Cantares 6:1-13
LA
TRANSFORMACIÓN DEL AMOR
VOLVEMOS a escuchar la
hermosa frase: “Yo soy de mi amado, y mi amado es mío” (2:16; 6:3). Es cuando hay esta confianza que el poder del amor puede
comenzar a actuar para transformar a los enamorados. Esta transformación, más
que un cambio, es la maduración de virtudes latentes en los adolescentes.
El versículo 10 pone en lenguaje poético esta
transformación:
1. “Se muestra como el alba (v.10)”. Nos
habla de los hermosos matices del florecer de la juventud, especialmente cuando
estos salen a la luz en la sinceridad de un amor puro. Alegría, cariño,
comprensión, consideración, son algunas virtudes que tachonan el horizonte.
2. “Hermosa como la luna”. Los
muchos matices del arco iris de la aurora se han unido para formar una luz
blanca, pura, hermosa. Ésta es la formación de un carácter que nace por la
fusión de las virtudes mencionadas.
3. “Esclarecida como el sol”. El
amor, ahora, ha borrado los complejos, la inseguridad y el miedo. Ya es una
joven cuya belleza es imponente.
4. “Como ejércitos en orden”. Un
ejército en orden. El proceso de maduración termina poniendo de manifiesto un
carácter, firme y disciplinado.
¿El amor de Cristo ha
hecho en nosotros estos cambios?
Cantares 7:1-13
LA
ENTREGA DEL AMOR
VUELVE la frase de ayer,
pero hoy termina con: “Conmigo tiene su contentamiento” (v. 10). Esta frase nace, no de lo que ha oído de su esposo, sino
de lo que ha experimentado a su lado.
Ella se ha entregado toda
a él y porque su entrega fue total, sincera e incondicional, siente que han
sido satisfechos todos los deseos de su esposo. Está segura de ello porque son
en realidad “una sola carne” (Gn.
2:24). En esta entrega debe haber:
1. Exclusividad. Esto
lo vemos cuando el esposo dice: “Huerto cerrado” (4:12) y “una es la paloma mía” (6:9).
2. Belleza y dulzura. Esto
no nace solo: se cultiva con esfuerzo mutuo. Así lo entendemos cuando la esposa
dice: “A nuestras puertas hay toda suerte de dulces frutas, nuevas y añejas,
que para ti, oh amado mío, he guardado” (v. 13).
3. Intimidad. La
esposa no iba a entregar sus amores en el bullicio de la ciudad; lo invitaba a
la soledad del campo y la inspiradora fragancia y hermosura del huerto. “Allí
te daré mis amores” (v. 12), es su promesa.
Preguntemos: Mi amor a Cristo, ¿es exclusivamente
para él?, ¿hay un huerto que he cultivado, a donde puedo invitarlo para darle
mi amor?
Cantares 8:1-14
LA
GRANDEZA DEL AMOR
SE repiten frases
del capítulo 2 afirmando que en el amor
hay protección y permanencia (vs. 3,4; 2:6,7). Aquí se añade la idea de posesión, y está en el cuadro
hermoso del versículo 5: una mujer que sube del desierto
recostada en su amado. El pasado es como un desierto para ella, nada allí le da
satisfacción. Pero el presente es como una viña donde hay aromas delicados y
frutos dulces (v. 12).
El amor se describe con
metáforas que nosotros tal vez no usaríamos (v. 6). ¿Por qué hablar de muerte, sepulcro y celos para
engrandecer el amor? El amor, como la muerte, es una puerta con un solo
sentido. El amor verdadero es una entrega sincera que se hace sin la idea de
una posible devolución. Los celos nacen cuando no hay esa entrega, ni se ve
sello en el corazón, ni se lleva marca en el brazo. La esposa pide estas cosas,
pues sabe que, habiendo aparecido los celos, éstos aprisionan el alma como el
sepulcro y no la dejan salir.
Finalmente, el amor
verdadero tiene una potencia inmensurable (v. 7). El amor no dice: “Adiós” sino: “Apresúrate” (v. 14; Ap. 22:20). ¿Qué exclamamos al pensar en el retorno de Cristo?