La devoción fiel de
muchas mujeres en las Escrituras, proveen un estudio de profunda bendición, no
solamente a mujeres y jóvenes cristianas, sino también a hombres de bien. Nos
proponemos considerar tan solo a tres de ellas en este articulo. La primera una
esposa y madre en el Antiguo Testamento y las otras singulares mujeres en el
Nuevo Testamento. La primera es llamada “Una mujer importante”, pero las otras
son importantes también, por causa del lugar que han tomado de humilde sujeción
al Señor Jesús.
La Admirable Mujer de Sunem
Esta querida hija de Dios nos es presentada en 2Reyes 4:8-37. La gracia
de Dios esta trabajando dentro de su corazón, esto se hace evidente, en la
manera en que ella discierne en hacer lo correcto en cada una de sus
situaciones.
Lo más vital de esta primera consideración:
Su Actitud Hacia el Señor
Ella no era “sin temer ninguna amenaza” como una mera esclava (1Pedro
3:6), pero si como una fiel y sumisa esposa, hace su petición “Ruégote pues que
hagamos un cuartito en lo alto, sobre la pared de la casa” (2Reyes 4:10 V.M.).
En su carácter sencillo se dirige al corazón de su esposo. Con seguridad podría
confiar en él. Después cuando él pregunta, ella ya ha ido al hombre de Dios y
ha vuelto nuevamente, entonces con toda sencillez le dice “esto estará bien” y
el no preguntó más (vers.22-23). Ella sabía las cosas del Señor, sabía que no
era ella tan importante, como si lo era él (su esposo), y que el no podría
entrar en las perturbaciones a través de la cual su alma se encontraba
atravesando, como tampoco podría él dar respuesta a su necesidad. Como sí lo
podía hacer el hombre de Dios. Por tanto ella no dirá a su esposo que su hijo a
muerto. Su sabiduría y el control de si misma en esto es notable.
Su Actitud Hacia su Hijo
Cuando Elías le dijo a ella que tendría un hijo dentro de un año, ella
no podía creerlo. Es claro que ella había añorado un hijo, pero tenía que
decidir ser feliz sin uno, ya que su marido era viejo. En el nacimiento de su
hijo, no hay dudas, en cuanto a su amor por este, era puro y perfecto.
No vemos de ella a una madre posesiva, o con temores por la seguridad de
su hijo. Es así como ella le ha permitido acompañar a su padre en el tiempo de
la cosecha. Cuando el niño se queja de su cabeza, su padre sabía donde
enviarle. ¡En los momentos de problemas, cuán bueno es para un hijo tener una
madre cariñosa!.
Tiernamente ella lo tenía en sus rodillas hasta que murió. Pero podemos
notar que en su amor por él, no se encuentra descontrolada hasta estar abatida.
Sin dudas, en el profundo sentimiento de este inesperado pesar, ella tiende al
niño sobre la cama de Elías y sale (vers. 21). Solamente la fe en el Dios vivo
podía sostenerla en tal hora. No hay dudas en su interior, ella realiza una
verdad de gran importancia para todos los padres, y es: nuestros hijos no son
en realidad nuestros, más del Señor son. Él tiene derechos soberanos sobre cada
uno de ellos. Aunque los ha confiado a nosotros por un tiempo, a su vez
eventualmente debemos entregarlos a lo alto y dándolos a lo alto, nos encontraremos
a menudo que los ganaremos otra vez de manera espiritual, lo cual es lejos lo
mejor.
Más bien que estando en pánico, ella se ha movido con deliberada calma
en la preocupación por su hijo. Haciendo una realidad que el hombre de Dios
(tipo de Cristo) era su recurso. Después cuando su hijo fue restituido a la
vida por Elías, su corazón estaba tan lleno que ella solo podía rendirse a sus
pies y humillarse hasta el suelo mismo, sin pronunciar palabra alguna (Vers.
37).
En todo esto, ¿En su actitud hacia el esposo y hacia su hijo, no vemos
claramente resuelta su actitud hacia el Señor?. Esto es la influencia que
prevalece y el dulzor impregnado en su natural comunión. Podemos tener la
gracia de seguir su fiel ejemplo.
María de Betania
María comparte la misma actitud cariñosa que hemos visto, hacia el Señor
y mucha paz que proviene, no de la mera naturaleza humana, sino del mutuo
conocimiento con el Señor Jesús. Se nos muestra en Lucas 10:38-42, a ella
sentada a los pies de Jesús y oyendo su palabra, ¡Preciosa ocupación!. Nos es
evidente que ella vivía en el hogar de su hermana Marta, la cual era dulce. Sin
embargo, Marta esta quejándose al Señor sobre María, porque no le ayuda. Pero
de nada se queja María acerca de Marta. Quizás, María al escuchar al Señor su
palabra, esta le había llevado a un buen resultado.
¿Puede una mujer soltera servir al Señor de manera aceptable? El Señor
mismo ha de responder la pregunta con palabras de amor, “María ha escogido la
buena parte, la cual no le será quitada” (vers. 42). Este servicio no parece
gustarle a Marta, pero la atención seria de todo corazón por parte de María a
la Palabra de Dios, es precioso a los ojos del Señor. Nosotros podemos pensar
en ser pujantes haciendo cosas para el Señor, pero esto nos hará tomar poco
tiempo para una quieta meditación en su Palabra, pues por medio de esta el
Señor nos hará limpios y aprobados.
Después encontramos a María a los pies del Señor con un profundo pesar
en su corazón (Juan 11:32). En ese momento ella estaba apesadumbrada y
perpleja, porque el Señor no había venido a Betania, al oír que su hermano
Lázaro estaba enfermo. Más aún ella espero hasta que murió. Ella no podía
comprender esto en aquel momento, pero seguramente lo ha comprendido bien una
vez que el Señor Jesús ha levantado a Lázaro de entre los muertos. El no podía
ser resucitado, a menos que hubiese muerto y el pesar de ella, fue cambiado a
un gozo maravilloso.
Nuevamente le vemos a ella a los pies del Señor (Juan 12:3), pero esta
vez no estaba en aflicción, ni tampoco aprendiendo de Él. Ella esta allí con su
corazón pleno en acción de gracia y ungiendo sus pies con precioso ungüento. Ni
siquiera los discípulos han entendido esto. Primero es Judas el que se queja
por esto y luego los otros se le unen también (Mateo 26:8). Pero ella era una
verdadera adoradora y el Señor la defiende de un modo admirable, aprobando lo
que ella ha hecho, diciendo: “...pues ha hecho conmigo una buena obra” (Mateo
26:10-13). Su acto es quizás la mas preciosa imagen del culto de adoración, que
esta registrado en las Escrituras. No hemos leído de ningún hombre haciendo tal
cosa. Verdaderamente están allí estas devotas mujeres, sin contar con una larga
narración.
Si nosotros literalmente no podemos ungir sus pies, si podemos
ciertamente en alguna medida, imitar esta adoración al Señor.
María Magdalena
Ella tal vez no tiene la misma calma y el carácter meditativo de María
de Betania. Con cuanta diligencia ella buscaba aprender la Palabra de Dios no
podemos cuestionar. El nivel de su inteligencia y el poder de su razonamiento
no podría ser tan alto como el de otros, pero esto no nos sorprende “... de
quién había echado fuera siete demonios” (Marcos 16:9 V.M.).
Su vida previa fue terrible, no tan degradada, pero sufriendo el
cautiverio bajo el poder de Satanás. Los hábitos de un estudiante que tiene tal
pasado, no se desarrollan efectivamente.
De todas maneras, en Juan 20:1-18, nos es dado una hermosa secuencia de
su inamovible devoción al Señor Jesús. Esta debería hablar a toda mujer y a
todo hombre. Ella se ha unido con otra mujer y así juntas han de venir ha ungir
el cuerpo del Señor Jesús, más encontró que el cuerpo no estaba. Ella no comprende
esto y tampoco cuando ve a ambos ángeles en la tumba. Mas no esta impresionada
por lo que ha visto. Pero sí está preocupada, porque no está el Señor.
Cuando Jesús mismo se dirige a ella, más ella cree que se trata del
hortelano y se aleja de él. Es ahí cuando el Señor con toda simplicidad le
dice: “María”. Inmediatamente ella le reconoce y parece ser que quería ir, y
aferrarse de él. Entonces él le tiene que decir “no me toques”, porque aún no
había subido a su Padre. Pero si le da un maravilloso mensaje, para que lo
hiciese saber a los discípulos: “mas vé a mis discípulos y diles: Subo a mi
Padre y vuestro Padre, y a mi Dios y vuestro Dios” (Juan 20:17 V.M.).
Sin dudas María pensó que la comunión era la misma, de cuando ella le
había conocido, antes de resucitar. Sin embargo, ella podrá conocerle más sobre
esta nueva base. Ella podrá tener una mejor comunión y más bendecida, con aquel
que ha ascendido al Padre. Ahora sabemos como se nos derrama de lo suyo. Ella
lo tendrá ahora en el cielo, como la bendita cabeza de una nueva creación, en
la cual él tiene a los discípulos como sus hermanos.
Maravillosa es esta dulce gracia que proviene del Señor Jesús. El se ha
revelado de este modo, no al hombre más inteligente o poderoso, sino a una
mujer, cuyo afecto por EL, no estaba dividido y era verdadero. Ella es el
primer testigo de su resurrección (Marcos 16:9). Bien podríamos todos nosotros,
mujeres y hombres, tenerle la misma devoción de amor.
Estas tres mujeres, tenían posiciones y circunstancias diferentes, como
en realidad ocurre con todos los creyentes. Pero cada una tenía su lugar
especial, en el que ellas podían expresar la realidad de su comunión al Señor.
Cada uno de estos ejemplos son encantadores para todos nosotros.
L.M.Grant
Traducido: Denis Valencia, Mayo 2002.
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