miércoles, 31 de enero de 2018

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 16.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

En casa de Potifar

Los hermanos vendieron a José por veinte piezas de plata. Si dividieron la suma en partes iguales, cada uno recibió apenas dos piececitas. Los madianitas a su vez entregaron el preso a un oficial egipcio llamado Potifar, y sin dudo fue buen negocio para ellos vender a un mozo de diecisiete años. José no contaba con su túnica ahora, sino con algo mejor: "Jehová estaba con José, y fue varón próspero", 37.2. Aun siendo un esclavo hebreo en casa de un egipcio bien acomodado, él gozaba de compañerismo divino. Su perspectiva parecía ser buena; su amo le puso sobre todos sus bienes.
El joven era de gallarda figura y de hermoso parecer. La Palabra de Dios relata que la esposa de su amo intentó seducirlo. José rechazó su propuesta y dejó una declaración que nosotros debemos llevar muy en mente: "¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?"
Por segunda vez José perdió su túnica, sin duda de calidad. Huyó de la tentación, y la mujer lo asió por su ropa; él se quedó sin ropa pero con su carácter intacto. José puso por obra lo que Pablo instó a los santos siglos más tarde: "Huid de la fornicación".
Y por segunda vez la ropa de José fue usada como falso testimonio en su contra. Aparentemente Potifar creyó la historia que le fue contada. "Tomó su amo a José, y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey". Y justamente en el versículo que sigue leemos: "Pero Jehová estaba con José".
Así, él dejó la casa de Potifar con las mismas palabras registradas acerca de él cuando entró: el Señor estaba con él. Pronto ganó el favor del carcelero. "Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con él". No obstante las circunstancias contrarias, José fue ascendido.
El copero en jefe y el panadero en jefe estaban entre los presos. Un día vieron que José estaba triste, y preguntaron por qué. Cuando les contaron sus propios sueños, el soñador interpretó sueños. El panadero fue ahorcado y el copero restaurado a sus funciones. José se aprovechó de la oportunidad y pidió a este último: "Acuérdate de mí cuando tengas ese bien". No hizo mal al pedir esa libertad de su encarcelamiento injusto, pero la naturaleza humana se hizo evidente, porque "el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que le olvidó". La ingratitud caracteriza los días postreros, 2 Timoteo 3.2.
José había aprendido la verdad de Isaías 2.22: "Dejaos del hombre, cuyo aliento está en su nariz". Sin duda había confiado en la integridad del copero, y día tras día había esperado buenas noticias, pero su suerte iba a ser la de pasar dos años más en esa prisión, y no es de dudar que fueran años difíciles de llevar. Él no sabía que Dios estaba esperando el momento oportuno, y bien ha dicho alguien que Él nunca se atrasa ni se adelanta.
Si José hubiera sido excarcelado poco después de salir el copero, hubiera sido prematuro en los propósitos de Dios. Hubiera estado en libertad, pero probablemente poco más. Posiblemente hubiera intentado volver a la casa paternal, pero desde luego esto es sólo suposición. Definitivamente José iba a salir libre, pero solamente en el momento que Dios tenía previsto.
Él iba a enviar hambruna y Faraón iba a soñar. La mente del copero empezó a reflexionar, y él se acordó de su falta. Buscaron al preso José, quien expuso el sueño. Todo estaba acorde con el plan de Aquel que "hace todas las cosas según el designio de su voluntad", Efesios 1.11.
La lección que debemos aprender es que nuestro Padre se rige por un calendario. Los acontecimientos en nuestro relato tuvieron lugar "cuando se acercaba el tiempo de la promesa", Hechos 7.17. La aflicción de José llegó a su fin cuando Dios quiso: "Hasta la hora que se cumplió su palabra, el dicho de Jehová le probó", Salmo 105.19.
Habiendo oído el sueño, José le da al rey un mensaje triple de parte de Dios. Dijo que Dios le había mostrado a Faraón lo que iba a hacer y cómo debía proceder. Faraón reconoció que efectivamente Dios le había hecho saber todo esto a José, y encontramos que éste fue honrado sobremanera.

Segundo en el reino

Faraón reconoció que la sabiduría de José era de origen divino, y por esto lo puso de gobernador sobre todo Egipto. Las aflicciones de José habían pasado; a la edad de treinta años era el primer ministro. De muchacho pastor, a través de mucha tribulación, ascendió a ser (aparentemente por ochenta años) gobernador de la nación más avanzada de su tiempo. Esta posición fue lograda con base en su valor personal, si bien todo el tiempo Jehová estaba con José. En el 41.42 leemos que "Faraón quitó su anillo de su mano, y lo puso en la mano de José; y puso un collar de oro en su cuello ... y lo hizo vestir de ropa de lino finísimo, y puso un collar de oro en su cuello".
Una vez más José se había mudado de ropa. Primero tenía la túnica de varios colores que su padre había hecho; luego el uniforme de un supervisor en la casa de Potifar; y entonces un cambio repentino al atuendo de un preso en la cárcel. Finalmente, ostentó ropas de lino muy fino que nunca le serían quitadas. Fue honrado de Dios porque había honrado a Dios. Faraón le dio un nombre nuevo a José, el de Zafnat-panea, que quiere decir un revelador de secretos. También le dio de esposa a Asenat, hija del un sumo sacerdote de On. La experiencia en los años con Potifar, como también los sufrimientos en la cárcel, le capacitó para su responsabilidad nueva.
Es demasiado común que el orgullo se manifieste cuando un hombre es exaltado repentinamente a una posición de dignidad. No fue así con José, ni más adelante se aprovechó de su autoridad con castigar a sus hermanos por lo que habían hecho. Aborrecían a José, de manera que daban por entendido que él sentiría lo mismo para con ellos. Pero eso no era el carácter del hombre que había pasado por la prueba de un encarcelamiento injusto y ahora por la de la prosperidad. La cisterna y la cárcel le prepararon para el cuello de oro. En la cisterna se dio cuenta del odio que sentían sus hermanos; en la cárcel aprendió la fidelidad de Dios; ahora, condecorado, iba a aprender la soberanía de Dios. José era paciente y honesto, bien en la casa de Potifar, en la prisión o en el palacio de Faraón.
Dios tenía en mente una gran obra para este hombre. Sería la de salvador. También, estaba en los propósitos de Dios que fuese reunido con su padre y sus hermanos. La verdad es más extraña que la ficción, y esto se ve en las circunstancias tan llamativas que condujeron a la reconciliación de la familia. Los sueños de José fueron cumplidos. Aun cuando hubo un lapso cuando sus hermanos no estaban dispuestos a oírle, llegó el tiempo cuando lloraban a sus pies. Más adelante el carácter noble de nuestro protagonista brilló a través de sus palabras: "Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo caminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo".

Gloria y bendición

José vivió por más de sesenta años después de la hambruna, pero poco leemos de él en esa etapa. Recibió el doble de la herencia que le correspondía, y la prole de sus hijos -- Efraín y Manasés -- fue reconocido entre las doce tribus de Israel.
"Habitó José en Egipto, él y la casa de su padre", 50.22. No diríamos que fue por gusto propio. No era su posición exaltada que lo guardó allí, ni los honores que habrá disfrutado todavía. Él sabía de la promesa que Dios le hizo a su padre en Beerseba: "Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos".
Los propósitos de Dios tendrían todavía otro cumplimiento después de la muerte de José. "Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos", Hebreos 11.22. Jacob tenía doce hijos, algunos de ellos de renombre, pero solamente éste recibe mención en los actos de fe narrados en Hebreos 11.
Él tenía una convicción firme que Dios cumpliría su promesa. De ninguna manera sus trece años de aflicción habían debilitada su confianza en Dios, sino la habían fortalecido. La prosperidad suele alejar a uno de nuestro Padre, pero así no fue con José. Aunque más de doscientos años habían transcurrido desde que Dios hizo la promesa a Abraham, José confiaba que la iba a cumplir.
El escritor a los Hebreos bien ha podido mencionar varios incidentes, actos de fe, en la vida de José, pero el Espíritu Santo escoge solamente dos: la mención de la salida de los israelitas y la orden respecto a sus huesos. José era un verdadero hebreo (uno que cruzaba al otro lado) hasta el día de su muerte. Hizo que los hijos de Israel juraran, diciendo: "Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos", 50.25. Sin duda ha podido mandar que se levantara un gran monumento sobre su tumba, al haber sido sepultado en Egipto, pero su fe en Dios era más fuerte que cualquier ambición terrenal. Sus nobles palabras están registradas para nuestra instrucción: "Yo voy a morir, mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob".
No quería que sus huesos se quedaran en Egipto, de manera que Moisés los llevó consigo aquella noche memorable en que los hijos de Israel salieron de ese país. Los israelitas llevaban aquellos huesos en sus caravanas a lo largo de todos aquellos años de peregrinación. Esto nos trae a la mente, claro está, las palabras de 2 Corintios 4.10: "llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos". Aun cuando los hijos de Israel llevaron aquellos huesos a Mara, Refidim y tantas otras partes,  no leemos que en todas sus murmuraciones se hayan acordado de José. Aquellos restos han debido ser para ellos lo que la cena del Señor es para nosotros: un recordatorio precioso.
Por fin llegaron a la tierra prometida, y "enterraron en Siquem los huesos de José ... en la parte del campo que Jacob compró ... y fue posesión de los hijos de José", Josué 24.32. Probablemente esto no quedaba lejos de la cisterna donde sus hermanos lo habían metido muchos años antes. Así, Génesis termina con un ataúd en Egipto y el libro de Josué (el Efesios del Antiguo Testamento) con los huesos del patriarca enterrados en Canaán. En la vida de Josué aprendemos que la humildad viene antes de la honra, Proverbios 15.33, y "mejor es el fin del negocio que su principio", Eclesiastés 7.8    

Concluido.

José, el hermano separado

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 15.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

José, el hermano separado

La historia de José, el décimo primero hijo de Jacob, es una de las más interesantes en la Biblia. Hay una sola referencia breve a él antes del relato que comienza cuando tenía diecisiete años y aquel que concluye con su muerte a la edad de ciento y diez. Los incidentes son quizás tan variados como los colores de la túnica que su padre hizo para este hijo favorito.
Aquella vida puede ser resumida en tres palabras clave: vendido, traicionado y exaltado. Fue amado de su padre, odiado de sus hermanos, comprado por los ismaelitas, traicionado por una egipcia, encarcelado por un rey, honrado por el mismo, y bendecido de Dios.
La historia comienza con una diligencia a exigencia de su padre para conocer la suerte de sus hermanos, y desde ese punto en adelante vemos la mano de Dios en todo detalle de su vida. Todo se conformó con el diseño del tejedor divino, y bien sabemos que en los tapices suyos los hilos oscuros son tan necesarios que los de oro y plata.
El registro bíblico no narra nada desfavorable acerca de José, y él es posiblemente el más perfecto tipo del Señor Jesucristo en toda la Palabra de Dios. Su nombre significa "añadirá", y José añadió a su nombre a lo largo de sus muchos años y carrera diversificada. Génesis 39.3 afirma que Jehová hacía prosperar todo lo que este hombre hacía. Vemos en su historia un cumplimiento de palabras dichas unos quinientos años más tarde: "Yo honraré a los que me honran", 1 Samuel 2.30.

Amado de su padre

José era el penúltimo en una familia de doce varones. Su padre Jacob le amaba mucho, y Génesis 37 relata que, como gesto de amor, hizo para José una túnica de diversos colores. Esto le diferenciaba de sus hermanos, cuya ropa sería ordinaria, si no inferior.  La túnica era un testimonio público de que José era el hijo favorito. Posiblemente su padre le amaba por ser el primogénito de Raquel, la amada esposa de Jacob, o posiblemente porque nació cuando su padre era ya mayor, en términos comparativos.
Aunque Jacob le tenía un cariño especial, es evidente que sus otros hijos también gozaban de su afecto. Jacob le mandó a José en una marcha larga a Siquem para inquirir por el bienestar de sus hermanos. El joven estaba dispuesto hacerlo, aunque sin duda ya había sentido que le aborrecían.
Cuando hay varios hijos en la familia, no es cosa rara que uno o ambos padres sientan mayor afecto por uno que por otro. Este sentimiento debe ser suprimido en lo posible. Puede o no que la preferencia tenga razón de ser, pero manifestarla sólo va a incitar celos.
Parece que Jacob fue imprudente al hacer la túnica. Dio lugar a rencores, y el día llegó cuando los varios hermanos se la quitaron, 37.23. "Enviaron la túnica de colores, y la trajeron a su padre, y dijeron: Esto hemos hallado; reconoce ahora si es la túnica de tu hijo, o no". Nada de "la túnica de nuestro hermano", sino "de tu hijo".
No es frecuente que un complot sea tan exitoso, pero este es el primer incidente en la realización de los propósitos de Dios en y por medio de José. Jacob creyó la evidencia; vio la túnica y la sangre con que fue teñida. Varios años antes, él había engañado a su propio padre al usar pieles de cabritos para cubrir sus manos, y ahora su pecado lo ha descubierto.

Odiado de sus hermanos

Los sueños de José eran otra causa de amargura. Leemos en Génesis 37.5: "Soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía". Esto fue después de que Jacob había hecho la túnica, y sirvió para empeorar la situación. Luego otro sueño y su interpretación hicieron arder aun más sus corazones. Su padre observó lo que fue dicho pero también reprendió al hijo por haber contado su sueño.
Sin embargo, los sueños fueron dados por Dios y eran proféticos. José fue enviado a conocer la condición de sus hermanos, y al ver ellos que venía, sin duda reconociendo de lejos la túnica, dijeron entre sí: "He aquí viene el soñador". La historia narra que todavía otro color fue añadido a esa prenda: fue teñida en sangre. Devino en el símbolo de la vida de José. "La envidia es carcoma de los huesos. ¿Quién podrá sostenerse ante la envidia?" Proverbios 14.30, 27.4.
Como es frecuentemente el caso en el aborrecimiento humano, los hermanos de José buscaron una oportunidad para abusar de él, y la oportunidad se presentó. Tal fue su odio que decidieron matarlo. Cuando Rubén lo supo, se opuso, aun siendo hombre tan inestable como el agua. Asumió liderazgo y propuso que su hermano fuese echado en una cisterna. Él tenía dos motivos: pensaba volver y liberar a José, y estaba preocupado por cómo todo esto iba a afectarle a él mismo: "¿Adónde iré yo?"
Mientras tanto, llegó una caravana de ismaelitas, rumbo a Egipto con mercadería. Judá propuso vender a su hermano, y aparentemente Rubén no estaba presente en ese momento. Vemos cuán débil de carácter era él y cuán carentes de principios sus hermanos. No sabemos cuánto tiempo pasó José en esa cisterna, pero siglos después Esteban dijo en Hechos 7.9: "Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron a José para Egipto; pero Dios estaba con él". Perdió su túnica, pero no así la presencia de Dios con él. Los hermanos no solamente engañaron a su padre, sino también le causaron angustia por muchos años. Dijo: "Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol", 37.35.


miércoles, 24 de enero de 2018

Jacob en Beerseba

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 14.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Jacob en Beerseba

La supuesta muerte de su hijo predilecto fue un golpe severo para Jacob; las noticias traídas por los otros hijos hicieron saber la profundidad de su amor para José. Vamos a pasar por encima de los años de silencio en la vida de este hombre y llegar de una vez al día que recibió las buenas nuevas de Egipto y exclamó: "José mi hijo vive; iré, y le veré antes que yo muera", 45.28.
Esta sola cosa ocupaba su mente: "le veré". Parece que su juventud fue renovada ante esa expectativa. Notamos el afecto encerrado en las palabras "mi hijo". Sin embargo, Dios tenía en mente para Jacob algo más que simplemente ver a su hijo.
El primer versículo del próximo capítulo cuenta que "Israel" procedió a Beerseba y ofreció sacrificios al Dios de su padre. Posiblemente allí dio gracias a Dios por la grata noticia que le había llegado. Abraham había plantado un árbol en este lugar e invocó allí el nombre de Jehová Dios eterno, 21.33. Isaac levantó un altar en Beerseba y él también invocó el nombre de Jehová, 26.25, 26. Ahora Jacob hace lo mismo y recibe renovada confianza acerca de ir a Egipto que le fue prometida cuando iba rumbo a Padan-aram.
"Israel" viajó, pero la palabra de lo alto fue: "Jacob, Jacob, no temas … yo descenderé contigo". Y fue con los suyos a Egipto.

Jacob en Egipto

Ahora nuestro protagonista tiene 130 años. Había vivido 77 en la casa de su padre, 20 en Padan-aram, 33 en Canaán de nuevo, y va a estar en Egipto por 17, para un total de 147 años.
José le presentó a su padre a Faraón, un príncipe con Dios llega a conocer a un príncipe de Egipto. De una vez Faraón le pregunta su edad, 47.8, y recibe la respuesta: "Los días de los años de mi peregrinación son ciento treinta años; pocos y malos han sido los días de los años de mi vida, y no han llegado a los días de los años de la vida de mis padres en los días de su peregrinación".
El patriarca reconoció que su vida no había sido todo lo que ha podido ser. No hay en su respuesta una insinuación de falta de gratitud a Dios, sino que los fracasos estaban echando una sombra sobre su vejez. Los recuerdos le impulsaron a decir: "pocos y malos". Una vida larga era una de las bendiciones que Dios otorgaba a sus hijos terrenales.
José había vivido 17 años en casa de su padre, y ahora el padre va a vivir 17 con el hijo. Tenemos aquí un ejemplo del cuidado de los padres ancianos de parte de los hijos, cosa que no siempre se observa ahora. Es un hermoso atardecer a la larga vida de Jacob; sus canas no descendieron al sepulcro con dolor, como él temía en el 42.38.
Las postreras palabras a sus hijos no fueron todas de bendición. La visión del futuro y lo invisible se aclara cuando uno está acercándose al final de la peregrinación. Este hombre estaba persuadido que iba a morir en Egipto, y su postrimería fue pacífica. Hizo arreglos para su funeral, instruyendo a sus hijos a sepultar sus restos en Macpela.
Una sana iniciativa en este sentido, hasta un punto prudencial, evita incertidumbre y problemas innecesarios para los dolientes. Jacob no vio el cumplimiento de todo lo que Dios había prometido, pero actuó por fe al bendecir algunos de sus nietos, apoyándose sobre el extremo de su bordón, Hebreos 11.21.
***
Hemos seguido a Jacob desde la casa de su padre en Luz a Padan-aram, Jaboc, Siquem, Canaán, Beerseba y hasta Egipto. Hemos sabido que su carrera fue una de reveses, confianza en la carne, restauración y paz al final. Hemos conocido a Jacob como un suplantador y como Israel con poder con Dios y los hombres. Le hemos visto en la escuela de Dios, y nos ha llamado la atención su disposición a ceder, su obediencia y sus triunfos.
Leemos que Dios le dijo: "No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel", 32.28, pero con todo encontramos la frase "el Dios de Jacob" más frecuentemente que "el Dios de Israel". Bien exclamó el escritor del Salmo 46: "Nuestro refugio es el Dios de Jacob".

Concluido.

Jacob en Jaboc

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 13.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Jacob en Jaboc

Después de estar él unos veinte años en Padan-aram, Dios le dijo: "Vuélvate a la tierra de tus padres y a tu parentela, y yo estaré contigo", 31.3. Oportunamente emprendió la marcha, saliendo furtivamente de noche. Era un Jacob diferente de aquel que había llegado a Padan-aram. Estaba vació en ese entonces, pero se va lleno; ahora es "dos campamentos". Cuenta con dos esposas, once hijos varones y una hija, y manadas que hacen entrever su prosperidad.
Él oye decir que Esaú vendrá a su encuentro con cuatrocientos hombres, y eso le infunde miedo. Encomienda todo en la mano de Dios en una de las mejores oraciones del Antiguo Testamento. Le recuerda a Dios su promesa incondicional a Abraham e Isaac, confiesa su propia indignidad y hace una petición. Luego echa a perderlo todo. Habiéndose encomendado a Dios, revierte su postura y vuelve a sus intrigas.
Pero Dios se encarga de la situación. Antes de encontrarse Jacob con Esaú, Dios se encuentra con Jacob. La energía de la carne no bastaría. Jacob es fuerte en sus marchas, pero le hace falta un toque de parte de Dios. "Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que se rayaba el alba", 32.4.
Jacob no está luchando con el varón, sino Dios con Jacob. Pero el peregrino no suelta al varón hasta recibir una bendición y un nombre nuevo. Ahora es Israel, que quiere decir "el que lucha con Dios", y también "un príncipe con Dios". Él recibe la confianza que tendría poder con Dios y prevalecería contra hombres. Llamó a ese lugar Peniel, a saber, "el rostro de Dios".
El luchador divino tocó el encaje de su muslo, y se contrajo el muslo de Jacob en esa contienda. Y ahora la pregunta: "¿Cuál es su nombre?" Los problemas de Jacob comenzaron cuando quiso engañar a su padre con decir que su nombre era Esaú. Él nunca había confesaba esa mentira, ni ante Dios ni ante su hermano, y ahora con un toque en el muslo Dios le obliga a decir la verdad. "Mi nombre es Jacob". ¡Una confesión de veras! Ahora será bendecido.

Jacob con Esaú

Los hermanos se encuentran y Jacob descubre que sus temores no tenían base. Dios había ablandado el corazón de Esaú hacia su hermano, y ahora este había desistido de sus malas intenciones. Esaú corrió, le abrazó, se echó sobre su cuello y le besó. Y lloraron.
Ambas habían prosperado económicamente desde su separación. Jacob atribuía esta bendición a la gracia de Dios, hablando de "los niños que Dios ha dado a su siervo". La actitud de cada cual es una de satisfacción y contentamiento en cuanto a cosas terrenales. Esaú no quería aceptar el obsequio de su hermano pero Jacob insistió. Quizás podemos entender que Esaú haya dicho, "Suficiente tengo yo, hermano mío, sea para ti lo que es tuyo", pero nos sorprende oír a Jacob responder, "Dios me ha hecho merced", 33.11. 
Esta actitud es muy diferente a la que mostraba en Padan-aram cuando estaba deseoso de escapar con todo cuanto podía. Quizás el carácter "Israel" se estaba manifestando ahora, aunque no lo haría siempre de aquí en adelante. "Contento con lo que tenéis ahora", Hebreos 13.5, es señal de una buena condición de alma. Y también: "Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento", 1 Timoteo 6.6. La fuerza de "suficiente tengo" y "Dios me ha hecho merced" es que Esaú tiene mucho pero Jacob tiene todo. Hoy día no son muchos los que están contentos con lo que tienen, sino prevalece el sentir de las cuatro hijas de Proverbios 30.15 que nunca dicen: "Basta".

Jacob en Siquem

La próxima fase en esta historia no nos aporta energía espiritual. Un príncipe con Dios no ha debido encontrase en Siquem.
"Jacob fue a Sucot, y edificó allí casa para sí, e hizo cabañas para su ganado", 33.17. El propósito de Dios era que fuera directamente a Bet-el, pero Jacob no quería. En vez de dirigirse a la tierra de sus padres, construyó casa a medio camino. Fue indicio de que quería quedarse por largo. Aparentemente se había olvidado de su voto en Luz, o el buen pasto de Sucot estaba detrás de esta decisión. Acampó delante de la ciudad de Siquem, e iba a pagar caro por hacerlo. Jacob estaba actuando contrario a la mente de Dios, y desde ese entonces muchos entre el pueblo del Señor han hecho lo mismo.
Su tienda estaba demasiado cerca de la ciudad. Erigió un altar y lo llamó El-Elohe-Israel, "Dios, el Dios de Israel". Fue el primero de los altares suyos, pero construido donde no ha debido estar y con un nombre que no correspondía. Jacob asoció su propio nombre con un altar para Dios. Más adelante levantaría otro, llamado apropiadamente "la casa de Dios".
Y sigue ahora la triste historia del capítulo 34. Al acomodarse en Siquem, parece que Jacob estaba pensando más en el bienestar de su ganado que en el de la familia. Es decir, una vez más asigna más importancia al aprovechamiento económico que a las consideraciones espirituales. Nosotros los padres no debemos estar indiferentes a cómo es el vecindario y cómo es la sociedad que están impactando sobre nuestros hijos.
Pronto Dina, hija de Jacob, decidió "ver a las hijas del país". Fue consecuencia de estar viviendo cerca de la ciudad. ¿Por qué lo permitieron los padres de la señorita? ¿Y sin ninguna advertencia? Las consecuencias fueron desastrosas; la historia tradicional se repitió. El joven Siquem se enamoró de la muchacha, Dina perdió su virginidad, Simeón y Leví se prestaron a ser instrumentos de crueldad y el nombre de Jacob olió mal olor en la tierra. Cierto, el pecado de Siquem fue vengado, pero por un crimen mayor que el pecado que él había cometido. Dios revolvió el nido de Jacob.
Cualquiera que haya sido su plan, se hizo obvio que él no podía continuar en el territorio. Por lo tanto, el capítulo 35 comienza con Dios diciéndole: "Sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías". Fue una reprimenda y a la vez una orden. Si hubiera ido directamente a Bet-el, como ha debido, su familia hubiera sido guardada de tentación en Siquem y él de la vergüenza que manchó su testimonio.
Su altar en Siquem parece haber sido poco más que una forma exterior de adoración. Es más: hay por qué pensar que él sabía de los dioses extraños en su hogar. Está claro que Jacob era descuidado en el gobierno de su familia.

Continuara.

martes, 16 de enero de 2018

EL VELO ROTO

EL VELO ROTO
“Teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne,… acerquémonos con corazón sincero”. Hebreos 10:19-20; 22. 

Mientras Jesucristo estuvo en la cruz, habló siete veces en voz alta. En cada ocasión, tocó un tema definido demostrando su misericordia cuando pidió perdón por los que le habían maltratado. Demostró preocupación filial cuando encomendó a María su madre al cuidado de Juan el apóstol. La respuesta dada al malhechor que pidió ser tomado en cuenta en el reino del futuro del Señor fue sorprendente. En vez de hablar del futuro, Jesús le aseguró que aquel mismo día estaría con Él en el paraíso. ¡Qué promesa más extraordinaria! Su destino sería la mismísima presencia del Señor Jesús. 

Jesús habló por séptima vez entregando su espíritu al Padre. Tan pronto que habló, entregó su espíritu. Luego ocurrieron una serie de eventos extraordinarios. El lugar de la calavera estuvo a una buena distancia del Templo. Estaba fuera de la ciudad de Jerusalén. Dentro del templo, los sacerdotes atendían las actividades normales del lugar sagrado. El lugar más sagrado era el lugar santísimo. Había gruesa cortina llamado el velo que separaba el lugar santo del lugar santísimo. De repente “el velo se rasgó en dos, de arriba abajo” Mateo 27:51. Nadie sino el sumo sacerdote una vez al año tenían el privilegio de entrar al lugar santísimo. La prohibición se databa de los días de Moisés cuando redactó la ley. La sorpresa para el sacerdote en ejercicio sería mayúscula. Fue una señal que indicaba que ahora era posible a entrar a la presencia de Dios para adorar. Pronto sabrían por el evangelio que por medio de Jesucristo se podía tener acceso al trono divino. Si bien es cierto que el velo separaba dos lugares en la tierra, el lugar santísimo tipificaba la presencia de Dios para el judío. 


El velo roto dejó en claro que la muerte de Cristo en la cruz puso fin al uso de los sacrificios para acercarse a Dios como estipulaba el antiguo pacto. El nuevo pacto fue validado por la muerte y la resurrección del Señor y todo cambió. El libro a los Hebreos nos descubre la gran verdad, “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne,… acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” Hebreos 10:19-20, 22. Hagamos uso de este privilegio en nuestra vida diaria. --  daj

REPROCHES DE PABLO.

REPROCHES DE PABLO.

1ª Corintios 11: 17-18, 2022, 27-29.

INSENSIBILIDAD AL PECADO, v.17-18, 21-22, 33-34.

IRREVERENTE A LA PERSONA DEL SEÑOR,  v. 20-21.

INDIGNIDAD EN LA PARTICIPACION, v. 27-29.

INDIVIDUALIDAD EN LA COMUNION, v. 21,33.



                          Tonado del Libro: Joyas Bíblicas

lunes, 8 de enero de 2018

Jacob en Luz

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 12.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Jacob en Luz

Jacob se marchó de casa y pasó la primera noche en Luz, posiblemente la primera vez que estaba fuera de Beerseba. Era un lugar desolado, solitario y rocoso. Sin duda en su caminata a Padan-aram, con solo un bastón de compañero, él habrá repasado su pasado y contemplado su futuro. Solo, cansado, en un ambiente extraño con una piedra por almohada, él soñó y vio una escalera que estaba apoyada en tierra y tocaba el cielo.
¡Qué visión para un hombre deprimido! Le quedaba mucho que aprender de los tres he aquí en esta visión: he aquí una escalera, he aquí ángeles y he aquí Jehová. Se despertó el feliz soñador y dijo: "Ciertamente Jehová está en este lugar". Él descubrió que Dios le había seguido en su despedida de la familia y del lugar de adoración de su padre.
Este es el primer trato de Jacob directamente con Dios, y sin duda la historia de su conversión. El lugar y su experiencia allí fueron de tal significado para él que hizo tres cosas: levantó una columna para señalarlo, lo dio un nombre nuevo – Betel, casa de Dios – e hizo voto. El fugitivo descubrió que estaba en la casa de Dios y que Dios estaba allí.
Hasta este punto Jacob pensaba en sí, pero en Bet-el pensaba en Dios y encontró el lugar espantoso. Como otro que vivió muchos años más tarde, podía decir: "Me acordaba de Dios, y me conmovía", y esta ha sido la experiencia de un número innumerable de personas a lo largo de las edades.
La historia de Jacob en Luz ofrece mucha reflexión provechosa, pero aquí nos conformaremos con observar que vemos la maravillosa gracia de Dios hacia este trasgresor. La escalera habla de Cristo, la vía al cielo. Llegó justamente adonde estaba él y alcanzó a Dios mismo. Merece notar el cambio de nombre; Luz significa "uno que divide", pero Bet-el significa "casa de Dios". Jacob hizo voto y Dios hizo una promesa incondicional: "La tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia …" Pero Jacob quiso negociar: "Si fuere Dios conmigo, y me guardare … Jehová será mi Dios". En vez de confiar en lo que Dios había dicho, él fijó condiciones, y a veces nosotros actuamos de manera parecida.

Jacob en Padan-aram

Los primeros versículos del capítulo siguiente hacen ver el resultado de todo esto: "Siguió luego Jacob su camino", 29.1. Thomas Newberry traduce: "Jacob levantó los pies y llegó a la tierra del pueblo del oriente". Vencida la pesadez que experimentó al abandonar su hogar, él se ha encontrado con Dios y es un hombre nuevo; ha visto la vía de tierra a cielo y cuenta con la promesa de la presencia de Dios con él. Cierto comentarista escribió: "Su corazón levantó sus pies".
El sentido de Padan-aram es "la llanura de Aram". En el Antiguo Testamento la llanura era lugar del alejamiento de Dios: "la llanura de la tierra de Sinar", "Lot vio la llanura del Jordán", etc. Aram quiere decir "magnífico", y sin duda era un lugar agradable a los ojos, pero también abundaba la vanidad de la vida.
En nuestros días lo que corresponde a levantar un altar en aquellos tiempos es entrar en relaciones sacerdotales con Dios en el hogar. Jacob no hizo nada de eso en Padan-aram, y lo mismo da hoy en día con muchos, debido a las amistades malsanas que guardan. Labán tenía ídolos en su casa y Raquel los hurtó, haciendo entrever cuán poca influencia espiritual Jacob tenía en esa familia. En aquellos tiempos le correspondía a la cabeza del hogar funcionar como sacerdote en el mismo. Leemos de Job, por ejemplo, que se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de sus hijos, acaso pecare alguno.
¿Será que Jacob estaba tan ocupado con el ganado que dejó de criar a sus hijos en la disciplina y admonición del Señor? ¿Se interesaba tanto por enriquecerse que no le quedaba tiempo para atender al bienestar espiritual de su familia? Los hijos ya estaban de una edad cuando su carácter estaba en formación, y veremos más adelante el resultado de esta falta de un altar en Padan-aram.

Continuara.

Jacob, el suplantador y príncipe

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 11.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Jacob, el suplantador y príncipe

La vida de Jacob, que ocupa un lugar prominente en el libro de Génesis, ofrece una excelente evaluación del carácter humano y de la gracia divina. La carrera de Jacob tuvo más altibajos que la de cualquier otro patriarca. Un biógrafo podría titular su obra acerca de este hombre 'El Suplantador' y otro 'Un Príncipe con Dios'. El sentido de Jacob es 'el que toma por el calcañar', o que suplanta, pero su nombre nuevo, Israel, significa 'será un príncipe ante Dios'.
Esaú y Jacob, hijos de Isaac y Rebeca, eran morochos, pero desde la cuna tan diferentes como pueden ser dos hermanos, en apariencia, carácter y objetivos. Esaú era el favorito de su padre y Jacob el consentido de su madre. Esta parcialidad causó problemas en la familia, y así ha sido siempre cuando existe en los padres. Jacob valoraba lo que Esaú despreciaba: la primogenitura.

Jacob en el hogar

Toda su vida se caracterizaba por un deseo verdadero de contar con la bendición de Dios, un objetivo sano cuando uno lo persigue de una manera correcta. La vida familiar de este hombre era insatisfactoria y él tenía parte de la culpa. La primogenitura le pertenecía a Esaú por ser el hermano mayor, pero Jacob la quería. Vio la oportunidad que buscaba, y Esaú, quien daba poca importancia a la primogenitura, vendió su derecho por un plato de guisados, Génesis 25.34. Por culpa de Isaac y Rebeca, Jacob aprendió en casa cosas que no ha debido conocer, y no nos sorprende que no se haya comportado bien en ese hogar.
Sin duda Isaac sabía de ese episodio triste cuando Esaú le vendió sus derechos a Jacob, de manera que procedió por su propia cuenta. Un padre no debe mostrar favoritismo a uno de sus hijos, ni debe uno de los padres actuar al espaldas del otro al planificar por los hijos. Isaac hizo mal en su maquinación y Rebeca hizo mal al idear un complot para que Jacob recibiera la bendición. Adicionalmente, Jacob hizo mal en hacerse parte del esquema de su madre.
El Señor le dijo a Rebeca que el mayor debía servir al menor, 25.23, así que ella ha debido dejar todo en la mano de Dios. Isaac tampoco tenía por qué apurarse; él pensaba que estaba por morir pero en realidad vivió unos cuantos años más. Los padres en estos tiempos deben aprender la lección que todo esto enseña: cuidado qué oyen y ven nuestros hijos en el hogar. El ejemplo parental aporta mucho a la formación del hijo; queremos ser buen ejemplo de honestidad y rectitud ante los que nos siguen.
Si Rebeca hubiera dejado todo en la mano de Dios, Jacob hubiera recibido la bendición de la primogenitura y ella hubiera tenido a su hijo predilecto consigo en casa por años. Pero en vez de verlo madurar espiritualmente, ella tuvo que desprenderse de él, y hasta donde sabemos no le vio más.
Tenemos que aprender que no podemos forzar la mano de Dios por medios naturales y esquemas astutos, sin que esa mano nos caiga en disciplina. La objeción de Jacob a colaborar con su madre fue muy débil. Se comportó miserablemente al engañar a su padre, diciendo una mentira tras otra. Encontramos que no fue hasta reconciliarse con Esaú, muchos años más tarde, que él entró en el pleno disfrute de lo que había comprado. Eso fue cuando se refirió a su hermano mayor como "mi señor" y a sí mismo como "tu siervo", 32.4.
Podemos notar un punto positivo antes de dejar esta fase de la biografía: "Jacob había obedecido a su padre y su madre, y se había ido a Padan-aram", 28.7.


Isaac, el hijo de promesa

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 10.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Isaac, el hijo de promesa

"Después de muerto Abraham … Dios bendijo a Isaac su hijo; y habitó Isaac junto al pozo del Viviente-que-me-ve", Génesis 25.11. "Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras", Hebreos 11.20.
Estas dos escrituras resumen razonablemente bien la vida de Isaac. Él vivió más tiempo que su padre Abraham y más que su hijo Jacob, pero mucho menos está registrado de él que de cualquier de ellos. Unos doce capítulos se ocupan de Abraham y casi otro tanto de Jacob, pero solamente uno, el 26, se ocupa exclusivamente de Isaac.
La vida suya era ordinaria; Isaac no alcanzó las alturas que su padre conocía, ni su vida se marcó por tantos fracasos como la de Jacob. Con todo, Isaac experimentó bendición divina. Leemos mucho acerca de él antes de nacer, y su nacimiento representó un evento importante en la historia de la promesa hecha a Abraham. Su nombre quiere decir "risa", relacionado sin duda con la risa de Sara y de Abraham ante la promesa de un hijo en la vejez.
Podemos considerar a Isaac como un tipo del Señor Jesucristo y también como un ejemplo del creyente común.
Anotaremos cuatro puntos acerca de este hombre como un tipo del Señor:
Como hijo. En Génesis 22 es "tu hijo, tu único, Isaac a quien amas".
Como sacrificio. Cuando Isaac alcanzó una edad madura "Abraham ofreció a Isaac", Hebreos 11.17. En la estimación de Dios, el padre sí ofreció al hijo; Dios reconoció la disposición del patriarca de hacerlo. Isaac murió sólo en figura, pero nuestro Señor en realidad.
Como esposo. El siervo consiguió una esposa para Isaac. En estos tiempos el Espíritu Santo está haciendo esta obra para Uno que se presentará a sí mismo una esposa en un tiempo futuro.
Como heredero. "Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac", Génesis 25.5. Hebreos 1.2 habla de Cristo como "el Hijo, a quien constituyó heredero de todo".
Los cuadros generalmente presentan a Isaac como un jovencito en la marcha a Moriah. Es un error. Era hombre formado ya, capaz de cargar leña montaña arriba y con capacidad para resistir a su padre al haber tenido el deseo de hacerlo.
El capítulo 22 de Génesis es un favorito de los lectores de la Biblia y la historia del monte Moriah es de gran interés. Es uno de los tipos más importantes del Calvario, una "sombra de bienes venideros". Dos veces leemos que en el viaje padre e hijos fueron ambos juntos. Isaac guardó silencio, perplejo, y observó: "He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?" Todo el cuadro hace entrever su obediencia y sumisión; estaba plenamente de acuerdo con lo que estaba sucediendo, aun al ser puesto sobre el altar que su padre construyó.
"La trajo [a Rebeca] a la tienda de su madre … y se consoló Isaac después que de la muerte de su madre", 24.67. Es evidente que él fue criado en esa tienda. Era casero cuando joven, y poco leemos que se haya movido fuera del círculo familiar. Su disposición a ceder se destaca en los pocos incidentes narrados, especialmente en la cuestión de los pozos. Los abrió para sí, pero los pastores de Gerar se apropiaron de ellos. Isaac no se vengó, sino simplemente cavó otros. Ismael lo molestó continuamente de niño. Ya hemos visto su sumisión en el monte Moriah, como también su tristeza al perder a su madre cuando él tenía 40 años.
"Venía Isaac del pozo del Viviente-que-me-ve", o Lahai-roi, el Dios que me está observando. Y así era en verdad. Llegó Rebeca, "y la amó". Se ha dicho que el hijo que extraña a su madre difunta suele ser un esposo que ama. El detalle que meditaba en el campo, registrado al final del capítulo 24, nos da una idea de cómo era su carácter.
Era tiempo de hambruna, e Isaac se acudió a Abimalec rey de los filisteos en Gerar, 26.1. Hizo lo que había hecho su padre; el hambre dirigió sus pasos. No hemos sido informados si pidió consejo a Dios antes de hacer esto, pero Dios intervino con las palabras: "No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré". Gerar quiere decir habitación, y leemos: "Habitó, pues, Isaac en Gerar". ¿Hizo lo correcto? Acontecimientos posteriores hacen pensar que no. Gerar era una especie de pulmón entre Canaán y Egipto. Isaac iba rumbo a Egipto pero Dios no lo permitió llegar allí.
Encontramos una dificultad al leer "le bendijo Jehová" en aquella tierra. ¿Dios bendice cuando le desobedecemos? En el v. 3 dijo que lo bendeciría y Él cumplió aun cuando Isaac se aprovechó indebidamente de la oportunidad que había recibido. Isaac comenzó cavando pozos, pero aprendió que cada uno sería motivo de contienda mientras se quedara en esa tierra. Al alejarse de esa zona limítrofe, Jehová le hizo "ensanche" (Versión de 1893), y se le apareció Jehová de noche con una promesa de bendición.
Ahora Isaac edifica un altar (por primera vez según sabemos), v. 25, y lo hizo antes de abrir otro pozo. Altar, tienda, pozo: él le dio a Dios el primer lugar.
Es Hebreos 11 que nos orienta ahora: "Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras", y Jacob por su parte bendijo a los hijos de José, a saber a Efraín y Manasés.  Isaac y Jacob se caracterizan por actos de fe al final de la vida; el primero cuando pensaba que había llegado al final y el segundo cuando moría. Bendijeron a sus hijos respecto al futuro, aunque ellos mismos murieron en fe sin recibir las promesas.
Génesis 27 y 28 proporcionan detalles acerca de cómo Isaac bendijo a sus hijos.
La decisión de bendecir a Esaú no fue un acto de fe, sino se debía a no poco interés propio. Habrá sido un gesto de amor fraternal; Isaac lo amaba a éste porque había comido su guisado, y esto dio lugar a desobedecer la voluntad de Dios. Su parcialidad estaba a la vista, y nos hace reconocer que nunca debemos dejar que el afecto natural nos permita contravenir el amor; 25.33. No es de dudar que haya sabido que Esaú le vendió a Jacob su primogenitura, y percibía que Esaú era un profano, como lo expresa Hebreos 12.16. Fue cosa seria, entonces, bendecir a Esaú. Lo afligió a Isaac que Esaú se había casado con heteas, y sabía que Dios nunca quería que bendijera a su hermano, pero se empeñó en hacerlo. Así que leemos de las maquinaciones de Rebeca y de Jacob para frustrar el propósito de Esaú. Fueron innecesarias. Jacob hubiera quedado mejor parado al no haber hecho lo que hizo.
Fue cuando Isaac vio su propia necedad que alzó la voz y lloró. Se dio cuenta de que Dios había intervenido y que él no podía frustrar los propósitos divinos. Aprendió que Jacob debía tener la bendición principal, y vemos que en efecto la recibió. Al bendecir a sus hijos conforme con el propósito de Dios, actuó por fe, Hebreos 11.20. Le dijo a Jacob: "El Dios omnipotente te bendiga, y te haga fructificar y te dé la bendición de Abraham".

Isaac vivió por cuarenta años más, pero en la sombra; "fueron los días de Isaac ciento ochenta años", 35.28. Nada leemos de él después de haber bendecido a sus hijos; aparentemente los años restantes fueron estériles, muy diferentes a los últimos años de su padre. ¿Se debió a su intento a invertir el orden divino y pronunciar una bendición sobre su hijo mayor? Había sido una iniciativa de la carne, y quizás por esto Dios lo dejó solo.

Lot, un santo mal ubicado

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 9.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Lot, un santo mal ubicado

Lot era sobrino del amigo de Dios pero a la vez era amigo del mundo. Un sentido de su nombre es "envuelto", y ciertamente su vida fue envuelta en tragedia. La vida de Abraham se caracterizó por su tienda y su altar; él era peregrino de por vida. La vida de Lot estaba asociada con una ciudad impía, donde aparentemente vivió por veinte años.
Nos es presentado en el capítulo 11 del Génesis como hijo de Harán, el hermano menor de Abraham. Tres veces Dios le llamó a Abraham a abandonar su país, y está registrado que su sobrino lo acompañó. Leemos en Isaías 51.2 que Dios llamó al patriarca solo y lo bendijo, pero nunca leemos que haya llamado a Lot. Sin embargo, obra en su favor que haya dejado la tierra de idolatría y por un tiempo profesaba ser peregrino y forastero en sus viajes con el tío. Lo acompañó de Mesopotamia a Canaán, a Egipto y de regreso a Canaán. Lot andaba en buena junta mientras estaba con Abraham.
Su elección fue fatal; él optó por la llanera del Jordán, 13.11. Como seguidor era bueno pero fracasó al actuar por sí, gobernado por su naturaleza y no por fe. Él miraba las cosas temporales. A menudo oímos decir, "el Señor me guió a hacer esto y aquello", pero conviene preguntar si uno fue guiado por lo que veía o por fe. Lot había estado en Egipto y allí había prosperado materialmente. Al ver la llanura bien regada, le parecía como huerto del Señor, como la tierra de Egipto.
La realidad es que perdió al escoger lo mejor, y a la vez faltó en respeto a la posición de su tío. A la postre perdió la llanura del Jordán, mientras que Abraham recibió todo lo que podía ver. La elección de Lot resultó desastrosa para sí y para su familia. Obtuvo lo que querría, pero a costo de su testimonio, porque Pedro aclara que era varón justo. No es de dudar que su residencia en Egipto haya incidido en todo esto.
Sodoma es la próxima fase en la historia de Lot. Puso sus tiendas hasta Sodoma, 13.1; moraba en Sodoma, 14.12; se sentaba a la puerta de Sodoma, 19.1. Es evidente que su decisión dio lugar a este descenso. Las posibilidades que una vida urbana brindaban a la familia, el comercio de Sodoma y la perspectiva de mejorarse en el mundo – todo esto condujo a su caída. Pronto se asoció con impíos y leemos en el 19.7 que les llamaba "hermanos míos".
Cuando uno toma una senda errada, lo hace sin saber adónde va. El apóstol explica, siglos después: "este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos", 2 Pedro 2.8. La impiedad de los sodomitas estaba ante sus ojos día tras día.
Quizás Lot pensaba que podía ejercer una buena influencia al participar en la vida comunitaria de Sodoma, pero no resultó así. Debido a su falta de influencia, él no podía dar a sus visitantes celestiales la protección necesaria, ni tenía él influencia sobre sus yernos, quienes ni lo tomaban en serio, 19.14. ¿Cómo podría un "justo" tener un testimonio efectivo cuando se sentaba entre los impíos y sus hijas se habían casado con sodomitas?  En toda época el pueblo de Dios ha sido llamado a separarse del mundo y sus sistemas.
Hebreos 11 trata de gente que se confesaba extranjeros y peregrinos en la tierra, pero no hace mención de Lot. Él era un mundano incorregible cuya historia es un faro para advertir a todos que no amen al mundo ni las cosas que están en el mundo, 1 Juan 2.15. Ha podido separarse de su tío, pero por lo que hizo cosechó el fruto de una vida malgastada. Fue necesario sacarlo a juro de Sodoma, y su mujer se volvió "columna de sal".
La última vez que lo vemos, él está borracho, en una cueva con sus hijas, y allí engendró dos hijos cuyos descendientes llegarían a ser enemigos acérrimos de la simiente de Abraham. Hasta el día de hoy Moab y Amón provocan conflicto en el mundo.
Dijo nuestro Señor: "Acuérdate de la mujer de Lot". Acordémonos a la vez de él: su elección, trayectoria y fin. "Yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco", 1 Samuel 2.30. Lot es ejemplo de uno "salvado así como por fuego"; si intentó mejorar las condiciones en Sodoma, todo su esfuerzo terminó en humo. 


jueves, 4 de enero de 2018

Las miradas de Abraham



Personajes del Antiguo Testamento.        N° 8.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Las miradas de Abraham


A menudo hablamos de la tienda y el altar, pero la larga vida de este patriarca se caracterizó también por sus "miradas". Era un hombre que no miraba las cosas que se ven, sin las que no se ven, que son eternas.
La primera mirada está registrada en Génesis 13.14 al 16: "Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada".
Abraham estaba ante una de las grandes crisis de su vida. Para poner fin a las contiendas infelices que existían, él, aun siendo el menor, le dio a su sobrino Lot el derecho de elección. Lot también levantó sus ojos y él vio la tierra fértil del Jordán. No los levantó suficiente-mente; se ocupó de la llanera y no del Señor. Como resultado, se hizo amigo de Sodoma, mientras que Abraham amigo de Dios.
Su segunda mirada está en el 15.5: [Jehová] "lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia".
Apenas había regresado de su victoria sobre los reyes, y el relato de aquel encuentro termina con las palabras: "Desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo [el rey de Sodoma], para que no digas: Yo enriquecía a Abraham".
Esta postura noble incitó palabras de confianza, "No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande", y con esto el patriarca preguntó, "Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo?" Con esto vino la orden de mirar al cielo: "Así será tu descendencia". El comentario del Espíritu Santo es que Abraham creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. En esta segunda mirada la visión fue mayor que en la primera, ya que Abraham tendría una simiente espiritual compuesta de tanto judío como gentil, y no solamente una simiente natural como el polvo de la tierra.
Tercera: "Alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él", 18.2. Abraham corrió a recibirlos en la puerta de su tienda, y se postró ante ellos. Notamos que los visitantes son descritos como tres varones, mientras que en el capitulo siguiente son dos ángeles que visitan a Lot en la puerta de Sodoma. Abraham se dio cuenta de quién era uno de los tres y lo llamó Señor. Trató a sus visitantes con verdadera hospitalidad, no sabiendo con qué propósito vinieron. Pronto oyó las buenas noticias: "Sara tu mujer tendrá un hijo".
Pero Sara se rió entre sí. Negó haberlo hecho: "No, no me reí". Hasta donde sabemos, fueron las únicas palabras audibles que pasaron entre esta mujer y Dios. Dejaron entrever incredulidad, pero no debemos ser demasiado severos en nuestra evaluación de ella. Esta esposa no tenía el conocimiento que tenía su marido. Leemos en Hebreos 11: "Por fe … siendo estéril, recibió fuerza para concebir … porque creyó que era fiel quien lo había prometido". En esta tercera mirada encontramos a Abraham plenamente asegurado de tener hijo.
Llegamos ahora a la cuarta mirada y la prueba mayor en la vida de Abraham. Él "alzó" los ojos y vio el lugar de lejos, 22.4. Viajaron tres días para alcanzar el lugar que Dios le habló, donde Isaac sería ofrecido en holocausto. ¿Por qué tres días? Puede haber en este detalle el pensamiento de muerte, sepultura y resurrección. Moisés demandó de Faraón un viaje al desierto de tres días para sacrificar a Dios. Dijo Dios a Josué: "Dentro de tres días pasarás el Jordán para entrar a poseer la tierra", una figura de la muerte. Jonás estaba tres días y noches dentro del pez. Nuestro Señor dijo que era necesario que resucitara después de tres días. ¡Qué sentimientos extraños han debido posesionarse de Abraham al llegar a aquel lugar el tercer día!
Nunca sabremos qué pensó. Había dicho a los dos siervos que esperasen con el asno y que él con el "muchacho" iban a adorar y volver. ¡Fe indómita en Dios! Creemos que él creía que de alguna manera Isaac saldría ileso, bien por resurrección o por sustituto. Él no veía nada sino la senda de la obediencia. Isaac, cargando la leña, preguntó: "¿Dónde está el cordero para el holocausto?" Sin duda estas palabras traspasaron el corazón del patriarca, pero él creía a Dios sin saber qué haría Él. Con todo, respondió: "Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío".
Quinto, versículo 13: "Alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí … un carnero". Fue una mirada por demás maravillosa. Isaac estaba sobre el altar y el cuchillo estaba en la mano del padre. Todo estaba listo cuando la voz del cielo mandó: "No extiendas tu mano". Dios sí se proveyó de sustituto, y éste estaba a las espaldas del oferente. Abraham llamó el lugar Jehová-jireh (Jehová  proveerá, o verá) Este es el primero de diez acoplamientos al nombre Jehová que encontramos en el Antiguo Testamento, y tiene el sentido de "pase lo que pase, lo cierto es que Jehová podrá".
Vamos ahora al Nuevo Testamento para la sexta mirada de Abraham. En Juan 8.56 leemos: "Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día, y lo vio, y se gozó". Moisés no menciona esta mirada, y quizás no le fue revelado este hecho maravilloso. Hemos sugerido ya que posiblemente aconteció en la marcha al Moriah cuando Abraham dijo: "Dios se proveerá de cordero".
¿Él anticipaba en esa ocasión la encarnación del Hijo de Dios? ¿Veía su muerte expiatoria en el Calvario? Al ver el carnero trabado en el zarzal y ofrecido en lugar de su hijo, ¿él percibía lo que es claro para nosotros ahora? Estaba entre aquellos que murieron conforme a la fe sin haber recibido las promesas. Pero las vieron, explica Hebreos 11.18, y las saludaron desde lejos.
Finalmente la séptima mirada de Abraham, si se nos permite hablar aquí de ver lo invisible, era que "esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios", 11.10. Tenía la revelación de una tierra, una simiente, un sustituto y un Salvador.
Cual peregrino y forastero, nunca construyó una ciudad sino esperaba la que Dios iba a levantar. Su tienda no tenía fundamentos pero él anticipaba una ciudad que sí tendría. Lot veía una ciudad, sin esperar una. Él moró en Sodoma, una ciudad sin bases firmes, que hombres pecadores construyeron. La ciudad que Abraham veía, descrita en Apocalipsis 20.10 al 27, tenía doce cimientos.
Abraham tenía la certeza de lo que esperaba y la convicción de lo que no veía. Por esto alcanzó buen testimonio.

Serie: Mandamiento Bíblico

Estos son los animales que comeréis,   no comeréis éstos:”, v. 2-3. Levítico 11. 1-8, 43-47; 1 Timoteo 4, 3-4. Leer. En Levítico 11 tene...