“Mas tú, oh hombre de Dios”, 1 Timoteo
6:11
Las palabras “mas tú”, “pero tú” o “tú, pues”, que aparecen repetidas
veces en las epístolas a Timoteo, nos indican la preocupación que el apóstol
Pablo tenía por su compañero de trabajo, llamándolo su “verdadero hijo en la
fe”, su “hijo amado” (1 Timoteo 1:2; 1 Corintios 4:17). “Tú, pues, hijo mío” (2
Timoteo 2:1), es una conmovedora preocupación del apóstol que se manifiesta en
sus epístolas, con referencia a todos los creyentes, incluso a los que nunca
vio, y muy especialmente a aquellos que él podía llamar sus hijos, porque los
engendró en Cristo Jesús mediante el Evangelio.
Dice a los corintios: “Como a hijos hablo” (2 Corintios 6:13). Os
amonesto “como a hijos míos amados” (1 Corintios 4:14). Siente un afecto
especial por los tesalonicenses, “como la nodriza que cuida con ternura a sus
propios hijos” (1 Tesalonicenses 2:7). Su preocupación se extiende a todas las
iglesias en todo tiempo. “Lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias” (2
Corintios 11:28).
Estas palabras “mas tú”…, dirigidas a Timoteo por el apóstol, después de
haber señalado diferentes formas del mal, también deben hablarnos a cada uno de
nosotros. Nos recuerdan que tenemos una posición privilegiada que debe separarnos enteramente del mal en nuestra
conducta en medio de la cristiandad que sólo tiene la forma de piedad. Nos
advierten: “Considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” o
seducido (Gálatas 6:1; véase también Hechos 20:28; Colosenses 2:8). “Sobre toda
cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).
Estas palabras “mas tú”… también nos elevan por encima de la escena de
este mundo para hacernos considerar por el Espíritu todas las cosas a la luz de
la Palabra, tal como Dios las ve. En medio del mal que nos rodea, con el cual
tenemos contacto, y que discernimos y juzgamos, ¿no deberíamos siempre
preguntarnos: «Mas tú, cuál es tu conducta en medio de esta situación? ¿Te
encuentras totalmente separado? ¿Te limpias de toda contaminación de carne y de
espíritu?»
“Oh, hombre de Dios”, dice el apóstol Pablo a Timoteo. ¿Somos hombres de
Dios, hombres que caminan con Dios, que manifiestan lo que Él es, que huyen de
las cosas malas, que siguen “la justicia, la piedad, la fe, el amor, la
paciencia, la mansedumbre”? ¿Puede decir el mundo de nosotros: «Es un hombre de
Dios»?
¡Ojalá que seamos verdaderamente hombres de Dios, de los cuales el amor
y la gentileza sean conocidos de todos los hombres!
Tomado de la
revista Creed. Año: 2002
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