domingo, 25 de agosto de 2019

La indescriptible gloria del cielo


La indescriptible gloria del cielo
ErichMaag.

Cuando pensamos en la gloria celestial, tocamos un área que está fuera de nuestro universo tridimensional: anchura, altura y profundidad. Esta gloria, que Pablo llama tercer cielo en 2 Corintios 12:2, es la residencia del Dios invisible y sus ángeles, donde su centro es la sala del trono de Dios. El profeta Ezequiel intenta describir este indescifrable esplendor a través de palabras que podamos comprender.

Su visión nos traslada directamente al cielo: “Y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él. Y vi apariencia como de bronce refulgente, como apariencia de fuego dentro de ella en derredor, desde el aspecto de sus lomos para arriba; y desde sus lomos para abajo, vi que parecía como fuego, y que tenía resplandor alrededor. Como parece el arcoíris que está en las nubes el día que llueve, así era el parecer del resplandor alrededor. Esta fue la visión de la semejanza de la gloria de Jehová. Y cuando la vi, me postré sobre mi rostro, y oí la voz de uno que hablaba” (Ez. 1:26-28).

Así es como describe Ezequiel el trono de Dios en el cielo. Vio luces radiantes, reflejadas por piedras preciosas, ruedas de luces de colores, seres angelicales y el resplandor centelleante de un arcoíris rodeando el sitial del Dios eterno. Es una imagen grandiosa de la soberanía, la majestad y la gloria del Señor en su increíble belleza y perfección celestial. También el apóstol Juan pudo vislumbrar a esta gloria celestial (Apocalipsis 4:3).

Ambos, tanto Ezequiel como Juan, intentan describir el templo de Dios, el “tercer cielo”, el palacio celestial, respecto al cual hemos recibido una promesa de valor infinito:
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de
allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios,
la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo(Ap. 3:12).

Esta promesa es para cada hijo o hija de Dios, para todos los que creemos en él. Por supuesto, no seremos convertidos en columnas estáticas de un templo material, sino que entraremos en la presencia de Dios para nunca más separarnos de él y para servirle por toda la eternidad.

¿Qué dijo Jesús a sus discípulos?: “Vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis(Jn. 14:3). Estar en la presencia de Dios hará que enjuguemos nuestras lágrimas.

No habrá más sufrimiento, sino que tendremos completa paz y perfecto gozo. Sí, todos los creyentes disfrutaremos de una comunión perfecta.
Al final de la historia de la humanidad, después del reino milenario, Dios creará un nuevo cielo y una nueva tierra, sin pecado y sin maldición. Será un hecho completamente novedoso. Podríamos decir que el tercer cielo se unirá con estas nuevas creaciones.
Viviremos una forma original de existencia, con dimensiones que ahora desconocemos por completo. Esto sobrepasa nuestra imaginación, pues no somos capaces de concebir el mundo fuera de nuestras tres dimensiones.

Pero por más que nos cueste comprender los asuntos eternos, sabemos que después de la creación de este cielo y tierra, la nueva Jerusalén descenderá hasta esta última “dispuesta como una esposa ataviada para su marido(Ap. 21:2), y entonces la morada de Dios estará para siempre con los hombres, los efectos de la maldición habrán sido quitados de manera definitiva y Dios vivirá en una profunda e ilimitada comunión con los redimidos.

Este es nuestro consuelo y nuestra firme confianza; ¡Maranatha, ven, Señor nuestro!


Tomado de la revista Llamada de Medianoche
Junio 2019.

Preceptos del Exorcismo en los Hechos y las Epístolas


Preceptos del Exorcismo
en los Hechos y las Epístolas

Joe Dennison hijo, Detroit, Estados Unidos
Truth & Tidings febrero 2012

La devoción de María Magdalena y el evangelismo del endemoniado, junto con el cambio radical en sus vidas, son evidencias del poder de Cristo para librar a uno poseído de un demonio. ¿Pero qué del tiempo presente? ¿Echar fuera a demonios es una parte del evangelio? ¿Cómo y cuándo se debe practicar el exorcismo?

Casos múltiples

Las experiencias demoníacas eran eventos inusuales en la era apostólica; no eran comunes. Los Hechos y las Epístolas registran solamente tres ocasiones cuando se ocurrieron en masa:
Donde                   Quienes                Referencia            Apóstol
Jerusalén              judíos                   Hechos 5.16         Pedro
Samaria                                samaritanos        Hechos 8.7           Felipe
Éfeso                     gentiles                 Hechos 19.12       Pablo
Obsérvese que estos períodos cuando se echaban fuera demonios no se vinculan con una sola persona. Una de las señales de apóstol, 2 Corintio 12.12, fue la capacidad de realizar milagros. Al escribir Hechos de los Apóstoles, Lucas buscaba cuidadosamente un equilibrio sobre los milagros de Pedro y Pablo para equiparar simbólicamente su autoridad apostólica. De la misma manera, estos exorcismos validaron las credenciales apostólicas de Pedro, Felipe y Pablo.
En segundo lugar, estas tres ocasiones tuvieron lugar en el contexto de la evangelización en áreas nuevas: primeramente en Jerusalén entre judíos, luego en Samaria y finalmente en Éfeso entre gentiles. Cada una de estas localidades era un foco de actividad demoníaca. Durante el ministerio de Cristo se había aumentado dramáticamente este fenómeno en Judea. En Samaria, Felipe encontró a un hechicero llamado Simón, quien se valía de la magia para engañar a la gente, Hechos 8.9. En Éfeso los artes ocultos florecieron, pero los convertidos quemaron sus libros de magia al ser salvos.
Estos lapsos cortos de exorcismo fueron permitidos por Dios para validar el mensaje del evangelio cuando entraba en áreas nuevas, demostrando así la autoridad de los apóstoles sobre el poder de los demonios. Esto concuerda con el propósito del exorcismo ejercitado por Cristo mismo: “Si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros”, Lucas 11.20. El poder de Cristo sobre los demonios hizo ver que su mensaje era de Dios, y estos exorcismos también dieron fe al mensaje del evangelio.

Casos específicos

En Hechos 16.16 a 18 tenemos el único relato de un caso específico de echar fuera a un espíritu maligno. Pablo encontró una esclava que tenía espíritu de adivinación, y ella proclamaba que los evangelistas eran “siervos del Dios Altísimo” que anunciaban el camino de salvación. Esto se prolongó por varios días, hasta que Pablo hizo frente al espíritu que dominaba a la muchacha, con las palabras: “Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella”. Salió.
Pablo parece haber sido cauteloso al realizar un exorcismo, dejando al espíritu  que actuara “por muchos días” antes de enfrentarlo. Se precisa de juicio espiritual para discernir la presencia de un espíritu malo en una persona. Es muy probable que Pablo requiera tiempo para asegurarse de que era un espíritu que hablaba, y no simplemente la muchacha misma.
Al demandar en el nombre de Cristo que el espíritu saliera, él reconoció que el poder para esto venía solamente de Cristo Jesús. Invocar el nombre de Cristo es aplicar su Persona y su poder. Solamente el poder divino es suficiente para soltar el apretón de la presencia demoníaca. No es una fórmula mágica para echar fuera los demonios, como aprendieron los hijos de Esceva en Hechos 19.13 a 20, sino invoca una autoridad a la cual los espíritus inmundos deben responder.
En Hechos 13 Pablo encuentra en la isla de Chipre a otro que está controlado por influencias demoníacas.  Él viaja evangelizando y halla a “un cierto mago, falso profeta, judío, llamado Barjesús”, quien se opone al evangelio. Pablo lo acusa de ser “hijo del diablo” y lo condena a la ceguera. Aquí Pablo, “lleno del Espíritu Santo”, reprende en vez de exorcizar al espíritu.
Entonces, de las experiencias de Pablo aprendemos la necesidad de discernimiento espiritual, dependencia del poder de Dios y control por el Espíritu Santo para ayudar al que está poseído de un demonio.

Enseñanza apostólica

Dirigiéndonos a las Epístolas, descubrimos una ausencia total de instrucción sobre cómo o cuándo echar fuera demonios. No hay exhortación que nos ocupemos de este ministerio.  La capacidad de hacerlo no figura en las listas de dones espirituales, ni hay ejemplos de asambleas involucradas en el exorcismo, aun cuando varias estaban ubicadas en zonas de actividad espiritista. Aun cuando Pablo escribe a los efesios acerca de poner “toda la armadura de Dios” él está escribiendo de resistir a los ataques personales y no de echar fuera espíritus inmundos.   
¿Y qué de Marcos 16.17? Leemos: “Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios”. No hay allí mandamiento a sacar demonios, sino a proclamar el evangelio en vez de producir señales. Es simplemente una afirmación de que existirán señales como ésta, como al efecto las hubo en los Hechos.
Si bien es cierto que los exorcismos pueden ocurrir hoy en día, parece que no se destacan en el cristianismo. La ausencia de instrucción apoya la conclusión que se trataba mayormente de señales en la iglesia primitiva para autenticar el mensaje apostólico.

La práctica actualmente

Poseer un demonio es algo real, y la actividad demoníaca florece en zonas donde abundan los cultos paganos. Con todo, en el Occidente muchos han abierto la puerta a ser poseídos de demonios por la influencia de drogas, sesiones espiritistas, la parapsicología y otros fenómenos ocultos.
Reconocer las evidencias de dominio por un demonio demanda discernimiento. Muchas veces las personas poseídas de demonios están afligidas, Mateo 4.24, 8.16, por espíritus inmundos que imponen tormento mental. Muchas aflicciones admiten tratamiento médico y no se deben a influencias demoníacos.
Las personas poseídas de espíritus malignos suelen exhibir una conducta auto destruyente, Lucas 8.27, 9.42. La presencia de personalidades múltiples, voces y fuerzas extra humanas, Lucas 8, pueden ser indicios de abrigar un demonio.
¿El exorcismo puede ocurrir hoy día? Claro que sí; nada en el Nuevo Testamento nos prohíbe creerlo. No se han disminuido la compasión de Cristo por los esclavos de Satanás y su poder sobre los servidores de éste.
Sin embargo, el uso limitado del exorcismo y el silencio de las Epístolas nos llevan a demandar en  oración discernimiento espiritual y poder de Dios antes de intentar a hacer frente a los espíritus malignos.



¿Por dónde comienzo?


¿Por dónde comienzo?

Es bueno hacer la pregunta que hizo Pablo: “¿Qué quieres que yo haga?”. Desde el momento de la salvación, el creyente puede servir a Cristo. No todos somos llamados a hacer lo mismo, pero todos somos llamados servir. Pero, ¿por dónde comienzo? Es posible que queriendo hacer algo grande terminemos sin llevar nada a cabo. 

Esperemos que estos ejemplos que vamos a mencionar nos ayuden a dar el primer paso y ponernos en movimiento; a partir de allí, el Señor guiará al siguiente paso. 

El hombre de Gadara 

El Señor envió a este recién convertido, “Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo” (Marcos 5:19). La tarea era bastante sencilla. ¿A quiénes le iba a hablar? A los de su propia casa. ¿Qué les iba a decir? Lo que Dios había hecho con él. No hacía falta un curso extenso ni un entrenamiento especial para llevar a cabo esta tarea. 

Una mujer devota 

El Señor Jesucristo alabó la devoción de una mujer que derramó un frasco de alabastro sobre la cabeza del Señor, diciendo: “Esta ha hecho lo que podía” (Marcos 14:8). Ella nunca predicó, pero Cristo dijo “que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho” (Marcos 14:9). 

Lo que esta mujer hizo fue algo costoso. Alguien dijo: “si mi servicio no me costó nada, probablemente no vale nada”. Este costo no necesariamente es dinero, pero también tiempo, esfuerzo y devoción. 

¿Qué tienes? 

Dios le dijo a Moisés: “¿Qué es eso que tienes en tu mano?” (Éxodo 4:2). No hay excusas para estar inactivos. El profeta le dijo a la mujer “Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite” (2 Reyes 4:2), eso era lo que tenía que usar. En vez de quejarnos por lo que no tenemos, nuestro deber es poner en uso lo que sí tenemos. 

No es lo grande que hacemos, sino nuestra fidelidad, obediencia, devoción y amor, lo que Dios aprecia. Viendo estos ejemplos mencionados, el Señor nos dice: “Ve, y haz tú lo mismo”. 

Yo quiero ser obrero de valor, 
confiando en el poder del Salvador. 
El que quiere trabajar 
hallará también lugar 
en la viña del Señor. 

Miguel Mosquera

Filipenses 4:8-9


Filipenses 4:8-9
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”.

Pensar de manera correcta nos llevará a actuar de manera correcta, lo que a su vez producirá correctas consecuencias. Pablo enfatiza este principio cuando escribe:
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil. 4:8).

Este versículo no es tan solo una buena norma para evaluar las propuestas dudosas que surgen en la vida o para controlar el uso que hacemos de nuestro tiempo libre: lo que leemos, las películas que miramos y las conversaciones que llevamos. Más allá de esto, contiene principios que conciernen a todas las áreas de la vida y son una fuente de bendición para uno mismo y nuestro entorno.

Un comentario bíblico plantea la siguiente pregunta: “¿cómo podemos evitar los malos pensamientos?”, para luego responderla con asombrosa sencillez: “¡cuidando los buenos!”.

Debemos custodiar nuestros buenos pensamientos en todas las áreas de la vida. De forma
precisa: buscar, pensar, meditar, investigar, evaluar lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable y de buen nombre.

Verdadero:
Excluye todo lo que no es verdad, honesto o genuino. Pensar en ello significa concentrarse
en aquello que se conforma a la verdad, a lo real y a lo auténtico.
¿Dónde lo encontramos?, en Dios (Juan 3:33), en Jesucristo (Juan 7:18) y, por lo tanto, en las Sagradas Escrituras inspiradas por el Espíritu Santo, es decir, la Biblia. Juan 17:17 dice: Tu palabra es verdad”. No hay nada mejor ni más bendecido que estar cada día en contacto con la Palabra de Dios, leerla y estudiarla:“¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Sal. 119:97). Solo a través de un trato íntimo con las Escrituras seré capaz de discernir lo verdadero y buscarlo. ¿Estamos pensando en lo que es verdadero?

Honesto:
Excluye todo lo deshonroso, ofensivo y frívolo. Significa buscar lo que merece respeto, lo que
es digno y noble. Un comentario bíblico define honesto como “honroso, decoroso, digno de honra, que exige respeto”, agregando: “No solo indica la dignidad terrenal que alguien posee, sino que describe a una persona que debe su honor y dignidad a su ciudadanía celestial (comp. Filipenses 3:20). Esta cualidad conlleva algo majestuoso, algo que despierta un profundo respeto, pero que no genera rechazo, sino que atrae e invita”. ¿Quién es digno de toda honra?: “Al que está sentado en el trono, y al Cordero sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Ap. 5:13). ¿Pensamos en todo lo honesto?

Justo:
Excluye todo lo incorrecto, injusto e indigno. Somos llamados a meditar en lo justo, correcto, honrado y responsable. Como tan solo el Señor es recto y justo (1 Juan 2:1), Él es la norma invariable que debemos seguir. ¿Nuestros pensamientos están ocupados en todo lo justo?
Puro:
Excluye todo lo impuro e inmoral. Significa considerar lo que es de buena moral, decente, limpio, santo, casto e inmaculado. Jesús es descrito en Hebreos 7:26 como un sumo sacerdote “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos”. Efesios 5:3- 4 nos presenta, respecto a esto, normas concretas para la vida diaria:
“Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como
conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias”. ¿Consideramos en nuestros pensamientos
todo lo puro?

Amable:
Excluye la amargura, el disgusto, el resentimiento y la aversión Es el único lugar en el Nuevo
Testamento donde aparece la palabra amable. Significa pensar en todo lo que es dulce, encantador, bello, gratificante, agradable, admirable, simpático y atractivo.
Esta expresión implica también una actitud que promueve la paz y evita el conflicto. ¿Qué testifica Juan acerca del Señor Jesucristo?:
“Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:14).
¿Pensamos en todo lo amable?

De buen nombre:
Excluye todo lo que ofende o tiene una connotación negativa. Como en la expresión anterior, es la única vez en el Nuevo Testamento que se mencionan estos términos. Significa pensar en todo lo que es digno de alabanza, positivo, hermoso, estimado, decente, gozoso y prestigioso. ¿Quién cumple con esto de una manera inigualable?, Jesucristo: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Fil. 2:9). ¿Pensamos en todo lo que es de buen nombre?

Así, pues, estas seis expresiones: verdadero, honesto, justo, puro, amable y de buen nombre describen con precisión la vida, el sentir y el servicio de nuestro Señor Jesucristo. Podríamos llamar a esta lista una “minibiografía” de Jesús. Nos muestra cuánto debemos dejarnos transformar en nuestra manera de pensar. Pero esto no es todo lo que aquí se nos propone.
La séptima expresión es:

Virtud alguna:
Virtud es una palabra maravillosa que excluye todo vicio. El teólogo William Barclay escribe al respecto: “En el pensamiento antiguo, esta palabra abarcaba todo lo que era eficaz, excelente, virtuoso y perfecto. Podía referirse a la calidad del suelo de cierta región, a la efectividad de
una herramienta, a la perfección física de un animal, al coraje y la excelencia de un soldado, como también a la virtud de una persona”. ¿Hay en nuestros pensamientos virtud alguna? Si la respuesta es no, debería entonces ser nuestro objetivo.

En octavo lugar, Pablo dice:
Algo digno de alabanza:
Este último concepto excluye todo lo detestable y despreciable.
Significa pensar en lo que merece alabanza, aprobación y reconocimiento. Mis meditaciones son dignas de elogio? Preguntémonos entonces: ¿cuál es mi objetivo?¿Adónde voy? ¿En qué ocupo mi tiempo? ¿Qué leo, qué escucho, qué miro? ¿Son mis objetivos en mi vida matrimonial, familiar, eclesiástica y comunitaria, con todas sus actividades de tiempo libre, culturales y culinarias, verdaderos, honestos, justos, puros, amables y de buen nombre? ¿Nos damos cuenta de lo actual que resulta Romanos 12:2 cuando dice: “no os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”? Busquemos y desarrollemos esta renovada manera de pensar.

La renovación se lleva a cabo a través del perdón y la purificación, por medio de la sangre que el Señor Jesús derramó en la cruz.
Ocurre a través de la obra que el Espíritu Santo hace por medio de la Palabra de Dios. Además, se obtiene de las decisiones personales que tomamos a diario. Debemos decidir qué queremos pensar y qué pensamientos admitiremos en nuestro corazón.

Proverbios 4:23 lo sintetiza así: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. Así como piensa un hombre, así es. O como lo expresó el emperador y filósofo romano Marco Aurelio: “La vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella”. Una correcta manera de pensar conlleva una correcta manera de actuar; por lo tanto, los pensamientos puros conducen a actos puros. Pablo dirigía sus pensamientos hacia lo mejor y es por esta razón que pudo recomendarse a sí mismo como modelo a seguir:
“Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced” (Fil. 4:9). ¡Qué vida Santo debió haber llevado este hombre para tener la potestad de ponerse así mismo como ejemplo de los filipenses!

Lo que aprendisteis:
Los filipenses aprendieron a conocer a Dios por medio de Pablo y a vivir una vida temerosa de Dios y conforme a su voluntad divina. Podemos decir que se encontraban en la escuela de discipulado de Pablo.

Recibisteis:
La iglesia de Filipos tuvo el privilegio de convivir con Pablo y, por lo tanto, de presenciar en todo momento su comportamiento y su lucha por la fe (Filipenses 1:30; 3:17).
Vemos que el ejemplo personal ha sido y sigue siendo parte esencial de la enseñanza.
Es necesario que transformemos nuestra correcta manera de pensar en acciones correctas. No por única vez, sino de forma constante. Debe convertirse en un estilo de vida: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores” (Stg. 1:22).
Pensar de manera correcta nos llevará a actuar de manera correcta, lo que a su vez producirá correctas consecuencias: […] y el Dios de paz estará con vosotros” (Fil. 4:9b). Pablo usa la expresión Dios de paz en otros cinco pasajes (Romanos 15:33; 16:20; 1 Corintios 14:33; 2 Corintios 13:11; 1 Tesalonicenses 5:23). Paz significa ausencia de contienda y describe un sensación de bienestar y satisfacción.

Los pensamientos puros conllevan a actos puros y estos a su vez resultan en consecuencias puras: ¡la presencia de Dios en nuestras vidas! Estos son los gloriosos efectos de una manera correcta de pensar y actuar. ¡Qué promesa! ¿Podremos encontrar en algún lugar una mayor paz interior que cuando el “Dios de paz” está con nosotros?
Tal vez la razón por la cual muchos cristianos no experimentan tales consecuencias y no disfrutan de la paz interior, sea justamente la desobediencia a estas normas, las cuales dirigen nuestros pensamientos hacia los objetivos y propósitos celestiales. Por eso, si carecemos de paz o la hemos perdido, examinémonos: ¿qué actitud impide que se manifieste?¿Qué pensamientos nos la robaron?


Busquemos, pensemos, meditemos, consideremos y evaluemos “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza”. Y todo lo que hayamos entendido al leer, estudiar y escuchar la Palabra de Dios, “esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”.

Fredy Peter

Tomado de la revista Llamada de Medianoche
Junio 2019

Filipenses 4:8-9


Filipenses 4:8-9
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”.

Pensar de manera correcta nos llevará a actuar de manera correcta, lo que a su vez producirá correctas consecuencias. Pablo enfatiza este principio cuando escribe:
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil. 4:8).

Este versículo no es tan solo una buena norma para evaluar las propuestas dudosas que surgen en la vida o para controlar el uso que hacemos de nuestro tiempo libre: lo que leemos, las películas que miramos y las conversaciones que llevamos. Más allá de esto, contiene principios que conciernen a todas las áreas de la vida y son una fuente de bendición para uno mismo y nuestro entorno.

Un comentario bíblico plantea la siguiente pregunta: “¿cómo podemos evitar los malos pensamientos?”, para luego responderla con asombrosa sencillez: “¡cuidando los buenos!”.

Debemos custodiar nuestros buenos pensamientos en todas las áreas de la vida. De forma
precisa: buscar, pensar, meditar, investigar, evaluar lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable y de buen nombre.

Verdadero:
Excluye todo lo que no es verdad, honesto o genuino. Pensar en ello significa concentrarse
en aquello que se conforma a la verdad, a lo real y a lo auténtico.
¿Dónde lo encontramos?, en Dios (Juan 3:33), en Jesucristo (Juan 7:18) y, por lo tanto, en las Sagradas Escrituras inspiradas por el Espíritu Santo, es decir, la Biblia. Juan 17:17 dice: Tu palabra es verdad”. No hay nada mejor ni más bendecido que estar cada día en contacto con la Palabra de Dios, leerla y estudiarla:“¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Sal. 119:97). Solo a través de un trato íntimo con las Escrituras seré capaz de discernir lo verdadero y buscarlo. ¿Estamos pensando en lo que es verdadero?

Honesto:
Excluye todo lo deshonroso, ofensivo y frívolo. Significa buscar lo que merece respeto, lo que
es digno y noble. Un comentario bíblico define honesto como “honroso, decoroso, digno de honra, que exige respeto”, agregando: “No solo indica la dignidad terrenal que alguien posee, sino que describe a una persona que debe su honor y dignidad a su ciudadanía celestial (comp. Filipenses 3:20). Esta cualidad conlleva algo majestuoso, algo que despierta un profundo respeto, pero que no genera rechazo, sino que atrae e invita”. ¿Quién es digno de toda honra?: “Al que está sentado en el trono, y al Cordero sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Ap. 5:13). ¿Pensamos en todo lo honesto?

Justo:
Excluye todo lo incorrecto, injusto e indigno. Somos llamados a meditar en lo justo, correcto, honrado y responsable. Como tan solo el Señor es recto y justo (1 Juan 2:1), Él es la norma invariable que debemos seguir. ¿Nuestros pensamientos están ocupados en todo lo justo?
Puro:
Excluye todo lo impuro e inmoral. Significa considerar lo que es de buena moral, decente, limpio, santo, casto e inmaculado. Jesús es descrito en Hebreos 7:26 como un sumo sacerdote “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos”. Efesios 5:3- 4 nos presenta, respecto a esto, normas concretas para la vida diaria:
“Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como
conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias”. ¿Consideramos en nuestros pensamientos
todo lo puro?

Amable:
Excluye la amargura, el disgusto, el resentimiento y la aversión Es el único lugar en el Nuevo
Testamento donde aparece la palabra amable. Significa pensar en todo lo que es dulce, encantador, bello, gratificante, agradable, admirable, simpático y atractivo.
Esta expresión implica también una actitud que promueve la paz y evita el conflicto. ¿Qué testifica Juan acerca del Señor Jesucristo?:
“Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:14).
¿Pensamos en todo lo amable?

De buen nombre:
Excluye todo lo que ofende o tiene una connotación negativa. Como en la expresión anterior, es la única vez en el Nuevo Testamento que se mencionan estos términos. Significa pensar en todo lo que es digno de alabanza, positivo, hermoso, estimado, decente, gozoso y prestigioso. ¿Quién cumple con esto de una manera inigualable?, Jesucristo: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Fil. 2:9). ¿Pensamos en todo lo que es de buen nombre?

Así, pues, estas seis expresiones: verdadero, honesto, justo, puro, amable y de buen nombre describen con precisión la vida, el sentir y el servicio de nuestro Señor Jesucristo. Podríamos llamar a esta lista una “minibiografía” de Jesús. Nos muestra cuánto debemos dejarnos transformar en nuestra manera de pensar. Pero esto no es todo lo que aquí se nos propone.
La séptima expresión es:

Virtud alguna:
Virtud es una palabra maravillosa que excluye todo vicio. El teólogo William Barclay escribe al respecto: “En el pensamiento antiguo, esta palabra abarcaba todo lo que era eficaz, excelente, virtuoso y perfecto. Podía referirse a la calidad del suelo de cierta región, a la efectividad de
una herramienta, a la perfección física de un animal, al coraje y la excelencia de un soldado, como también a la virtud de una persona”. ¿Hay en nuestros pensamientos virtud alguna? Si la respuesta es no, debería entonces ser nuestro objetivo.

En octavo lugar, Pablo dice:
Algo digno de alabanza:
Este último concepto excluye todo lo detestable y despreciable.
Significa pensar en lo que merece alabanza, aprobación y reconocimiento. Mis meditaciones son dignas de elogio? Preguntémonos entonces: ¿cuál es mi objetivo?¿Adónde voy? ¿En qué ocupo mi tiempo? ¿Qué leo, qué escucho, qué miro? ¿Son mis objetivos en mi vida matrimonial, familiar, eclesiástica y comunitaria, con todas sus actividades de tiempo libre, culturales y culinarias, verdaderos, honestos, justos, puros, amables y de buen nombre? ¿Nos damos cuenta de lo actual que resulta Romanos 12:2 cuando dice: “no os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento”? Busquemos y desarrollemos esta renovada manera de pensar.

La renovación se lleva a cabo a través del perdón y la purificación, por medio de la sangre que el Señor Jesús derramó en la cruz.
Ocurre a través de la obra que el Espíritu Santo hace por medio de la Palabra de Dios. Además, se obtiene de las decisiones personales que tomamos a diario. Debemos decidir qué queremos pensar y qué pensamientos admitiremos en nuestro corazón.

Proverbios 4:23 lo sintetiza así: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida”. Así como piensa un hombre, así es. O como lo expresó el emperador y filósofo romano Marco Aurelio: “La vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella”. Una correcta manera de pensar conlleva una correcta manera de actuar; por lo tanto, los pensamientos puros conducen a actos puros. Pablo dirigía sus pensamientos hacia lo mejor y es por esta razón que pudo recomendarse a sí mismo como modelo a seguir:
“Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced” (Fil. 4:9). ¡Qué vida Santo debió haber llevado este hombre para tener la potestad de ponerse así mismo como ejemplo de los filipenses!

Lo que aprendisteis:
Los filipenses aprendieron a conocer a Dios por medio de Pablo y a vivir una vida temerosa de Dios y conforme a su voluntad divina. Podemos decir que se encontraban en la escuela de discipulado de Pablo.

Recibisteis:
La iglesia de Filipos tuvo el privilegio de convivir con Pablo y, por lo tanto, de presenciar en todo momento su comportamiento y su lucha por la fe (Filipenses 1:30; 3:17).
Vemos que el ejemplo personal ha sido y sigue siendo parte esencial de la enseñanza.
Es necesario que transformemos nuestra correcta manera de pensar en acciones correctas. No por única vez, sino de forma constante. Debe convertirse en un estilo de vida: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores” (Stg. 1:22).
Pensar de manera correcta nos llevará a actuar de manera correcta, lo que a su vez producirá correctas consecuencias: […] y el Dios de paz estará con vosotros” (Fil. 4:9b). Pablo usa la expresión Dios de paz en otros cinco pasajes (Romanos 15:33; 16:20; 1 Corintios 14:33; 2 Corintios 13:11; 1 Tesalonicenses 5:23). Paz significa ausencia de contienda y describe un sensación de bienestar y satisfacción.

Los pensamientos puros conllevan a actos puros y estos a su vez resultan en consecuencias puras: ¡la presencia de Dios en nuestras vidas! Estos son los gloriosos efectos de una manera correcta de pensar y actuar. ¡Qué promesa! ¿Podremos encontrar en algún lugar una mayor paz interior que cuando el “Dios de paz” está con nosotros?
Tal vez la razón por la cual muchos cristianos no experimentan tales consecuencias y no disfrutan de la paz interior, sea justamente la desobediencia a estas normas, las cuales dirigen nuestros pensamientos hacia los objetivos y propósitos celestiales. Por eso, si carecemos de paz o la hemos perdido, examinémonos: ¿qué actitud impide que se manifieste?¿Qué pensamientos nos la robaron?


Busquemos, pensemos, meditemos, consideremos y evaluemos “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza”. Y todo lo que hayamos entendido al leer, estudiar y escuchar la Palabra de Dios, “esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”.

Fredy Peter

Tomado de la revista Llamada de Medianoche
Junio 2019

Serie: Mandamiento Bíblico

Estos son los animales que comeréis,   no comeréis éstos:”, v. 2-3. Levítico 11. 1-8, 43-47; 1 Timoteo 4, 3-4. Leer. En Levítico 11 tene...