Sus obras
cumbres
En cuanto
a su ministerio, no hay registro de su ministerio oral, pero, sin duda, son sus
Notas sobre el Pentateuco la obra que marcó más profundamente su servicio.
Todavía gozan de gran popularidad no sólo en sus varias ediciones en inglés,
sino en muchos otros idiomas a los cuales han sido traducidas y siguen
traduciéndose. Se ha dicho que si bien J. N. Darby fue el autor más prolífico
de los «hermanos», las obras de C. H. M. son las que mayor número de veces han
salido de la imprenta.
Sus escritos han
sido de gran influencia en el mundo entero. Miles de cartas de agradecimiento
llegaban de todo el mundo por tanta ayuda recibida en la comprensión de las
Escrituras a través de su ministerio escrito, y especialmente en la comprensión
de los tipos de los cinco libros de Moisés. Del mundo evangélico, Dwight L.
Moody y C. H. Spurgeon reconocieron muy especialmente la ayuda recibida por los
libros de Mackintosh, los que siempre recomendaban muy encarecidamente.
De sus notas al
Pentateuco, Spurgeon dijo que eran «preciosas y edificantes, grandemente
sugestivas, aunque con las peculiaridades de su grupo».
Las
«Notas sobre el Pentateuco» en inglés, aparecieron publicadas en seis
volúmenes, comenzando con el Génesis, de 334 páginas, y concluyendo con dos
volúmenes sobre el Deuteronomio de más de 800 páginas. El prefacio a cada
volumen de las «Notas» fue escrito por su amigo y colaborador Andrew Miller, de
quien se dice que fue el que le animó a escribir sus «Notas» y quien financió
en su mayor parte su publicación. Miller dijo respecto de estas «Notas», que «presentan
de una forma sorprendentemente completa, clara y frecuente la absoluta ruina
del hombre en pecado y el perfecto remedio de Dios en Cristo». Efectivamente,
Mackintosh escribía en un estilo notablemente claro, muy distinto de J. N.
Darby, el cual le dijo en cierta oportunidad: «Usted escribe para ser
entendido, yo solamente pienso sobre el papel».
Otra serie muy
conocida de C. H. Mackintosh, y que fue también numerosas veces reeditada, son
los Miscellaneous Writings (Escritos misceláneos), cuya primera edición
apareció en 1898 en seis volúmenes que sobrepasan las 2500 páginas, los cuales
consisten en una selección de artículos que escribió para el periódico «Things
New and Old» (hoy en día se publican en un solo volumen de 908 páginas de doble
columna). Desde entonces, la demanda por esta colección de escritos no ha
cesado y han sido reimpresos una y otra vez hasta hoy.
En los
«Miscellaneous Writings» encontramos unos excelentes comentarios de Mackintosh
sobre la evangelización. En el volumen cuatro leemos de su artículo «La gran
comisión», sobre Lucas 24:44-49, lo siguiente:
«Nuestro divino
Maestro llama a los pecadores a arrepentirse y creer al Evangelio. Algunos nos
quieren hacer creer que es un error llamar a personas «muertas en delitos y
pecados» a hacer algo. ‘¿Cómo’ –arguyen– ‘pueden aquellos que están muertos,
arrepentirse? Ellos son incapaces de cualquier movimiento espiritual: deben
recibir primero el poder, antes de arrepentirse y creer.’
«¿Qué
contestamos a esto?: Simplemente que nuestro Señor sabe más que todos los
teólogos del mundo qué es lo que debe ser predicado. Él sabe todo acerca de la
condición del hombre: su culpa, su miseria, su muerte espiritual, su falta
total de esperanza, su total incapacidad de producir siquiera un solo
pensamiento recto, de pronunciar una sola palabra justa, de hacer siquiera un
acto de justicia.
Sin
embargo, Él llama a los hombres a arrepentirse. Y esto nos basta. No debemos
ocuparnos en tratar de reconciliar aparentes discrepancias. Puede parecernos
difícil reconciliar la completa incapacidad del hombre con su responsabilidad
delante de Dios; pero Dios es su propio intérprete, y él hará que estas cosas
resulten claras. Nuestro feliz privilegio, y nuestro deber irrenunciable, es
creer lo que él dice, y hacer lo que él dispone.
He aquí
la verdadera sabiduría, la que da como resultado una sólida paz… Nuestro Señor
predicó el arrepentimiento, y él mandó a sus apóstoles a predicarlo; y ellos lo
hicieron de manera perseverante».
En la paz
de Dios
Los últimos
cuatro años de su vida residió en Cheltenham. Cuando, debido a la debilidad de
su cuerpo ya no tenía más capacidad para ministrar en público, Mackintosh
continuó escribiendo.
El 3 de
abril de 1896, apenas siete meses antes de que el Señor se lo llevara, escribió
desde Cheltenham: «Aunque ya no tengo más fuerzas para mantenerme erguido
frente a mi escritorio, siento que debo enviarle unas afectuosas líneas para
notificarle sobre la recepción de su amable carta del día 21 de este mes. Estoy
inválido desde hace un año, confinado a estas dos habitaciones. Sigo pobre y bajo
los cuidados del médico, padeciendo bronquitis, fatiga, asfixia y gran
debilidad en todo mi cuerpo.
Pero todo
es divinamente justo. El Señor de toda gracia ha estado conmigo y me ha
permitido comprender, de una manera muy notoria, la preciosidad y el poder de
todo lo que he estado hablando y escribiendo por alrededor de 53 años. ¡Bendito
sea su Nombre! Sé que sabrá disculpar este tan pobre fragmento, pues ya no
tengo la capacidad de escribir demasiado…»
Su primer
tratado, escrito en 1843, había versado sobre «la paz con Dios». Su último
artículo, escrito en 1896, pocos meses antes de su partida a la presencia del
Señor, se tituló: «La paz de Dios». ¡Qué hermoso significado de madurez
espiritual! Hace recordar al apóstol Juan escribiendo primero su evangelio
sobre «el amor de Dios», y al final sus epístolas sobre «el Dios de amor». El
docto escriba de los Hermanos –pero más que eso, de la Iglesia– estaba
preparado para partir.
Durmió en
paz en el Señor el 2 de noviembre de 1896. Cuatro días después, una gran
compañía de hermanos de muchos lugares se reunió para su entierro en el
cementerio de Cheltenham. Fue sepultado al lado de su amada esposa, en la
llamada ‘parcela de los Hermanos de Plymouth’, donde yacen los restos de muchos
hermanos de ambas corrientes, exclusiva y abierta.
El Dr.
Walter T. P. Wolston, de Edimburgo, habló durante el entierro, acerca de
Abraham, Génesis 25:8-10, y de Hebreos 8:10. Luego, al dispersarse, los
hermanos cantaron el bello himno de Darby:
Luminosos y
benditos lugares,
donde el pecado
ya no tiene entrada;
que ven un
espíritu anhelante
quitado de la
tierra,
donde nosotros
aún peregrinamos.
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