Efesios 3:1-13
“EL MISTERIO DE CRISTO”
El lenguaje del primer
versículo de nuestra lectura nos hace pensar que Pablo va a orar nuevamente por
los lectores de su carta (comp. 1:15,16) y sí lo va a hacer, pero primero
insiste en la importancia de lo que acaba de escribir en el capítulo anterior.
Los versículos 9,3 y 5 (en este orden) nos dan una buena
explicación de lo que es un misterio. Es algo escondido en los propósitos de
Dios, pero revelado en el momento oportuno. No era misterio que el Mesías
vendría y traería bendición a todas las naciones; el misterio fue declarado
después de la muerte y resurrección de Cristo: habría una compañía totalmente
nueva (la iglesia) en la cual judíos y gentiles tendrían igualdad. Por la
iglesia, Dios da a conocer al mundo y a los ángeles su multiforme sabiduría.
En vísperas de NAVIDAD
podemos pensar que Dios no sólo preparó un cuerpo para que Cristo viviera entre
los hombres y muriera por ellos en la cruz; también preparó un cuerpo para que
fuera glorificado ante el mundo durante los más de veinte siglos que han
transcurrido desde la primera navidad. Ese cuerpo es la iglesia y formamos
parte de él.
Efesios 3:14-21
ORACIÓN PIDIENDO AMOR
Es un privilegio escuchar
la oración de quien vive cerca de Dios. Aquí podemos conocer al apóstol, saber
cuáles eran sus anhelos y aprender lecciones que nos ayudarán a orar. La
oración que hemos leído pide:
2. La presencia de Cristo que se realiza por fe y se
experimenta en amor. Entre más conocemos de este amor en experiencia personal,
más seremos constreñidos por él en servicio (vs. 17-19).
3. La plenitud de Dios (v. 19). No es una meta inalcanzable; no subestimemos el poder de
Dios, al contrario, oremos para ser capaces de entender todo lo que él quiere y
puede hacer en nosotros.
Es necesario que Cristo
habite por fe en nuestros corazones para que, arraigados y cimentados en amor,
podamos conocer las cuatro dimensiones de su amor: (1) Anchura, todo lo que abarca. (2)Longitud, su duración es eterna. (3) Profundidad, hasta dónde desciende: del cielo a
Belén, hasta el pecador más vil que lo necesita. (4) Altura, hasta dónde eleva a pecadores como
nosotros: a la misma presencia de Dios.
Ciñamos, pues, los lomos
de nuestro entendimiento (1 P. 1:13) y pidamos que nuestros ojos sean
iluminados (Ef. 1:18) para entender LA VERDAD DE LA
NAVIDAD.
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