EL VELO ROTO
“Teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo
por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a
través del velo, esto es, de su carne,… acerquémonos con corazón sincero”.
Hebreos 10:19-20; 22.
Mientras Jesucristo estuvo en la cruz, habló siete
veces en voz alta. En cada ocasión, tocó un tema definido demostrando su
misericordia cuando pidió perdón por los que le habían maltratado. Demostró
preocupación filial cuando encomendó a María su madre al cuidado de Juan el
apóstol. La respuesta dada al malhechor que pidió ser tomado en cuenta en el
reino del futuro del Señor fue sorprendente. En vez de hablar del futuro, Jesús
le aseguró que aquel mismo día estaría con Él en el paraíso. ¡Qué promesa más
extraordinaria! Su destino sería la mismísima presencia del Señor Jesús.
Jesús habló por séptima vez entregando su espíritu al
Padre. Tan pronto que habló, entregó su espíritu. Luego ocurrieron una serie de
eventos extraordinarios. El lugar de la calavera estuvo a una buena distancia
del Templo. Estaba fuera de la ciudad de Jerusalén. Dentro del templo, los
sacerdotes atendían las actividades normales del lugar sagrado. El lugar más
sagrado era el lugar santísimo. Había gruesa cortina llamado el velo que
separaba el lugar santo del lugar santísimo. De repente “el velo se rasgó en
dos, de arriba abajo” Mateo 27:51. Nadie sino el sumo sacerdote una vez al año
tenían el privilegio de entrar al lugar santísimo. La prohibición se databa de
los días de Moisés cuando redactó la ley. La sorpresa para el sacerdote en
ejercicio sería mayúscula. Fue una señal que indicaba que ahora era posible a
entrar a la presencia de Dios para adorar. Pronto sabrían por el evangelio que
por medio de Jesucristo se podía tener acceso al trono divino. Si bien es
cierto que el velo separaba dos lugares en la tierra, el lugar santísimo
tipificaba la presencia de Dios para el judío.
El velo roto dejó en claro que la muerte de Cristo en
la cruz puso fin al uso de los sacrificios para acercarse a Dios como
estipulaba el antiguo pacto. El nuevo pacto fue validado por la muerte y la
resurrección del Señor y todo cambió. El libro a los Hebreos nos descubre la
gran verdad, “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar
Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos
abrió a través del velo, esto es, de su carne,… acerquémonos con corazón
sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala
conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” Hebreos 10:19-20, 22. Hagamos
uso de este privilegio en nuestra vida diaria. -- daj
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