Personajes del Antiguo Testamento. N° 19.
Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
en los años 1970 en la revista Truth & Tidings
Parte de una serie publicada mayormente
en los años 1970 en la revista Truth & Tidings
Caleb, el hombre que siguió plenamente
Josué y Caleb eran
colegas y ambos hombres de fe. Varias veces figuran juntos, y en todo caso
salvo dos Caleb es mencionado primero.
En la juventud
Aparentemente el
nombre Caleb se deriva del hebreo keleb,
que quiere decir un perro. En el Nuevo Testamento el perro está asociado con
los gentiles, "Guardaos de los perros", Filipenses 3.2. Es obvio que
Caleb era de origen gentil. En quince de casi treinta referencias a él, está
designado como hijo de Jefone, y en tres de estas Jefone está identificado como
un cenezeo. Sin embargo, Caleb no era ningún forastero, sino ciudadano de
Israel. Contaba con una posesión entre los hijos de Judá conforme al
mandamiento del Señor en Josué 15.13.
Probablemente su
padre había migrado de Canaán y, de alguna manera que no sabemos, se afilió a
la tribu de Judá. Oportunamente, y quizás por alguna hazaña, Caleb llegó a ser
gobernante y juez, 14.26. Escogido por Moisés como el delegado de aquella
tribu, él fue con once más a reconocer la tierra de Canaán. En Mateo 15.27
leemos de una mujer cananea que dijo: "aun los perrillos comen de las
migajas que caen de la mesa de sus amos". Así, este hombre de origen
gentil gozaba de prominencia en Judá.
A los 40 años
El nombre y el
carácter de Caleb concuerdan perfectamente. Se dice que el perro es el único
animal que dejará a los suyos para seguir a un hombre. El sentido de Jefone es
"estará preparado", y esta preparación quedó manifiesta en su hijo
Caleb. Esta virtud está evidente en Números 14.24, que habla de "mi siervo
Caleb" en quien hubo un espíritu diferente de aquel de otros espías; en
Deuteronomio 1.36, "ha seguido fielmente a Jehová"; y también en
Josué 14.8,9,14
Lo encontramos
primeramente en Números capítulo 13, donde estaba dispuesto a dar un buen
informe acerca del reconocimiento de Canaán, y así infundir confianza en el
pueblo, cuando otros querían perturbarlos debido a su falta de fe. Sus
acompañantes habían diluido el coraje del pueblo de Dios, pero Caleb dijo:
"Subamos luego, y tomemos posesión de ella, porque más podremos nosotros
que ellos".
Es así todavía; la
mayoría quieren desanimar, pero en los anales de la Escritura rara vez la
mayoría tiene la razón. "Un hombre más Dios son mayoría". Caleb
declaró lo que estaba en su corazón, y no lo que pensaba que Moisés quería oir,
ni lo que él pensaba sería aceptable a su auditorio. No buscaba complacer, ni
temía contradecir.
A los 85 años
"Mejor es el fin
del negocio que su principio; mejor es el sufrido de espíritu que el altivo de
espíritu", Eclesiastés 7.8. Leemos en Números 14.38 que Caleb vivía
todavía, y habló de nuevo: "Jehová me ha hecho vivir estos cuarenta y
cinco años ... Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió";
Josué 14.10,11. La devoción al servicio de Dios lo había preservado de indulgencias
que posiblemente lo hubieran perjudicado, a los ochenta y cinco años él estaba
aún en condiciones para servir. Para llevar esto a nuestros tiempos y darlo una
aplicación espiritual, vemos a un creyente mayor en el rocío de su juventud,
sano y salvo, corriendo la carrera y guardando la fe.
Toda su vida Caleb
siguió al Señor con convicción, propósito e integridad. Todo lo dicho acerca de
él lo favorece. Pidió: "Dame, pues, ahora este monte. Quizás Jehová estará
conmigo, y los echaré, como Jehová ha dicho", 14.12. No sería cosa fácil,
porque había gigantes allí, pero en la vejez Caleb confió en Dios al igual que
había hecho cuando joven. Leemos entonces que arrojó a los tres hijos de Anac.
A los 105 años
Veinte años más tarde
Caleb estaba activo todavía en la obra del Señor. Leemos en el primer capítulo
de Jueces que ofreció la mano de su hija Acsa al varón que conquistara
Quiriat-sefer, que quiere decir una ciudad de libros o instrucción. Sería un
premio deseable para ser logrado por cualquiera de nosotros. Su sobrino Otoniel
logró hacerlo y recibió lo prometido.
Después de este
episodio, Acsa pidió una bendición de su anciano padre quien la había dado en
matrimonio. Quería un suministro de agua, y él le dio fuentes de agua. Por
nuestra parte, requerimos que nuestras bendiciones espirituales sean regadas
por la Palabra
de Dios.
Es positivo cuando un
hijo de Dios avanzado en años pase sus responsabilidades a la generación
siguiente. Legados espirituales no deben morir con nosotros, sino que la
generación emergente debe recibir el beneficio de la experiencia ganada por la
anterior. El nombre de aquella ciudad fue cambiada a Debir, que quiere decir un
oráculo o lugar de comunicación. Fue bueno el cambio; una vez recibida la
instrucción, uno debe compartirla. Posiblemente el silencio en algunas partes
se deba a que sabemos poco. En nuestro relato, el hombre que seguía plenamente
al Señor estaba en condiciones de instruir a otros.
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