miércoles, 24 de enero de 2018

Jacob en Jaboc

Personajes del Antiguo Testamento.        N° 13.

Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
 en los años 1970 en la revista Truth & Tidings

Jacob en Jaboc

Después de estar él unos veinte años en Padan-aram, Dios le dijo: "Vuélvate a la tierra de tus padres y a tu parentela, y yo estaré contigo", 31.3. Oportunamente emprendió la marcha, saliendo furtivamente de noche. Era un Jacob diferente de aquel que había llegado a Padan-aram. Estaba vació en ese entonces, pero se va lleno; ahora es "dos campamentos". Cuenta con dos esposas, once hijos varones y una hija, y manadas que hacen entrever su prosperidad.
Él oye decir que Esaú vendrá a su encuentro con cuatrocientos hombres, y eso le infunde miedo. Encomienda todo en la mano de Dios en una de las mejores oraciones del Antiguo Testamento. Le recuerda a Dios su promesa incondicional a Abraham e Isaac, confiesa su propia indignidad y hace una petición. Luego echa a perderlo todo. Habiéndose encomendado a Dios, revierte su postura y vuelve a sus intrigas.
Pero Dios se encarga de la situación. Antes de encontrarse Jacob con Esaú, Dios se encuentra con Jacob. La energía de la carne no bastaría. Jacob es fuerte en sus marchas, pero le hace falta un toque de parte de Dios. "Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que se rayaba el alba", 32.4.
Jacob no está luchando con el varón, sino Dios con Jacob. Pero el peregrino no suelta al varón hasta recibir una bendición y un nombre nuevo. Ahora es Israel, que quiere decir "el que lucha con Dios", y también "un príncipe con Dios". Él recibe la confianza que tendría poder con Dios y prevalecería contra hombres. Llamó a ese lugar Peniel, a saber, "el rostro de Dios".
El luchador divino tocó el encaje de su muslo, y se contrajo el muslo de Jacob en esa contienda. Y ahora la pregunta: "¿Cuál es su nombre?" Los problemas de Jacob comenzaron cuando quiso engañar a su padre con decir que su nombre era Esaú. Él nunca había confesaba esa mentira, ni ante Dios ni ante su hermano, y ahora con un toque en el muslo Dios le obliga a decir la verdad. "Mi nombre es Jacob". ¡Una confesión de veras! Ahora será bendecido.

Jacob con Esaú

Los hermanos se encuentran y Jacob descubre que sus temores no tenían base. Dios había ablandado el corazón de Esaú hacia su hermano, y ahora este había desistido de sus malas intenciones. Esaú corrió, le abrazó, se echó sobre su cuello y le besó. Y lloraron.
Ambas habían prosperado económicamente desde su separación. Jacob atribuía esta bendición a la gracia de Dios, hablando de "los niños que Dios ha dado a su siervo". La actitud de cada cual es una de satisfacción y contentamiento en cuanto a cosas terrenales. Esaú no quería aceptar el obsequio de su hermano pero Jacob insistió. Quizás podemos entender que Esaú haya dicho, "Suficiente tengo yo, hermano mío, sea para ti lo que es tuyo", pero nos sorprende oír a Jacob responder, "Dios me ha hecho merced", 33.11. 
Esta actitud es muy diferente a la que mostraba en Padan-aram cuando estaba deseoso de escapar con todo cuanto podía. Quizás el carácter "Israel" se estaba manifestando ahora, aunque no lo haría siempre de aquí en adelante. "Contento con lo que tenéis ahora", Hebreos 13.5, es señal de una buena condición de alma. Y también: "Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento", 1 Timoteo 6.6. La fuerza de "suficiente tengo" y "Dios me ha hecho merced" es que Esaú tiene mucho pero Jacob tiene todo. Hoy día no son muchos los que están contentos con lo que tienen, sino prevalece el sentir de las cuatro hijas de Proverbios 30.15 que nunca dicen: "Basta".

Jacob en Siquem

La próxima fase en esta historia no nos aporta energía espiritual. Un príncipe con Dios no ha debido encontrase en Siquem.
"Jacob fue a Sucot, y edificó allí casa para sí, e hizo cabañas para su ganado", 33.17. El propósito de Dios era que fuera directamente a Bet-el, pero Jacob no quería. En vez de dirigirse a la tierra de sus padres, construyó casa a medio camino. Fue indicio de que quería quedarse por largo. Aparentemente se había olvidado de su voto en Luz, o el buen pasto de Sucot estaba detrás de esta decisión. Acampó delante de la ciudad de Siquem, e iba a pagar caro por hacerlo. Jacob estaba actuando contrario a la mente de Dios, y desde ese entonces muchos entre el pueblo del Señor han hecho lo mismo.
Su tienda estaba demasiado cerca de la ciudad. Erigió un altar y lo llamó El-Elohe-Israel, "Dios, el Dios de Israel". Fue el primero de los altares suyos, pero construido donde no ha debido estar y con un nombre que no correspondía. Jacob asoció su propio nombre con un altar para Dios. Más adelante levantaría otro, llamado apropiadamente "la casa de Dios".
Y sigue ahora la triste historia del capítulo 34. Al acomodarse en Siquem, parece que Jacob estaba pensando más en el bienestar de su ganado que en el de la familia. Es decir, una vez más asigna más importancia al aprovechamiento económico que a las consideraciones espirituales. Nosotros los padres no debemos estar indiferentes a cómo es el vecindario y cómo es la sociedad que están impactando sobre nuestros hijos.
Pronto Dina, hija de Jacob, decidió "ver a las hijas del país". Fue consecuencia de estar viviendo cerca de la ciudad. ¿Por qué lo permitieron los padres de la señorita? ¿Y sin ninguna advertencia? Las consecuencias fueron desastrosas; la historia tradicional se repitió. El joven Siquem se enamoró de la muchacha, Dina perdió su virginidad, Simeón y Leví se prestaron a ser instrumentos de crueldad y el nombre de Jacob olió mal olor en la tierra. Cierto, el pecado de Siquem fue vengado, pero por un crimen mayor que el pecado que él había cometido. Dios revolvió el nido de Jacob.
Cualquiera que haya sido su plan, se hizo obvio que él no podía continuar en el territorio. Por lo tanto, el capítulo 35 comienza con Dios diciéndole: "Sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías". Fue una reprimenda y a la vez una orden. Si hubiera ido directamente a Bet-el, como ha debido, su familia hubiera sido guardada de tentación en Siquem y él de la vergüenza que manchó su testimonio.
Su altar en Siquem parece haber sido poco más que una forma exterior de adoración. Es más: hay por qué pensar que él sabía de los dioses extraños en su hogar. Está claro que Jacob era descuidado en el gobierno de su familia.

Continuara.

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