Personajes del Antiguo Testamento. N° 14.
Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
en los años 1970 en la revista Truth & Tidings
Parte de una serie publicada mayormente
en los años 1970 en la revista Truth & Tidings
Jacob en Beerseba
La supuesta muerte de
su hijo predilecto fue un golpe severo para Jacob; las noticias traídas por los
otros hijos hicieron saber la profundidad de su amor para José. Vamos a pasar
por encima de los años de silencio en la vida de este hombre y llegar de una
vez al día que recibió las buenas nuevas de Egipto y exclamó: "José mi hijo
vive; iré, y le veré antes que yo muera", 45.28.
Esta sola cosa
ocupaba su mente: "le veré". Parece que su juventud fue renovada ante
esa expectativa. Notamos el afecto encerrado en las palabras "mi
hijo". Sin embargo, Dios tenía en mente para Jacob algo más que
simplemente ver a su hijo.
El primer versículo
del próximo capítulo cuenta que "Israel" procedió a Beerseba y
ofreció sacrificios al Dios de su padre. Posiblemente allí dio gracias a Dios
por la grata noticia que le había llegado. Abraham había plantado un árbol en
este lugar e invocó allí el nombre de Jehová Dios eterno, 21.33. Isaac levantó
un altar en Beerseba y él también invocó el nombre de Jehová, 26.25, 26. Ahora
Jacob hace lo mismo y recibe renovada confianza acerca de ir a Egipto que le fue
prometida cuando iba rumbo a Padan-aram.
"Israel"
viajó, pero la palabra de lo alto fue: "Jacob, Jacob, no temas … yo
descenderé contigo". Y fue con los suyos a Egipto.
Jacob en Egipto
Ahora nuestro
protagonista tiene 130 años. Había vivido 77 en la casa de su padre, 20 en
Padan-aram, 33 en Canaán de nuevo, y va a estar en Egipto por 17, para un total
de 147 años.
José le presentó a su
padre a Faraón, un príncipe con Dios llega a conocer a un príncipe de Egipto.
De una vez Faraón le pregunta su edad, 47.8, y recibe la respuesta: "Los
días de los años de mi peregrinación son ciento treinta años; pocos y malos han
sido los días de los años de mi vida, y no han llegado a los días de los años
de la vida de mis padres en los días de su peregrinación".
El patriarca
reconoció que su vida no había sido todo lo que ha podido ser. No hay en su
respuesta una insinuación de falta de gratitud a Dios, sino que los fracasos
estaban echando una sombra sobre su vejez. Los recuerdos le impulsaron a decir:
"pocos y malos". Una vida larga era una de las bendiciones que Dios
otorgaba a sus hijos terrenales.
José había vivido 17
años en casa de su padre, y ahora el padre va a vivir 17 con el hijo. Tenemos
aquí un ejemplo del cuidado de los padres ancianos de parte de los hijos, cosa
que no siempre se observa ahora. Es un hermoso atardecer a la larga vida de
Jacob; sus canas no descendieron al sepulcro con dolor, como él temía en el
42.38.
Las postreras
palabras a sus hijos no fueron todas de bendición. La visión del futuro y lo invisible
se aclara cuando uno está acercándose al final de la peregrinación. Este hombre
estaba persuadido que iba a morir en Egipto, y su postrimería fue pacífica.
Hizo arreglos para su funeral, instruyendo a sus hijos a sepultar sus restos en
Macpela.
Una sana iniciativa
en este sentido, hasta un punto prudencial, evita incertidumbre y problemas
innecesarios para los dolientes. Jacob no vio el cumplimiento de todo lo que
Dios había prometido, pero actuó por fe al bendecir algunos de sus nietos,
apoyándose sobre el extremo de su bordón, Hebreos 11.21.
***
Hemos seguido a Jacob
desde la casa de su padre en Luz a Padan-aram, Jaboc, Siquem, Canaán, Beerseba
y hasta Egipto. Hemos sabido que su carrera fue una de reveses, confianza en la
carne, restauración y paz al final. Hemos conocido a Jacob como un suplantador
y como Israel con poder con Dios y los hombres. Le hemos visto en la escuela de
Dios, y nos ha llamado la atención su disposición a ceder, su obediencia y sus
triunfos.
Leemos que Dios le
dijo: "No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel", 32.28, pero con
todo encontramos la frase "el Dios de Jacob" más frecuentemente que
"el Dios de Israel". Bien exclamó el escritor del Salmo 46:
"Nuestro refugio es el Dios de Jacob".
Concluido.
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