones de "conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para [estar] llenos de todo la plenitud de Dios".
si tu mano estuviera conmigo    Esta también amplía la primera petición. Vemos una progresión: bendición, ensanchamiento y ahora protección y poder. Jabes se pondría en la mano de Dios, confiando en ayuda divina en todas su empresas. Aquí hay más que un deseo por la presencia de Dios; él quería su poder en todo el servicio que emprendiera.
me libraras de mal, para que no me dañe    Esta última petición es la más amplia. Jabes sabía algo de lo engañoso de su propio corazón. No pidió largos años ni exención de problemas, sino que Dios lo librara del mal. Parece que temía meterse en algo que le perjudicaría. Al decir, "que no me dañe", dio a entender su propia debilidad y quería ayuda específicamente en esto. Haríamos bien al orar de esta manera hoy en día, porque es fácil para cualquiera de nosotros contaminarnos por la impiedad que nos rodea.
Y Dios le concedió sus peticiones. Cuán hermosa esta conclusión a una biografía sucinta. Jabes no pidió nada que fuera contrario a la mente e Dios; su oración no reflejó egoísmo. La oración eficaz del justo puede mucho. Uno recibe poco al pedir mal; es decir, pedir lo que no corresponde o por un motivo errado. Jabes comenzó en tristeza, vivió honradamente y gustó de la bendición divina. "Honraré a los que me honran," 1 Samuel 2.30.


Josué, el ministro hecho líder

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 20.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Josué, el ministro hecho líder

Dios entierra a sus obreros y prosigue con su obra. Las Escrituras narran varios casos de sucesión espiritual, como por ejemplo Génesis 25.11 donde "sucedió, después de muerto Abraham, que Dios bendijo a Isaac su hijo", y en 26.18, "volvió a abrir Isaac los pozos de agua que habían abierto en los días de Abraham su padre". Leemos que en otro tiempo Elías derramó agua en las manos de Eliseo, 2 Reyes 3.11, 16; al ser llevado al cielo su maestro, este último asumió su manto e hizo las mismas cosas que Elías había hecho. En el caso de Timoteo, Pablo escribió: "Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros", 2 Timoteo 2.2.
La responsabilidad de Josué fue la de asumir la carga que Moisés dejó; era grande la comisión suya, la de poseer la tierra. Moisés había muerto cuando aparentemente la nación más lo requería. Es claro que la gente aceptaba el liderazgo de Josué, y que él aceptaba la gran responsabilidad que le era impuesta. Por unos veinticinco años (según las fechas anotadas en nuestras biblias) Josué condujo el pueblo de Dios de triunfo en triunfo en la conquista de Canaán.
Su nombre era originalmente Oseas, Números 13.8, pero Moisés lo cambió a Ohoshua, y así llegó a ser Josué, que en el griego es Jesús y quiere decir "Jehová el Salvador". La cuestión de escoger es muy prominente en la vida de este hombre. Primeramente, Moisés lo escogió para encabezar la lucha contra Amalec, y luego él mismo escogió a hombres para ocuparse en esa pelea. Más adelante, Moisés escogió a Josué para acompañar a otros a la tierra de Canaán, y a su vez "escogió Josué treinta mil hombres fuertes", 8.3. Al cierre de su vida le escuchamos decir al pueblo de Dios que escojan, y les hace saber cuál fue su propia decisión.
Consideraremos brevemente el comienzo, la formación, el liderazgo y el fin de este hombre,
La primera mención de Josué se encuentra en Éxodo 17: "Dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec". No se nos explica por qué Moisés escogió a Josué a guerrear, aunque otra honra le fue conferida posteriormente. Tenía unos cuarenta y cinco años en esa ocasión y quizás Moisés había notado ciertas cualidades que lo capacitaban para encabezar la lucha. Fue la primera guerra de Israel en Canaán; el enemigo fue Amalec, un tipo de la carne. No se contemplaba rendirse ni arreglar el asunto a medias; no se haría la paz con ese enemigo, cualquiera el costo. "Y Josué deshizo a Amalec".
A menudo podemos aprender algo de la ley de la primera mención, y aquí vemos que debemos conquistar la carne para estar en condiciones de emprender más servicio. Sin duda la preparación de Josué comenzó antes de esta guerra. Josué era servidor de Moisés, Éxodo 24.13, Números 1.28, Josué 1.1, y  habrá aprendido mucho al ver el comportamiento del varón de Dios. Encontramos a los dos subiendo el monte juntos, y después, cuando Moisés volvía al campamento, "el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo".
Números 27.18 al 23 relata el nombramiento a ser el líder de su pueblo: "Toma a Josué ... varón en el cual hay espíritu [preferible aquí una E mayúscula], y pondrás tu mano sobre él ... y pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezcan". Es evidente que su investidura fue de parte de Dios y no de Moisés. El liderazgo es de suma importancia, y es exitoso sólo si está aprobado de Dios.
Le quedaba a Josué más que aprender, aun nombrado a conducir al pueblo. Cuando estaba junto a Jericó, estudiando sus muros impenetrables y portones gigantescos, bien ha podido preguntarse cómo la ciudad podría ser conquistada. En esto, levantó la mirada y por revelación divina vio a un varón que portaba una espada desenvainada. En vez de ocuparse de Jericó él contempló al mensajero celestial y demandó saber su identidad, 5.13 al 15. El desconocido se declaró ser capitán del ejército de Jehová. Josué se sometió a sus órdenes y estaba dispuesto a enfrentar a Jericó, ya no por cuenta propia sino confiando en la fuerza y los recursos del Príncipe. El calzado quitado de sus pies, y sobre tierra santa, aprendió cómo proceder. Su preparación estaba completa.
"Los de Hai mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la puerta  ... Y Josué dijo: ¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos?" 7.5,7.
Josué tenía sus defectos. Casi le echó la culpa a Dios por la derrota en Hai. Se enfocó en el efecto y no la causa de lo sucedido. Lo pesaba la derrota y no la razón. Luego vio la mano de Dios en aquel desastre y aprendió que se debió a la desobediencia. Sin demora, se levantó temprano el día siguiente para tratar con el pecado.
En la cuestión de los gabaonitas, Josué no estaba libre de culpa porque no buscó consejo a Dios, 9.14. Es cierto que no leemos de desaprobación de parte de Jehová, pero parece que fue un error tener trato con ese pueblo. Ellos fueron engañosos, y Josué y los ancianos se dejaron guiar por lo que vieron. Tengamos cuidado cuando el enemigo se presenta como ángel de luz. ¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas? Posiblemente Josué no vio el asunto como suficientemente importante para ameritar pedir la mente del Señor, pero en realidad él estaba desprevenido. La lección aquí es que no hay nada tan trivial como para no ser presentado ante Dios.
Josué terminó triunfantemente. El último capítulo del libro que lleva su nombre cuenta que reconoció: "Yo estoy para entrar hoy por el camino de toda la tierra," 23.14. Él conocía los corazones del pueblo y por esto dejó en claro que no era poca cosa para ellos servir al Señor. Su reto lo encontramos en el capítulo 24, donde les recuerda qué había hecho Dios por ellos y prosigue: "Os di la tierra por la cual nada trabajasteis", y "... escogeos hoy a quién sirváis". Con esto agregó a título de estímulo: "Yo y mi casa serviremos a Jehová".
La vida piadosa y uniforme de este hombre arrojó una influencia beneficiosa sobre el pueblo de Dios. "Sirvió Israel todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué". Así ha sido siempre; la influencia de un hombre o una mujer bueno se hace sentir mientras viva y en generaciones posteriores.


martes, 13 de febrero de 2018

Caleb.

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 19.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Caleb, el hombre que siguió plenamente

Josué y Caleb eran colegas y ambos hombres de fe. Varias veces figuran juntos, y en todo caso salvo dos Caleb es mencionado primero.

En la juventud

Aparentemente el nombre Caleb se deriva del hebreo keleb, que quiere decir un perro. En el Nuevo Testamento el perro está asociado con los gentiles, "Guardaos de los perros", Filipenses 3.2. Es obvio que Caleb era de origen gentil. En quince de casi treinta referencias a él, está designado como hijo de Jefone, y en tres de estas Jefone está identificado como un cenezeo. Sin embargo, Caleb no era ningún forastero, sino ciudadano de Israel. Contaba con una posesión entre los hijos de Judá conforme al mandamiento del Señor en Josué 15.13.
Probablemente su padre había migrado de Canaán y, de alguna manera que no sabemos, se afilió a la tribu de Judá. Oportunamente, y quizás por alguna hazaña, Caleb llegó a ser gobernante y juez, 14.26. Escogido por Moisés como el delegado de aquella tribu, él fue con once más a reconocer la tierra de Canaán. En Mateo 15.27 leemos de una mujer cananea que dijo: "aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos". Así, este hombre de origen gentil gozaba de prominencia en Judá.

A los 40 años

El nombre y el carácter de Caleb concuerdan perfectamente. Se dice que el perro es el único animal que dejará a los suyos para seguir a un hombre. El sentido de Jefone es "estará preparado", y esta preparación quedó manifiesta en su hijo Caleb. Esta virtud está evidente en Números 14.24, que habla de "mi siervo Caleb" en quien hubo un espíritu diferente de aquel de otros espías; en Deuteronomio 1.36, "ha seguido fielmente a Jehová"; y también en Josué 14.8,9,14
Lo encontramos primeramente en Números capítulo 13, donde estaba dispuesto a dar un buen informe acerca del reconocimiento de Canaán, y así infundir confianza en el pueblo, cuando otros querían perturbarlos debido a su falta de fe. Sus acompañantes habían diluido el coraje del pueblo de Dios, pero Caleb dijo: "Subamos luego, y tomemos posesión de ella, porque más podremos nosotros que ellos".
Es así todavía; la mayoría quieren desanimar, pero en los anales de la Escritura rara vez la mayoría tiene la razón. "Un hombre más Dios son mayoría". Caleb declaró lo que estaba en su corazón, y no lo que pensaba que Moisés quería oir, ni lo que él pensaba sería aceptable a su auditorio. No buscaba complacer, ni temía contradecir.

A los 85 años

"Mejor es el fin del negocio que su principio; mejor es el sufrido de espíritu que el altivo de espíritu", Eclesiastés 7.8. Leemos en Números 14.38 que Caleb vivía todavía, y habló de nuevo: "Jehová me ha hecho vivir estos cuarenta y cinco años ... Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió"; Josué 14.10,11. La devoción al servicio de Dios lo había preservado de indulgencias que posiblemente lo hubieran perjudicado, a los ochenta y cinco años él estaba aún en condiciones para servir. Para llevar esto a nuestros tiempos y darlo una aplicación espiritual, vemos a un creyente mayor en el rocío de su juventud, sano y salvo, corriendo la carrera y guardando la fe.
Toda su vida Caleb siguió al Señor con convicción, propósito e integridad. Todo lo dicho acerca de él lo favorece. Pidió: "Dame, pues, ahora este monte. Quizás Jehová estará conmigo, y los echaré, como Jehová ha dicho", 14.12. No sería cosa fácil, porque había gigantes allí, pero en la vejez Caleb confió en Dios al igual que había hecho cuando joven. Leemos entonces que arrojó a los tres hijos de Anac.

A los 105 años

Veinte años más tarde Caleb estaba activo todavía en la obra del Señor. Leemos en el primer capítulo de Jueces que ofreció la mano de su hija Acsa al varón que conquistara Quiriat-sefer, que quiere decir una ciudad de libros o instrucción. Sería un premio deseable para ser logrado por cualquiera de nosotros. Su sobrino Otoniel logró hacerlo y recibió lo prometido. 
Después de este episodio, Acsa pidió una bendición de su anciano padre quien la había dado en matrimonio. Quería un suministro de agua, y él le dio fuentes de agua. Por nuestra parte, requerimos que nuestras bendiciones espirituales sean regadas por la Palabra de Dios.
Es positivo cuando un hijo de Dios avanzado en años pase sus responsabilidades a la generación siguiente. Legados espirituales no deben morir con nosotros, sino que la generación emergente debe recibir el beneficio de la experiencia ganada por la anterior. El nombre de aquella ciudad fue cambiada a Debir, que quiere decir un oráculo o lugar de comunicación. Fue bueno el cambio; una vez recibida la instrucción, uno debe compartirla. Posiblemente el silencio en algunas partes se deba a que sabemos poco. En nuestro relato, el hombre que seguía plenamente al Señor estaba en condiciones de instruir a otros.


Moisés en Madián

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 18.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Moisés en Madián

Cumplidos los cuarenta años, le vino al corazón visitar a los israelitas, Hechos 7.23, y así la segunda parte de la vida de Moisés comenzó con el hombre de fe actuando según los impulsos de la carne. Es cierto que escogió sufrir reproche con el pueblo de Dios, pero arrancó de mal pie. Los cuarenta años en casa de Faraón no le habían preparado para la obra que Dios le iba a dar. Si uno de nosotros hubiera escrito una biografía de Moisés, hubiéramos incluido un par de capítulos sobre aquellos años, pero el Espíritu de Dios los asigna sólo unos pocos versículos.
"Salió a sus hermanos, y los vio en sus tareas", 2.11. Asumió por su cuenta la necesidad de hacer algo, y fracasó. Sin duda sus intenciones eran buenas al matar al egipcio, pero actuó en la carne. Sin duda fue fe que lo sacó de la corte para conocer a los suyos, pero el tiempo no había llegado todavía para que Dios los librara de la servidumbre en Egipto. Moisés fue prematuro en su primera iniciativa con su propio pueblo; todavía faltaban cuarenta años. 
Había cursado cuarenta años en la escuela egipcia, y ahora tenía que cursar cuarenta en la divina, y esa escuela estaba al lado lejano del desierto. Así como con la primera fase, la información acerca de la segunda es escasa.
Moisés huyó, y habitó en Madián. Fue un punto crucial en su carrera, pero no sabemos por qué escogió Madián. Sea como fuera, su primer paso allí fue un acto de caballerosidad. Él ayudó a siete hijas del sacerdote del lugar a sacar agua para sus rebaños cuando una compañía de pastores nómadas las hubiera repulsado. Vemos en esto algo del carácter del hombre que Dios iba a llamar muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra. Su cortesía le fue recompensada; el padre de estas mujeres preguntó: "¿Por qué habéis dejado a ese hombre? Llamadle para que coma". Así que convino en morar con aquel señor, y se casó con su hija Séfora. Hecho esto, apacentaba las ovejas de su suegro Jetro y las sacó a través del desierto. 
Desde los cuarenta años hasta los ochenta, en el lapso cuando la mayoría de los hombres están madurándose en su carrera, Moisés estaba cuidando ovejas en un lugar lejos de la civilización que conocía. Sería una vida solitaria, quizás con tienda por vivienda – un gran contraste con un palacio. En la Escritura cuarenta es el número de prueba, y para Moisés aquellos años eran de prueba de parte de Dios, y de Moisés en efecto probando a Dios. Nada se nos cuenta de sus experiencias. Si quería volver a Egipto, entonces aprendió la paciencia. Sin duda maduró, aprendió a no confiar en sí y a fortalecerse en Dios.
Entonces él tuvo la experiencia de la zarza encendida años antes, a lo mejor pensaba, "Yo soy el hombre", pero en el 3.11 exclamó, "¿Quién soy yo?" Ahora era precisamente el hombre que Dios podía usar en la misma obra que Moisés no logró hacer en su propia fuerza. Ahora estaba equipado de lo que Dios le había enseñado en el desierto. Ante la zarza aprendió reverencia, porque allí el Señor le dijo: "No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es". Aprendió una lección que muchos necesitan hoy en día: la santidad de Dios. Con esto recibió su comisión: "Ven ... te enviaré a Faraón".
La hora de Dios había llegado, y él estimuló a su siervo con la promesa: "Yo estaré contigo". Moisés no estaba listo todavía, así que Dios le dio tres señales. Las objeciones que puso han sido en principio las de muchos siervos del Señor. El yo fue un estorbo, el temor fue otro y la incredulidad el tercero. Otro, decía Moisés, pero yo no. Pero finalmente estaba dispuesto a volver el hombre que se había marchado de Egipto por fe, y había decidido partir su lanza en bien de sus hermanos perseguidos. Moisés, Séfora y sus dos hijos salieron de Madián rumbo a Egipto. El encuentro con su hermano Aarón tuvo lugar en el monte de Dios – un buen sitio de reunión.

La tercera fase

En el Libro de Éxodo los primeros ochenta años ocupan tres capítulos. El resto, los capítulos 5 al 40, y los Libros de Números y Deuteronomio, tratan de los cuarenta años restantes. Aprendemos en Éxodo 7.7 que Moisés era de ochenta años cuando habló a Faraón, y en Deuteronomio 34.7 que era de ciento veinte años cuando murió.
"Jehová respondió a Moisés: Ahora verás lo que yo haré a Faraón". No es nuestro propósito abundar sobre estos milagros; todos conocemos la historia de la resolución de Moisés, el compromiso del egipcio y la insistencia de Moisés. A lo largo de estos cuarenta años vemos a este hombre como el salvador, líder, mediador, intercesor y legislador. Hubo momentos de triunfo como también de fracaso. Aprendemos de lo sucedido en Mara, Elim, Horeb y en la guerra con Amalec, etc. Así como fue dicho de Elías, se ha podido decir de Moisés que era hombre de pasiones semejantes a las nuestras. Es acertado el adagio que uno no debe ser evaluado por los accidentes de su vida sino por el tenor de su vida. Moisés ganó el título de ser varón de Dios.
Números capítulo 20 narra un mancha, cuando él falló de dos maneras. Dios le mandó hablar a la roca, pero la golpeó, y eso dos veces. También, al hablar al pueblo, no lo hizo respetuosamente y con autoridad, sino que les llamó rebeldes. Faltó en obediencia y reverencia. Dios no pasó por alto este pecado en su siervo, y Moisés pagó caro por lo que hizo. Dijo Dios: "Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado", 20.12. Dios lo humilló delante del pueblo.
El lado positivo del carácter de Moisés está a la vista en Números 12, donde leemos que María y Aarón hablaron en contra de él. Fue asunto de celos familiares prevaleciendo sobre el afecto natural. María poseía don y gracia, y también era profetisa. No estaba contenta con su posición, y resulta que no dominaba su lengua. Moisés dio un ejemplo sobresaliente de mansedumbre, sin decir una sola palabra de reproche cuando tenía porqué hacerlo. Un detalle importante en la narración es que el Señor estaba oyendo, y esto contaba por mucho más que Moisés haya podido decir. Él sufrió la contradicción de pecadores contra sí mismo, y Dios lo vindicó enteramente. María sufrió por su necedad; el juicio divino le cayó como rayo.

Muerte

Es conmovedor leer de la muerte de Moisés. Bien podemos preguntarnos qué eran sus pensamientos al subir las laderas del Nebo a la edad de ciento veinte años y en el vigor de la vida. Después de cuarenta años de servicio fiel a Dios, y habiendo conducido su pueblo hasta la entrada de la tierra prometida, sus esperanzas habían sido truncadas. Había suplicado: "Pase yo … y vea aquella tierra buena que está más allá del Jordán", pero Jehová respondió: "Basta, no me hables más de este asunto".
Este es el Moisés que había rehusado llamarse hijo de la hija de Faraón, sufrido reproche con el pueblo de Dios, rechazado quedarse en Egipto, conducido al pueblo de Dios por el desierto y tolerado la conducta de ellos. Le animaba la perspectiva de entrar en una tierra que fluía leche y miel, pero más bien tiene que morir por mandamiento de Dios. El golpe ha debido ser duro, y por cierto el castigo parece severo, pero él había desobedecido la Palabra de Dios y manchado un tipo precioso.
Una vez más vemos las cualidades del más manso de hombres. Al haber conocido el himno, ha podido cantar: "Todo cuanto Dios permita obra para bien, y deseo solamente responderle: Amén".  Desde ese entonces hasta ahora muchos han tenido una experiencia similar, quitados en medio de una obra en progreso. Algunos han inclinado la cabeza y dicho: "No se haga mi voluntad, sino la tuya". Podemos estar seguros de que en muchos casos la compensación será completa aun cuando la obra en mano quedó incompleta.
Moisés es el único que Dios sepultó. Su servicio funerario fue conducido en silencio y su sepulcro quedó sin lápida. Así terminó la vida de uno de los hombres más grandes de la tierra.
Pero Dios le tenía todavía más honra para Moisés. Quince siglos más tarde, aparecieron él y Elías hablando con Cristo, Mateo 17.3. El anhelo de Moisés fue satisfecho: estaba parado sobre otro monte, en la tierra en la cual deseaba entrar cuando aquí en el mundo. Y también, antes de que se quede inmóvil la pluma de la inspiración, leemos en Apocalipsis 15.3 de aquellos que cantaron el cántico de Moisés. Este hombre disciplinado fue honrado en su muerte, entierro, presencia con el Señor Jesús y en el cielo.
Concluido.o.

Moisés, el siervo de Dios.

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 17.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Moisés, el siervo de Dios

El título del Salmo 90 designa a Moisés como varón de Dios; en Deuteronomio 34.5, al cierre de su vida, es el siervo de Jehová; en Josué 1.2 Dios se refiere a él como "mi siervo". Se ha dicho que es el personaje sobresaliente de la historia, sagrada o profana. Por lo menos podemos decir que posiblemente no hubo otro mayor desde Adán hasta Cristo. Hasta el sol de hoy los judíos hablan reverentemente de él, y algunos se quitan el sombrero a la mención de su nombre.
Nacido bajo la sentencia de muerte, Moisés era hijo de esclavos en Egipto, pero con todo llegó a ser hijo de una princesa. Heredó pobreza, luego riqueza y posición. Vivió en gran lujo y después fue pastor por cuarenta años al lado de un desierto. Más adelante fue el salvador de su pueblo y su líder en adversidad. A la edad de 120 años subió al Nebo a pie en plena energía de espíritu para morir en soledad conforme al placer de Dios. Moisés fue escogido de Dios para una gran obra.
Era muy manso, más que todos, pero un líder sin temor. Era un mediador, intercesor y legislador. La fe gobernaba su corazón y controlaba su vida. Moisés es uno de pocos en la Escritura cuya vida se traza desde el nacimiento hasta la muerte, y más allá de la muerte, porque le vemos en el Monte de Transfiguración con el Señor Jesús y su nombre figura en el libro de Apocalipsis.
"Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey", Hebreos 11.23. Amram y Jocabed manifestaron su fe al no tener temor, y también al ver a su hijo como "niño hermoso". Esteban nos informa que era agradable a Dios, Hechos 7.20.
Esta fe les guió a esconder al niñito por tres meses y luego dejarlo en un carrizal junto al río, que en realidad fue encomendarlo en la mano de Dios. Esta madre no era sólo una mujer de fe sino un diplomático también. Lo vemos en haber puesto el arca donde sería detectada por alguien del hogar de Faraón, y en haber enviado a su hija a ver qué iba a suceder.
Esteban, citado ya, divide la vida de este hombre en tres lapsos de cuarenta años; vv 2, 30 y 36: cuarenta en el corte de Faraón, cuarenta en Madián y cuarenta en el desierto al frente del pueblo de Dios. Sabiamente se ha dicho que pasó cuarenta años aprendiendo ser alguien, cuarenta aprendiendo no ser nadie y cuarenta mostrando qué podía hacer Dios con un nadie. Estudiaremos la vida de este hombre en estos tres períodos.

Moisés en la corte de Faraón

No sabemos por cuánto tiempo Jocabed cuidó al niño en el palacio de Faraón, ni a qué edad lo entregó a la hija de aquél. Éxodo 2.10 relata que el niño creció y aquella princesa lo prohijó y le puso por nombre Moisés, diciendo: "porque de las aguas lo saqué". Sin duda su madre le habrá contado acerca de Dios y sus promesas a Abraham, Isaac y Jacob. (En aquel entonces no había una Palabra de Dios documentada). Le habrá contado al chiquillo cómo ella y su padre lo habían puesto en el arquilla, y su vida fue salvada al ser descubierto. Sin duda relataría la opresión de los israelitas, y el pequeño meditaría todo esto en su corazón. Estamos sugiriendo estos detalles, porque no contamos con un "escrito está" acerca de esa experiencia.
Criado en la corte, en la nación más avanzada de la época, "fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras". Este comentario de Esteban quiere decir que el joven adquirió conocimientos de los artes de aquel entonces, tales como la geometría, literatura, música y medicina. En cuanto a la religión egipcia, es probable que la aborreciera. El corazón de Moisés no estaba en estos grandes logros, sino en algo que estimaba ser mucho mayor que la corte de Faraón.
Hebreos presenta esa realidad de una manera hermosa, apuntando siete cosas que Moisés hizo por fe. Aquí encontramos el primer gran punto crucial en su vida. "Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible".
Estos hechos han sido seleccionados y registrados en el Nuevo Testamento para nuestra instrucción; son cualidades sobresalientes en este hombre de fe.
Primeramente, rehusó ser llamado hijo de la hija del rey. No todos los que tienen fe la tienen para rechazar lo que les beneficia en esta vida, pero para Moisés no era cuestión de agradarse a sí mismo; no le interesaba una buena posición social en el mundo. Rehusó ser llamado su hijo simplemente porque no lo era. Algunos dirían que el nombre de uno no es significativo, pero Moisés asignó mucha importancia a su apellido, y no quería mantener una relación con la hija de Faraón. Le costó los tesoros de Egipto.
Rechazar las atracciones del mundo requiere tanto fe como coraje; es más fácil acomodarse al ritmo de la época. Moisés no quería una identificación que no correspondía a la realidad, y nosotros, por nuestra parte, queremos llevar en mente que Dios nos ha dado tan sólo el nombre de cristianos, los que son de Cristo.
Moisés no solo rehusó; él escogió también; las dos posturas van juntas. Uno puede rechazar algo sin necesariamente optar seguir al Señor, pero este hombre escogió identificarse con un pueblo perseguido. El complemento de esto en el Nuevo Testamento es 2 Corintios 6.17: "salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré". Moisés pagó un precio por su elección, y así será también con todos los que obedecen el llamado que hemos citado.
El próximo punto es que estimaba este reproche de Cristo como de mayor valor que los tesoros egipcios. Él midió el presente a la luz del futuro, y encontró que el reproche era la mayor ganancia aunque por el momento arrojaba pérdida. "Tenía puesta la mirada en el galardón", y asignaba poca importancia a lo demás. Así era Pablo también; él siempre tenía por delante la venida del Señor y el tribunal de Cristo. Creemos que se ajusta a la Palabra de Dios llevar en mente el galardón celestial, pero que no debe ser el motivo de nuestro servicio y separación del mundo.

Continuara.

Serie: Mandamiento Bíblico

Estos son los animales que comeréis,   no comeréis éstos:”, v. 2-3. Levítico 11. 1-8, 43-47; 1 Timoteo 4, 3-4. Leer. En Levítico 11 tene...