Gálatas
4:1-20 “HASTA QUE
CRISTO SEA FORMADO”
Cuando son muy pequeños, el heredero y el
esclavo son iguales. Más tarde, habrá diferencias.
En este proceso de crecimiento Pablo ve dos
peligros:
a) El interno, que afectará la
disposición para servir a Dios, pues, atados a costumbres y ritos, tendrán su
libertad restringida, y Dios no podría utilizarlos. A esto se refiere al decir:
“Que haya trabajado en vano” (v. 11).
b) El externo. Este lo compara con las
disputas de Sara y Agar; Isaac e Ismael. Aquellos que son esclavos de Satanás,
o de ritos y tradiciones, tratarán de imponernos su criterio en cuanto a
nuestras acciones y, estando ligados así, no podremos servir con libertad al
Dios vivo y verdadero.
El deseo cumbre del apóstol (v. 19), es
profundo e intenso: lo compara a los dolores más agudos que la mujer conoce:
“dolores de parto”; es constante: “vuelvo a sufrir” y tiene una meta sublime:
“hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Muchos nos conformamos con tenues
reflejos del carácter y virtudes del Señor o con muestras esporádicas: no así
Pablo. Él fue llamado para que Cristo fuera revelado en él; vivió manifestando
a Cristo como crucificado, y pedía lo mismo para sus hijos (1:1; 3:1).
Gálatas
4:21-31 EL ESPÍRITU
SANTO (1/4)
Bueno es que estudiemos lo que esta epístola
nos dice del Espíritu Santo.
“NACIDO según el Espíritu” (v. 29). Esto nos
recuerda a Nicodemo (Jn. 3:5)
y nos enseña que el poder y la voluntad de Dios, son factores indispensables en
el cambio que experimentamos cuando creímos en él.
“COMENZADO por el Espíritu” (3:3). En
realidad, no hay otra forma de comenzar nuestra vida cristiana. El problema
radica en que, como los de Galacia, muchos continuamos en nuestras propias
fuerzas.
RECIBIR el Espíritu (3:2). Ésta es
una acción de fe. Habiendo oído del poder y la gracia de Dios y creído, Dios
nos transforma según su voluntad. Todo esto nos habla de nuestro principio en
el Señor, pero aquí aprendemos algo más: los que nacen según el Espíritu entran
a una lucha (4:29) y a una
vida de sufrimiento (3:4), pero,
¡qué es esto comparado con la verdad de saber que somos hijos de Dios y
herederos de sus promesas! ¡Gocémonos en nuestra libertad!
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