miércoles, 7 de agosto de 2019

El alto costo de la desobediencia



“¿Cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?” 1Pedro 4:17
Hay en el mundo una preocupación bien fundada en el alto costo de la vida. Los precios de los artículos de primera necesidad están por las nubes y siguen en alza hasta que las ganancias de muchos a duras penas cubren sus gastos. Este dilema es en serio en verdad, pero hay otro infinitamente más grave, y que causa poca o ninguna preocupación en las personas. Es el alto costo de la desobediencia a Dios, el de seguir en sus pecados sin obedecer al evangelio hasta perder el alma eternamente. El costo de tal desobediencia no ha variado durante los siglos porque es tan elevado que no puede subir más.

La desobediencia puede acarrear consecuencias fatales aun en las cosas que atañen a nuestra vida física. Pienso en un acto de indisciplina de parte de un soldado en la segunda guerra mundial que le costó la vida. El pertenecía, lo mismo que yo, a una compañía de cien militares que estábamos alojados en casas en toda la costa sur de Inglaterra. Nuestra misión era la de captar las transmisiones de radio del ejército enemigo para luego descifrar sus mensajes en clave y localizar sus divisiones.

En las playas cerca de aquellas casas, los ingleses habían construido defensas después de ser arrojados del continente Europa, atrincherándose en su isla en espera de una invasión que nunca llegó. Mar adentro levantaron una enrejada de tubos para impedir el desembarco de tropas y en las playas echaron una línea de grandes bloques de concreto para cerrar el paso de los tanques. Debajo de las arenas escondieron minas de alto poder explosivo con dispositivos percutores para hacerlas volar al ser pisadas por el pie de un hombre o por las orugas de un carro blindado. Para salvaguardar la vida a las personas no enemigas colgaron en los enredos de alambre de púa avisos en letras rojas que decían: “PELIGRO, MINAS, NO PASE”. A los civiles les era prohibido acercarse. A nosotros los soldados nos fue dada una orden explícita de no pasar a la playa. Las advertencias no son para entretener a los transeúntes, sino son para que los cautos no se metan en problemas. Son para el bienestar de los que las tomen en serio y obedecen. Años atrás, Samuel dijo a Saúl cuando perdió su derecho a reinar como rey: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios” (1 Samuel 15:22). ¿Cuál fue la causa de su destitución? Desobedeció la clara instrucción de Dios. Dios toma en cuenta cuando obedecemos y desobedecemos. (Continuará)



“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros” 1Samuel 15:22

Durante le Segunda Guerra Mundial, los ingleses construyeron defensas en las playas para evitar la invasión que nunca llegó. Debajo de las arenas escondieron minas de alto poder explosivo y para salvaguardar la vida a las personas no enemigas colgaron en los enredos de alambre de púa avisos en letras rojas que decían: “PELIGRO, MINAS, NO PASE”. Un día se notó una columna de humo a la distancia y a un compañero de nosotros le despertó la curiosidad. Para ver mejor pasó por encima del alambre de púa, haciendo caso omiso de los avisos y de las órdenes superiores, y se encaramó en un bloque. No satisfecho todavía, brincó del bloque a las arenas da la playa. En ese momento andaba yo por la calle a unos treinta metros de distancia y sentí una tremenda explosión. El pavimento se estremeció y pedacitos de metal y de piedras empezaron a llover sobre mas. Sentí caer algo más pesado a mi lado. Era el hueso de la rodilla de un hombre con pedazos de carne carbonizada colgando de él.
Inmediatamente fue reunida toda la tropa. Era de creer que el muerto fuera uno de los nuestros pero todavía no sabíamos quién. Un oficial empezó a pasar lista y cada soldado al oir su nombre contestaba “¡PRESENTE!”. Eran momentos tensos en extremo. Por fin el mayor llamó “¡JOHNSTON!”. Hubo silencio, “¡JOHNSTON!”, gritó en tono casi imperioso, reflejando su voz la tensión que todos sentíamos. Nos miramos los unos a los otros en medio del silencio más absoluto. Johnston no estaba presente. No contestó, ni contestaría jamás. El muerto era él.
Recogimos los pedazos de su cadáver que pudimos encontrar para darles sepultura. El pie que pisó la mina no lo hallamos sino una semana después todavía metido en su bota, pero a sesenta metros de distancia. Fue la primera baja que sufrimos y la sentimos mucho más que otras pérdidas que ocurrieron después de entrar en acción directa contra el enemigo. Fue tan innecesaria, pero muestra el alto costo de la desobediencia. El evangelio es más que un mensaje de invitación, pues “Dios, … ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan.” Hechos 17:30. El evangelio es un mandamiento y debe ser obedecido, pues si no, “cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, NI OBEDECEN AL EVANGELIO de nuestro Señor Jesucristo” 1 Tesalonicenses 1:6-7. No obedecer el evangelio se paga con un alto costo.  –


“Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?” Romanos 10:16

La desobediencia es algo innato en todos los seres humanos. Adán y Eva gozaban en el Edén de la comunión diaria con su Creador, pero sugestionados por Satanás, desobedecieron a Dios y fueron echados fuera. El costo tan elevado de este acto de rebeldía seguimos pagando nosotros según nos aclara la Biblia, “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron… Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno CRISTO, los muchos serán constituidos justos” Romanos 5:12 y 19

Desde nuestro nacimiento, somos pecadores. Lo somos por herencia y por práctica pues cada uno ha desobedecido a Dios y él dice, “el alma que pecare esa morirá”. La muerte no es un dejar de existir sino más bien un desesperante existir distanciado de Dios. Antes de obedecer al evangelio, los Efesios estaban en un condición descrita como “muertos en vuestros delitos y pecados” Efesios 2:1. Este es el verdadero estado de todo pecador delante Dios. Viviendo, está lejos de Dios. El evangelio llama al arrepentimiento y la obediencia para confiar en Cristo. Si el pecador continúa en esta condición, el mismo pagará el alto costo de su desobediencia que es la segunda muerte, una eternidad separado de Dios en el lago de fuego.

Tan distinto a nosotros es el Señor Jesucristo a quien atribuimos en sentido profético las palabras, “Yo no fui rebelde, ni me volví atrás. Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba” Isaías 50:5-6. Muriendo en la cruz fue un supremo acto de obediencia a Dios. Hizo posible la salvación nuestra, es decir, por medio de podemos obtener la vida eterna. “Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2:8. Por la obediencia de Él puede constituirnos justos ante Dios. La Biblia pregunta, “¿Cuál será el fin de aquellos que NO OBEDECEN al evangelio de Dios? 1° Pedro 4:17, y da la contesta, “En llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor…” 1 Tesalonicenses 1:8-9. Decimos a los que no son salvos: No hagas caso omiso de estas claras advertencias. No desobedezcas la voz de tu Dios. Recibe a Cristo por la fe en este momento, pues “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” Juan 3:36.  –BC/daj

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