lunes, 8 de enero de 2018

Jacob, el suplantador y príncipe

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 11.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Jacob, el suplantador y príncipe

La vida de Jacob, que ocupa un lugar prominente en el libro de Génesis, ofrece una excelente evaluación del carácter humano y de la gracia divina. La carrera de Jacob tuvo más altibajos que la de cualquier otro patriarca. Un biógrafo podría titular su obra acerca de este hombre 'El Suplantador' y otro 'Un Príncipe con Dios'. El sentido de Jacob es 'el que toma por el calcañar', o que suplanta, pero su nombre nuevo, Israel, significa 'será un príncipe ante Dios'.
Esaú y Jacob, hijos de Isaac y Rebeca, eran morochos, pero desde la cuna tan diferentes como pueden ser dos hermanos, en apariencia, carácter y objetivos. Esaú era el favorito de su padre y Jacob el consentido de su madre. Esta parcialidad causó problemas en la familia, y así ha sido siempre cuando existe en los padres. Jacob valoraba lo que Esaú despreciaba: la primogenitura.

Jacob en el hogar

Toda su vida se caracterizaba por un deseo verdadero de contar con la bendición de Dios, un objetivo sano cuando uno lo persigue de una manera correcta. La vida familiar de este hombre era insatisfactoria y él tenía parte de la culpa. La primogenitura le pertenecía a Esaú por ser el hermano mayor, pero Jacob la quería. Vio la oportunidad que buscaba, y Esaú, quien daba poca importancia a la primogenitura, vendió su derecho por un plato de guisados, Génesis 25.34. Por culpa de Isaac y Rebeca, Jacob aprendió en casa cosas que no ha debido conocer, y no nos sorprende que no se haya comportado bien en ese hogar.
Sin duda Isaac sabía de ese episodio triste cuando Esaú le vendió sus derechos a Jacob, de manera que procedió por su propia cuenta. Un padre no debe mostrar favoritismo a uno de sus hijos, ni debe uno de los padres actuar al espaldas del otro al planificar por los hijos. Isaac hizo mal en su maquinación y Rebeca hizo mal al idear un complot para que Jacob recibiera la bendición. Adicionalmente, Jacob hizo mal en hacerse parte del esquema de su madre.
El Señor le dijo a Rebeca que el mayor debía servir al menor, 25.23, así que ella ha debido dejar todo en la mano de Dios. Isaac tampoco tenía por qué apurarse; él pensaba que estaba por morir pero en realidad vivió unos cuantos años más. Los padres en estos tiempos deben aprender la lección que todo esto enseña: cuidado qué oyen y ven nuestros hijos en el hogar. El ejemplo parental aporta mucho a la formación del hijo; queremos ser buen ejemplo de honestidad y rectitud ante los que nos siguen.
Si Rebeca hubiera dejado todo en la mano de Dios, Jacob hubiera recibido la bendición de la primogenitura y ella hubiera tenido a su hijo predilecto consigo en casa por años. Pero en vez de verlo madurar espiritualmente, ella tuvo que desprenderse de él, y hasta donde sabemos no le vio más.
Tenemos que aprender que no podemos forzar la mano de Dios por medios naturales y esquemas astutos, sin que esa mano nos caiga en disciplina. La objeción de Jacob a colaborar con su madre fue muy débil. Se comportó miserablemente al engañar a su padre, diciendo una mentira tras otra. Encontramos que no fue hasta reconciliarse con Esaú, muchos años más tarde, que él entró en el pleno disfrute de lo que había comprado. Eso fue cuando se refirió a su hermano mayor como "mi señor" y a sí mismo como "tu siervo", 32.4.
Podemos notar un punto positivo antes de dejar esta fase de la biografía: "Jacob había obedecido a su padre y su madre, y se había ido a Padan-aram", 28.7.


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