Personajes del Antiguo Testamento. N° 20.
Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
en los años 1970 en la revista Truth & Tidings
Parte de una serie publicada mayormente
en los años 1970 en la revista Truth & Tidings
Josué, el ministro hecho líder
Dios entierra a sus
obreros y prosigue con su obra. Las Escrituras narran varios casos de sucesión
espiritual, como por ejemplo Génesis 25.11 donde "sucedió, después de
muerto Abraham, que Dios bendijo a Isaac su hijo", y en 26.18,
"volvió a abrir Isaac los pozos de agua que habían abierto en los días de
Abraham su padre". Leemos que en otro tiempo Elías derramó agua en las
manos de Eliseo, 2 Reyes 3.11, 16; al ser llevado al cielo su maestro, este
último asumió su manto e hizo las mismas cosas que Elías había hecho. En el
caso de Timoteo, Pablo escribió: "Lo que has oído de mí ante muchos
testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a
otros", 2 Timoteo 2.2.
La responsabilidad de
Josué fue la de asumir la carga que Moisés dejó; era grande la comisión suya,
la de poseer la tierra. Moisés había muerto cuando aparentemente la nación más
lo requería. Es claro que la gente aceptaba el liderazgo de Josué, y que él
aceptaba la gran responsabilidad que le era impuesta. Por unos veinticinco años
(según las fechas anotadas en nuestras biblias) Josué condujo el pueblo de Dios
de triunfo en triunfo en la conquista de Canaán.
Su nombre era
originalmente Oseas, Números 13.8, pero Moisés lo cambió a Ohoshua, y así llegó
a ser Josué, que en el griego es Jesús y quiere decir "Jehová el
Salvador". La cuestión de escoger es muy prominente en la vida de este
hombre. Primeramente, Moisés lo escogió para encabezar la lucha contra Amalec,
y luego él mismo escogió a hombres para ocuparse en esa pelea. Más adelante,
Moisés escogió a Josué para acompañar a otros a la tierra de Canaán, y a su vez
"escogió Josué treinta mil hombres fuertes", 8.3. Al cierre de su
vida le escuchamos decir al pueblo de Dios que escojan, y les hace saber cuál
fue su propia decisión.
Consideraremos
brevemente el comienzo, la formación, el liderazgo y el fin de este hombre,
La primera mención de Josué se encuentra
en Éxodo 17: "Dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear
contra Amalec". No se nos explica por qué Moisés escogió a Josué a
guerrear, aunque otra honra le fue conferida posteriormente. Tenía unos
cuarenta y cinco años en esa ocasión y quizás Moisés había notado ciertas
cualidades que lo capacitaban para encabezar la lucha. Fue la primera guerra de
Israel en Canaán; el enemigo fue Amalec, un tipo de la carne. No se contemplaba
rendirse ni arreglar el asunto a medias; no se haría la paz con ese enemigo,
cualquiera el costo. "Y Josué deshizo a Amalec".
A
menudo podemos aprender algo de la ley de la primera mención, y aquí vemos que
debemos conquistar la carne para estar en condiciones de emprender más
servicio. Sin duda la preparación de
Josué comenzó antes de esta guerra. Josué era servidor de Moisés, Éxodo 24.13,
Números 1.28, Josué 1.1, y habrá
aprendido mucho al ver el comportamiento del varón de Dios. Encontramos a los
dos subiendo el monte juntos, y después, cuando Moisés volvía al campamento,
"el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio
del tabernáculo".
Números 27.18 al 23
relata el nombramiento a ser el líder
de su pueblo: "Toma a Josué ... varón en el cual hay espíritu [preferible
aquí una E mayúscula], y pondrás tu
mano sobre él ... y pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la
congregación de los hijos de Israel le obedezcan". Es evidente que su
investidura fue de parte de Dios y no de Moisés. El liderazgo es de suma
importancia, y es exitoso sólo si está aprobado de Dios.
Le quedaba a Josué
más que aprender, aun nombrado a conducir al pueblo. Cuando estaba junto a
Jericó, estudiando sus muros impenetrables y portones gigantescos, bien ha
podido preguntarse cómo la ciudad podría ser conquistada. En esto, levantó la
mirada y por revelación divina vio a un varón que portaba una espada
desenvainada. En vez de ocuparse de Jericó él contempló al mensajero celestial
y demandó saber su identidad, 5.13 al 15. El desconocido se declaró ser capitán
del ejército de Jehová. Josué se sometió a sus órdenes y estaba dispuesto a
enfrentar a Jericó, ya no por cuenta propia sino confiando en la fuerza y los
recursos del Príncipe. El calzado quitado de sus pies, y sobre tierra santa,
aprendió cómo proceder. Su preparación estaba completa.
"Los de Hai
mataron de ellos a unos treinta y seis hombres, y los siguieron desde la
puerta ... Y Josué dijo: ¡Ah, Señor
Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las
manos de los amorreos?" 7.5,7.
Josué tenía sus defectos. Casi le echó la culpa a Dios
por la derrota en Hai. Se enfocó en el efecto y no la causa de lo sucedido. Lo
pesaba la derrota y no la razón. Luego vio la mano de Dios en aquel desastre y
aprendió que se debió a la desobediencia. Sin demora, se levantó temprano el
día siguiente para tratar con el pecado.
En la cuestión de los
gabaonitas, Josué no estaba libre de culpa porque no buscó consejo a Dios,
9.14. Es cierto que no leemos de desaprobación de parte de Jehová, pero parece
que fue un error tener trato con ese pueblo. Ellos fueron engañosos, y Josué y
los ancianos se dejaron guiar por lo que vieron. Tengamos cuidado cuando el
enemigo se presenta como ángel de luz. ¿Qué comunión tiene la luz con las
tinieblas? Posiblemente Josué no vio el asunto como suficientemente importante
para ameritar pedir la mente del Señor, pero en realidad él estaba
desprevenido. La lección aquí es que no hay nada tan trivial como para no ser
presentado ante Dios.
Josué terminó triunfantemente. El último
capítulo del libro que lleva su nombre cuenta que reconoció: "Yo estoy
para entrar hoy por el camino de toda la tierra," 23.14. Él conocía los
corazones del pueblo y por esto dejó en claro que no era poca cosa para ellos
servir al Señor. Su reto lo encontramos en el capítulo 24, donde les recuerda
qué había hecho Dios por ellos y prosigue: "Os di la tierra por la cual
nada trabajasteis", y "... escogeos hoy a quién sirváis". Con
esto agregó a título de estímulo: "Yo y mi casa serviremos a Jehová".
La vida piadosa y
uniforme de este hombre arrojó una influencia beneficiosa sobre el pueblo de
Dios. "Sirvió Israel todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los
ancianos que sobrevivieron a Josué". Así ha sido siempre; la influencia de
un hombre o una mujer bueno se hace sentir mientras viva y en generaciones
posteriores.
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