miércoles, 30 de mayo de 2018

Cantares 4 y 5


Cantares 4:1-16  LA RESPUESTA DEL AMOR

¿QUÉ ve Cristo en su iglesia? Debe ver el reflejo de su propio amor. Este libro abre con la frase: “Porque mejores son tus amores que el vino” (1:2). Éste es el testimonio de la esposa que ha sentido la profundidad del amor de su esposo.
Hoy leímos: “¡Cuánto mejores que el vino tus amores!” (v. 10). El que exclama esto es el esposo. No está copiando la frase de la esposa; está viendo en ella el reflejo del amor con que la ha amado primero (1 Jn. 4:19).
¿Por qué se contrasta el amor con el vino? El Nuevo Testamento también junta estas dos ideas (Ef. 5:18). Que no nos espante la metáfora. Es muy elocuente. Pensemos en el que va a una taberna a entregarse al vicio. ¿Cómo sale? ¡Completamente dominado! Sus acciones, sus pensamientos y todo su cuerpo están fuera de su control. Así como el vino controla para destrucción a todo aquel que lo toma, así controla el Espíritu, pero para bien, a todo el que se entrega a Cristo.
El amor de Cristo enaltece, perfecciona y sublima. No degrada, no envilece ni degenera como sucede con el que se embriaga con vino. ¿Hemos probado de este amor?

Cantares 5:1-16  LA ESPERA DEL AMOR

OTRA frase que repiten el esposo y la esposa es: “Hasta que apunte el día, y huyan las sombras”; aunque ella pide “vuélvete” (2:17) y él añade “me iré” (4:6). El esposo encuentra algo dulce y fragante en el esperar a su amada. La ve como un “huerto cerrado” que sólo le pertenece a él (4:12). Sentir su inquietud y su tristeza provocada por la separación, es para él como recibir el exquisito aroma de la mirra (la mirra habla de sufrimiento).
Después, habla la esposa. Para ella la espera no es fácil. Su corazón anhelante la lleva a soñar que su esposo ha venido por ella, pero al despertar se encuentra con la realidad: el esposo no está allí. También se enfrenta con el menosprecio y la burla de sus semejantes (vs. 7,8). Pero, con qué destreza se mueven sus labios para forjar las figuras con que describe a su amado. Estas palabras (vs. 10-16) de seguro regresarían al esposo y para él serían miel, vino y leche (v. 1).
Para meditar: ¿Hace esto en nosotros el amor que sentimos por Cristo? ¿Podemos describirnos como “enfermos de amor”?

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