Personajes del Antiguo Testamento. N° 13.
Héctor Alves, 1896-1978.
Parte de una serie publicada mayormente
en los años 1970 en la revista Truth & Tidings
Parte de una serie publicada mayormente
en los años 1970 en la revista Truth & Tidings
Jacob en Jaboc
Después de estar él
unos veinte años en Padan-aram, Dios le dijo: "Vuélvate a la tierra de tus
padres y a tu parentela, y yo estaré contigo", 31.3. Oportunamente
emprendió la marcha, saliendo furtivamente de noche. Era un Jacob diferente de
aquel que había llegado a Padan-aram. Estaba vació en ese entonces, pero se va
lleno; ahora es "dos campamentos". Cuenta con dos esposas, once hijos
varones y una hija, y manadas que hacen entrever su prosperidad.
Él oye decir que Esaú
vendrá a su encuentro con cuatrocientos hombres, y eso le infunde miedo.
Encomienda todo en la mano de Dios en una de las mejores oraciones del Antiguo
Testamento. Le recuerda a Dios su promesa incondicional a Abraham e Isaac,
confiesa su propia indignidad y hace una petición. Luego echa a perderlo todo.
Habiéndose encomendado a Dios, revierte su postura y vuelve a sus intrigas.
Pero Dios se encarga
de la situación. Antes de encontrarse Jacob con Esaú, Dios se encuentra con
Jacob. La energía de la carne no bastaría. Jacob es fuerte en sus marchas, pero
le hace falta un toque de parte de Dios. "Así se quedó Jacob solo; y luchó
con él un varón hasta que se rayaba el alba", 32.4.
Jacob no está
luchando con el varón, sino Dios con Jacob. Pero el peregrino no suelta al
varón hasta recibir una bendición y un nombre nuevo. Ahora es Israel, que
quiere decir "el que lucha con Dios", y también "un príncipe con
Dios". Él recibe la confianza que tendría poder con Dios y prevalecería
contra hombres. Llamó a ese lugar Peniel, a saber, "el rostro de
Dios".
El luchador divino
tocó el encaje de su muslo, y se contrajo el muslo de Jacob en esa contienda. Y
ahora la pregunta: "¿Cuál es su nombre?" Los problemas de Jacob
comenzaron cuando quiso engañar a su padre con decir que su nombre era Esaú. Él
nunca había confesaba esa mentira, ni ante Dios ni ante su hermano, y ahora con
un toque en el muslo Dios le obliga a decir la verdad. "Mi nombre es
Jacob". ¡Una confesión de veras! Ahora será bendecido.
Jacob con Esaú
Los hermanos se
encuentran y Jacob descubre que sus temores no tenían base. Dios había
ablandado el corazón de Esaú hacia su hermano, y ahora este había desistido de
sus malas intenciones. Esaú corrió, le abrazó, se echó sobre su cuello y le
besó. Y lloraron.
Ambas habían
prosperado económicamente desde su separación. Jacob atribuía esta bendición a
la gracia de Dios, hablando de "los niños que Dios ha dado a su
siervo". La actitud de cada cual es una de satisfacción y contentamiento
en cuanto a cosas terrenales. Esaú no quería aceptar el obsequio de su hermano
pero Jacob insistió. Quizás podemos entender que Esaú haya dicho, "Suficiente
tengo yo, hermano mío, sea para ti lo que es tuyo", pero nos sorprende oír
a Jacob responder, "Dios me ha hecho merced", 33.11.
Esta actitud es muy
diferente a la que mostraba en Padan-aram cuando estaba deseoso de escapar con
todo cuanto podía. Quizás el carácter "Israel" se estaba manifestando
ahora, aunque no lo haría siempre de aquí en adelante. "Contento con lo
que tenéis ahora", Hebreos 13.5, es señal de una buena condición de alma.
Y también: "Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento",
1 Timoteo 6.6. La fuerza de "suficiente tengo" y "Dios me ha
hecho merced" es que Esaú tiene mucho pero Jacob tiene todo. Hoy día no
son muchos los que están contentos con lo que tienen, sino prevalece el sentir
de las cuatro hijas de Proverbios 30.15 que nunca dicen: "Basta".
Jacob en Siquem
La próxima fase en
esta historia no nos aporta energía espiritual. Un príncipe con Dios no ha
debido encontrase en Siquem.
"Jacob fue a
Sucot, y edificó allí casa para sí, e hizo cabañas para su ganado", 33.17.
El propósito de Dios era que fuera directamente a Bet-el, pero Jacob no quería.
En vez de dirigirse a la tierra de sus padres, construyó casa a medio camino.
Fue indicio de que quería quedarse por largo. Aparentemente se había olvidado
de su voto en Luz, o el buen pasto de Sucot estaba detrás de esta decisión.
Acampó delante de la ciudad de Siquem, e iba a pagar caro por hacerlo. Jacob
estaba actuando contrario a la mente de Dios, y desde ese entonces muchos entre
el pueblo del Señor han hecho lo mismo.
Su tienda estaba
demasiado cerca de la ciudad. Erigió un altar y lo llamó El-Elohe-Israel,
"Dios, el Dios de Israel". Fue el primero de los altares suyos, pero
construido donde no ha debido estar y con un nombre que no correspondía. Jacob
asoció su propio nombre con un altar para Dios. Más adelante levantaría otro,
llamado apropiadamente "la casa de Dios".
Y sigue ahora la
triste historia del capítulo 34. Al acomodarse en Siquem, parece que Jacob
estaba pensando más en el bienestar de su ganado que en el de la familia. Es
decir, una vez más asigna más importancia al aprovechamiento económico que a
las consideraciones espirituales. Nosotros los padres no debemos estar
indiferentes a cómo es el vecindario y cómo es la sociedad que están impactando
sobre nuestros hijos.
Pronto Dina, hija de
Jacob, decidió "ver a las hijas del país". Fue consecuencia de estar
viviendo cerca de la ciudad. ¿Por qué lo permitieron los padres de la señorita?
¿Y sin ninguna advertencia? Las consecuencias fueron desastrosas; la historia
tradicional se repitió. El joven Siquem se enamoró de la muchacha, Dina perdió
su virginidad, Simeón y Leví se prestaron a ser instrumentos de crueldad y el
nombre de Jacob olió mal olor en la tierra. Cierto, el pecado de Siquem fue
vengado, pero por un crimen mayor que el pecado que él había cometido. Dios
revolvió el nido de Jacob.
Cualquiera que haya
sido su plan, se hizo obvio que él no podía continuar en el territorio. Por lo
tanto, el capítulo 35 comienza con Dios diciéndole: "Sube a Bet-el, y
quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías".
Fue una reprimenda y a la vez una orden. Si hubiera ido directamente a Bet-el,
como ha debido, su familia hubiera sido guardada de tentación en Siquem y él de
la vergüenza que manchó su testimonio.
Su altar en Siquem
parece haber sido poco más que una forma exterior de adoración. Es más: hay por
qué pensar que él sabía de los dioses extraños en su hogar. Está claro que
Jacob era descuidado en el gobierno de su familia.
Continuara.
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